Sabes, hoy Rosaura (aún no sé por qué no la despediste antes de irte) me aseguró que pasamos 62 años juntos, ya sabes que siempre tiene que contradecirme, no se como hacerle entender que fueron doce y nuestros hijos aún van en el kínder y en la primaria, que la casa está en Coyoacán, el más chico sigue aquí conmigo y tú aún no cambias. ¿Te debí perdonar lo que hiciste? ¿Tú me perdonaste lo que te hice? Pero ¿Qué nos hicimos?, ya perdí la cuenta y también la paciencia, creo que se la llevó la señora que ven en el espejo, no, no te sorprendas no es ella, sabes de quien te hablo. Seguro te has de estar riendo, sabes que me gustaba ver mi reflejo en todos lados y no tanto por vanidad sino más bien por el mero gusto de saber que estaba viva ¿ya me morí entonces? No me respondas.
Para mi condena desde esa tarde ya no me veo, tal vez es el castigo por parte de tu madre por todas las veces que me tachó de altanera, seguro lo disfruta, pero aún más debe de agradecer que alguien me diga que me falla la cabeza, así como lo hice con ella.
¿Tú sabes quién se murió ese día? Yo ya no me acuerdo ¿Sabes si se llevó las fotos? Creo que me cortó de todas, aunque no tienen agujeros y los niños y tú todavía aparecen. Rosaura ya no me da respuestas, te dije que le dieras el celular para que se fuera.
Hace poco le pregunté que quien era la del espejo y ella me contestó socarrona que yo ¿Yo? Le rebatí al ver la maldad en su rostro, ella asintió y se fue por el carro, ya sabes cómo es de maliciosa, pero es que yo no soy la del espejo, recuerdo a la del reflejo de esa mañana y ese si era, pero no la de aquel dechado de la funeraria.
No sabes lo difícil que es ya no verme, te lo conté el otro día, creo que no oíste por que estabas contemplando, como siempre, tu irrisoria musculatura, no se de que te emocionas si ya te diste cuenta que vamos a terminar como unos imberbes, ¿estás contento? Decidiste todo, hasta el día que me iba a dejar de ver ¿espero tu llamada o continúo en la zozobra de seguir tus ambiguas instrucciones? No te preocupes, yo no te culpo de nada, sabes que no veo de lejos, seguro es por eso por lo que ya no me veo.
Respóndeme ya por Dios, dime si tu si me ves en el espejo, dime si alcanzas a ver a la de quince que se reía por tus chistes, a la de dieciocho que llevabas por dulces a la Alameda, dime que ves a la de veintidós que tenía una carrera por delante, la que a los veintiocho te prometió un hijo, a la que le rompiste el corazón por primera vez a los treinta y pico, la que se hizo abuela a los cuarenta y seis, la que dejó de bailar a los cincuenta, aclárame si ves a la que se enteró de tu juego a los sesenta y tres, la que le prometiste por milésima vez una vida juntos a los setenta y cinco, a la que defendiste y rogaste perdón a los ochenta y cuatro y a esa que dejaste una mañana en sus noventa.
Te mando estas líneas con Rosaura como despedida, por favor ya quédatela no entiende que no me gusta el chocolate y se empeña todos los días en recordar Oaxaca, ¿puedes darle tu dirección correcta? Ya me tiene cansada preguntándome tu paradero:
-Señora ¿a dónde la llevo?
-Pues a donde niña, ahí a la casa de ella, junto al español y el francés o ya si quieres con San Nicolás.
Para tu buena suerte en el escritorio del despacho encontré una referencia de donde estas para que la anotes bien: “Legaria número 449”, ya le dije que te busque, seguro estás dormido o con la quiniela, a ver si se la recibes, no es necesario que contestes, nada más si te pido que por los doce o sesenta y dos años juntos, me mandes mi reflejo y tu olvido.
Qué fuerte, la pérdida de un@ mism@ dentro del otro, creo que esa es una pregunta recurrente en cierto tipo de momentos y personas. Tu narración me sacó unas lágrimas. Tq.