Hoy estás en donde estás por las decisiones que has ido tomando día a día. Tú decides qué hacer, cómo manejar tus pensamientos, tu enfoque, cómo reaccionar ante las circunstancias, cómo dirigir tus emociones. Todo lo decides y todo te arroja un resultado, positivo o negativo, siempre hay resultados.
Por la noche puedes programar el despertador para que suene a las 5:30 a.m. Todo parece estar perfecto y tienes grandes planes para el siguiente día. Tienes preparada una lista con tus objetivos más importantes para mañana. ¡Excelente! Todo pinta para que tengas un gran día todo el día.
¡Riiiiiiing! Hora de de despertar. Estiras la mano para posponer la alarma y te dejas dominar por el típico «cinco minutos más». En menos de medio minuto has tomado al menos tres decisiones que, de acuerdo a lo que tenías planeado, no son las mejores decisiones para iniciar el día.
Decidiste posponer el despertador, decidiste aceptar la perezosa idea de los «cinco minutos más», decidiste incumplir con el plan que preparaste anoche con tanto entusiasmo.
La maldición de los «cinco minutos más»
A todos nos llega a suceder. Esos «cinco minutitos» conque nos consentimos y dormimos tan rico, sin darnos cuenta y como si fuera un hechizo, se convierten en media hora o más. ¡Horror! En ese momento sales de la cama ya con el tiempo encima, con el estrés al máximo nivel y tus primeras palabras del día son maldiciones, groserías y hasta te insultas… Ya podrás imaginar como es el escenario y el ambiente a lo largo de tu día después de esos «malditos cinco minutos».
Ya sea que salgas o te quedes en casa, si tenías cita con alguna persona o compromisos contigo mismo, el punto es que sabes que fallaste. Fallaste a tu plan del día y tu mente estará ocupada en idear y hasta tratar de convencerte con justificaciones para disculpar tu indisciplina. Te sientes enojado y culpable. Es muy incómodo ese remordimiento por no haber hecho lo que debiste hacer y además sabiendo que no puedes regresar el tiempo. Y todo por haber tomado la decisión incorrecta de los «cinco minutos más».
La recompensa de la autodisciplina.
Llamemos autodisciplina a la capacidad de hacer las cosas que tengo que hacer, con o sin deseo de hacerlas. Si tengo que hacerlas las hago y punto. Sin pretexto.
Todos tenemos nuestros momentos de pereza y debilidad. Uno de los hábitos que marcan la diferencia entre lograr o no nuestras metas, es la manera en que decidimos actuar ante la tentación de la indisciplina.
Cambiar el «debería hacer» por el «tengo que hacer» y hacerlo, al final del día te dejará paz, satisfacción, sensación de triunfo y aumenta tu nivel de autoestima más que cualquier otro estímulo externo.