Gracias a mis malas decisiones, a mi pésimo hábito de actuar impulsivamente y por mis vanos deseos de alimentar mi ego, ahora me encuentro en una situación difícil.
Después de disfrutar algunos placeres, vivir haciendo cosas para probar mi virilidad, y por probarme a mí mismo que aún tengo la habilidad de conquistar a una mujer, me vi hundido en un infierno que yo mismo creé.
Caí en un oscuro abismo que en un principio creí era lo mejor para mí, la soledad, me sentía tan cómodo estando solo. Me sentí independiente y realizado.
Al pasar algunos días me di cuenta que en realidad no estaba solo, estaba abandonado. Mi casa se convirtió rápidamente en un muladar: basura, envases de cerveza y cenizas de cigarro por todo el piso, ropa sucia por toda la casa y la nevera vacía, igual que mi estómago. Mi vida era un completo desorden.
Me volví irresponsable para ir al trabajo, todo lo que quería era embriagarme y dormir para así no pensar en lo que estaba haciendo. Entonces caí en cuenta que estaba muy cerca del fondo y era momento de decidir qué tenía que hacer.
Me levanté y fui en busca de la única persona que podría ayudarme, esa persona a la que hice tanto daño, a la que abandoné por ir en busca del placer.
Mi esposa, mis hijos, mi vida entera estaba ahí con ellos y yo torpemente la estaba buscando en otro lugar.
Sin que yo lo mereciera, ella una vez más me dio su mano y me rescató del infierno. Me llenó de cariño y le devolvió la alegría a mis días. Pero cuando todo parecía volver a la normalidad, mi estupidez me llevó a traicionarla de nuevo.
Pasamos por una nueva tormenta de la cual creí que saldría con las manos vacías y de nuevo recibí otra inmerecida oportunidad.
Heme aquí, con la dura tarea de reconstruir una relación que yo mismo destruí, un corazón que pisotee, una persona que a pesar d todo el dolor que le he causado me sigue demostrando cuanto me ama.
Ahora no sé qué hacer para que ella confíe nuevamente en mí. No puedo quejarme, pues soy víctima de mis propias decisiones.
