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Es verdad: nadie en su sano juicio se alegra con la noticia que va a ser mamá o papá. Nadie.  Por mucho que nos queramos poner románticos y recordar aquel momento como el más feliz de nuestra vida, seamos honestos, no es así. Si en mi primer embarazo yo juraba que tenía un “simple desajuste hormonal”, en el segundo, apostaba a que mis malestares se debían “por lo menos a un tumor”. Bien, mi desajuste usa moños y mi tumor viste de azul.

No es que estuviera tan joven, ni que rechazara completamente la idea de ser mamá. Para ese entonces ya estaba lo suficientemente grandecita, con trabajo, techo y con pareja estable. Me movía en la sintonía “no lo buscamos, pero tampoco nos parecía desagradable tener un bebé”. Sin embargo, en lo interno hicimos planes sobre viajes, búsqueda de nuevas oportunidades, cambio de aires… Siempre viéndonos solos.

Cuando recogí la prueba con el resultado POSITIVO me puse a llorar y sí, casi me desmayo. No fue emoción ni felicidad desbordada, fueron nervios. Luego, el primer ultrasonido me confirmó algo a lo que no tenía ni la más mínima idea de cómo enfrentarme. “Los primeros tres meses de gestación son los difíciles, pero eres una mujer sana y en una edad perfecta para ser mamá” Esa debía ser una buena noticia. “¡Pero si a mis 31, apenas empieza la vida!”. Lo peor del embarazo es que una tiene que aventarse este periodo sin gota de alcohol o un cigarro para los nervios.

Pensé que era un castigo divino por todas las veces en que me atreví a decir que jamás podría tener hijos, que “eso no es para mí”; por cada ocasión que critiqué a “esas madres dejadas, fachudas y dependientes de sus niños”; por esa declaración tajante: una vez siendo mamá, tú vida nunca vuelve a ser tan divertida; peor aún, recordé las noches de parranda: las vi alejarse bailando entre lucecitas de colores que se apagaban mientras la música bajaba el volumen.

Imagen: Despacho de abogados Gómez Menchaca
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“¿Te cae?” fue la respuesta de mi esposo. En cuanto supe se lo dije sin regalos sorpresa ni cartas, mucho menos, corazones. Era tanta mi impresión que necesitaba compartir ese peso con alguien más. Una vez teniendo tal carga entre los dos, ahora sí empezó lo divertido. Valga la comparación, es como cuando haces una travesura con tu mejor amigo y tendrán el mismo castigo ambos.

Vinieron la incertidumbre, las lágrimas, la expectativa. Nos hicimos preguntas, bombardeamos al doctor con nuestras dudas, leímos (y hasta la fecha lo hacemos) todo artículo sobre la crianza, escuchamos opiniones, nos quedamos con las que nos convencieron. Resulta que el mundo entero tiene la manera perfecta de ser el padre perfecto.

La búsqueda de los pañales, la ropa, los regalos, divertirse haciendo planes, preparar el espacio para vivir con alguien pequeño que depende completamente de ti. De repente, sentir algo parecido a unas burbujas en el estómago y resulta que por fin te das cuenta que ahí está.

Alguna vez alguien (soltero y sin hijos, por supuesto) se atrevió a decirme “debe ser maravilloso eso de ser mamá, seguro te ha aclarado la vida”. Por supuesto que no. Miente quien dice que ser padre le ha resuelto su existencia, al contrario, las complicaciones se multiplican por… ¿cientos? ¿Miles? ¿Millones?

Todos los pensamientos abrumadores se conjugan en un resultado: POSITIVO. Luego de respirar, pasar saliva, volver a respirar, uno vuelve a tomar el volante del auto. “¿Quieres que yo maneje? Me preguntó mi mamá, quien recibió la noticia (y el drama) junto conmigo.” No era necesario, después de todo, ahora era yo quien tendría que llevar a alguien para todos lados los próximos 9 meses. Definitivamente el mundo ya no vuelve a ser el mismo. Y sí, ser mamá es maravilloso… a veces. ¿Pero a quién demonios le interesa vivir en la rutina?

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  1. Que feo que generalices de esa forma. Habemos muchas parejas que planeamos el embarazo, incluso nosotros estábamos todo el tiempo al pendiente de los días fértiles una vez que decidimos que era tiempo de ser padres. Era muy triste cuando llegaba el día de la menstruación porque significaba esperar más. Tardamos 6 meses en lograrlo y definitivamente el día que salió positivo fue el más feliz, porque nosotros sí lo planeamos, sí lo deseábamos y sí estábamos listos para recibirlo en todos los sentidos 🙂 como dicen, cada quién habla como le fue en la feria, pero que mal que creas que todos los que tenemos hijos la pasamos así.

    • Tampoco se trata de juzgar una perspectiva, al final estás leyendo la experiencia de un tercero. Con su retórica, su sentido del humor y su particular punto de vista.
      Me parece a mi que en lo único que se generaliza es en que, esperado o no, sientas unos nervios desbordantes y eso creo que es innegable por muy planeado y controlado que lo tengas todo.
      Efectivamente es un tema sensible y no tiene mucho casi entablar una discusión o algo parecido.
      Saludos

  2. Gracias por tu comentario. Entiendo que hablar de maternidad siempre es un tema sensible y las madres siempre seremos juzgadas por todo. Cómo me va en la feria? Raro. La maternidad no siempre es bonita y mucho menos cuando hay estereotipos tan marcados. Bendiciones y luz.