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El reunir en un solo documento todos los refranes, dichos populares y algunas frases resultaría, explicando hasta donde los archivos y bibliografía histórica a nuestra mano se pudieron obtener resultaría en un tratado de más de 200 hojas, estimo, por esto hemos seleccionado los más representativos desde el punto de vista de un servidor y los hemos clasificado en 3 documentos:

  1. Este, que contiene la introducción y los refranes que hablan de sitios, acontecimientos históricos y nuestra herencia europea.
  2. De Sabiduría Popular.
  3. Refranes Postrevolucionarios.

A la vejez viruelas.

La frase alude a quienes se enamoran tardíamente o se embarcan en aventuras no usuales para su edad, siendo éstas más propias de la juventud. Actualmente se usa no solo para hablar de relaciones sentimentales, sino que también se aplica a cualquier actividad realizada de forma tardía y propia de años más jóvenes.

Esta expresión también es título de una comedia de 1817 escrita por el dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros, una obra en prosa que narra las vicisitudes de dos viejos enamorados de hecho se cree que el dicho surgió a raíz de su estreno en 1824.

La viruela es una enfermedad vírica contagiosa que afectaba principalmente a niños y adolescentes y que una vez curada dejaba cicatrices para siempre. Por tanto, no era una infección propia de personas de edad avanzada.

No hay quinto malo.

El refrán hace referencia al hecho de que lo mejor de una situación puede ocurrir al final o bien conformarse con algo

Este refrán tiene su origen en las fiestas taurinas españolas, en las que antiguamente eran los ganaderos quienes decidían el orden de los toros en la jornada, dejando a sus ejemplares más destacados en el quinto lugar, por lo que se esperaba que lo mejor del espectáculo se diera en ese momento.

Normalmente en una corrida se lidian 6 toros entre 3 toreros, dos toros por cada torero.

Otra versión, menos extendida, sugiere que, si bien la expresión tiene origen en las corridas de toros, en realidad hacía referencia al ánimo de los asistentes a la lidia quienes, después de ver al cuarto toro, disfrutaban de una merienda, así que cuando se reiniciaba la corrida con el quinto ejemplar, estaban más dispuestos para el espectáculo.

Un ejemplo del uso de esta expresión en la actualidad podría aplicarse a alguien que, después de haber probado con varias experiencias laborales, asume un nuevo trabajo. En este caso, “no hay quinto malo”, es decir, esta podría ser una experiencia provechosa después de haber pasado por otras que quizá no fueron tan buenas.

Un equivalente de este refrán podría ser “a la tercera va la vencida”, para indicar que después de varias oportunidades se podrá alcanzar el éxito o sacar provecho a una situación.

La expresión “no hay quinto malo” también puede interpretarse como un dejo de resignación, al indicar que hay que conformarse con lo que hay, con lo que queda de algo, aunque este uso no es tan común.

A ojo de buen cubero.

Esta frase se refiere a algo que se hace de forma aproximada, sin precisión exacta, y sin usar ningún tipo de instrumento o herramienta de medición, o sea más o menos o ahí se va.

Antiguamente las cubas, que eran recipientes para líquidos, grande, de madera, de forma cilíndrica y ligeramente abombado en el centro; está formado por una serie de listones arqueados unidos por aros de metal o madera y cerrado en sus extremos por una base redonda de tablas, normalmente eran destinadas a contener agua, vino, aceite u otro líquido distinto, eran fabricadas una a una por el cubero de forma artesanal y su capacidad variaba mucho en función de las medidas dictadas por los señores feudales.

Es así que todo dependía de la habilidad y el “buen ojo” del cubero para calcular su tamaño y que fueran todas más o menos iguales.

Dar gato por liebre.

Se refiere a un engaño, no bien intencionado por lo regular, en el que se da alguna cosa de inferior calidad, bajo la apariencia de legitimidad.

Antiguamente, las hospederías, posadas y fondas gozaban de una dudosa fama, sobre todo en materia de viandas y calidad de sus comidas; algo que ha mantenido la tradición con el paso de los siglos. La literatura universal está llena de alusiones, muchas de ellas irónicas, acerca del valor de los alimentos ofrecidos en ellas. Era tanto el descrédito de estos lugares que llegó a hacerse usual entre los comensales la práctica de un conjuro, previo a la degustación, en el que parados frente a la carne recién asada recitaban: “Si eres cabrito, mantente frito; si eres gato, salta al plato”.
Por supuesto, este “exorcismo” nunca sirvió para demostrar la veracidad de la fama de la posada, pero dio origen a la expresión dar “gato por liebre”, que con el tiempo se incorporó al lenguaje popular. Entre otras acusaciones, los venteros a menudo eran sospechosos de echar un asno en adobo y venderlo como ternera, y también de servir platos cuyo contenido no se sabía si era conejo, liebre, cabrito o gato. Una de las estafas más comunes era dar carne de gato en lugar de liebre. De ahí que este dicho se utilice cuando se intenta engañar en la calidad de una cosa, ofreciendo otra inferior que se le parece.

Dormirse en los laureles.

Este refrán se le dice a alguien que se ha relajado, descuidado, ha dejado de hacer algo que debería hacer o lo está haciendo, pero con desgana y poca eficiencia.

Para conocer la procedencia de esta expresión tenemos que remontarnos a la época del Imperio Romano o incluso antes. Antiguamente, a los poetas, emperadores y generales victoriosos o gladiadores que se ganaban la libertad en la arena o los atletas triunfadores en los juegos olímpicos, se les coronaba con guirnaldas confeccionadas con hojas de laurel. Después de haber conseguido el triunfo y el reconocimiento general, esa persona dejaba de trabajar y esforzarse y se dedicaba a recordar o vivir de sus viejas glorias o triunfos, diciéndose entonces que se dormía en los laureles.

Hay gato encerrado.

Se dice cuando desconfiamos de alguna cosa o sospechamos que hay algo turbio en algún asunto, alguna causa o razón oculta.

Esta frase es originaria de los siglos XVI y XVII, cuando se puso de moda llamar “gato” a la bolsa o talego en que se guardaba el dinero. Estas bolsas eran hechas con piel de gato, se les empezó a llamar popularmente “gatos” a las que podían contener riquezas desconocidas.

Era habitual llevarlo, como remedio a posibles hurtos, escondido entre las ropas o guardado en algún lugar de la casa; los ladrones vigilaban a sus posibles víctimas para ver si tenía dinero y donde lo guardaba, el mensaje era transmitido a sus cómplices consistía en decir si allí había” gato encerrado” o, lo que es lo mismo, una bolsa con dinero escondido.

Dar en el clavo.

Se refiere a cuando alguien adivina o deduce algo por lo general difícil, y lo dice con afirmación.

Antiguamente existía un juego llamado hito que consistía en fijar una barra de metal en el suelo y arrojar desde lejos unas herradoras de hierro hasta colar la herradura en la barra; a la barra de metal se le llamaba hito, la cual era como un gran clavo metálico, por lo que “dar en el clavo” significaba ganar el juego.

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