Hoy me encuentro aquí, frente a la pantalla de mi computadora, con una mezcla de emociones abrumadoras y un profundo sentimiento de gratitud. Quiero compartir con todos ustedes lo afortunada que me siento en este momento de mi vida, y quiero hacerlo de una manera genuina y sin caer en la cursilería. Porque, debo admitir, es difícil encontrar las palabras exactas para expresar lo agradecida que estoy hoy.
Me siento increíblemente afortunada por haber recibido un diagnóstico correcto y el tratamiento adecuado para mi condición médica. En un mundo lleno de incertidumbre, donde tantas personas luchan por encontrar respuestas, me doy cuenta de lo afortunada que soy al tener acceso a los recursos médicos proporcionados por el gobierno del estado al que ahora pertenezo, estado al que llegué como invasora y me recibió con los brazos abiertos. Agradecida por no tener que peregrinar atrapada en las deficiencias de un mal gobierno, y feliz de saberme respaldada por un sistema de salud que se preocupa por brindarme el cuidado que necesito.
Bendigo cada día el trabajo que tengo, porque más que un empleo, puedo dedicar mis horas y esfuerzos a mi pasión. No todos tienen la suerte de despertarse cada mañana con entusiasmo y ganas de enfrentar el día. Pero yo sí, porque mi trabajo me llena de alegría y propósito, y lo más asombroso es que tengo la libertad de organizar mi agenda de acuerdo a mis necesidades y proyectos. No tengo que pedir permisos ni estoy obligada a asistir al trabajo mientras me recupero de los efectos secundarios de mi tratamiento. Eso, en sí mismo, es un regalo invaluable.
Estoy profundamente agradecida con todos aquellas personas que de una u otra manera están a mi lado. Gracias a mi familia, cuyo amor y comprensión han sido un apoyo primordial e insustituíble. Su presencia constante, su respeto y su paciencia han sido mi roca en los momentos difíciles.
Gracias a mis amigos y a todas las personas que (algunas aún sin conocerme personalmente), conocen mi situación y me han brindado palabras de valor y aliento. En un mundo donde a menudo nos sentimos desconectados, este apoyo lleno de amor me da testimonio de que la empatía y la solidaridad aún existen.
A veces siento miedo, lo confieso, pero todos ustedes me dan tanta fuerza, valor y amor, que el único miedo que vale es el que algún día llegara a olvidarme de lo afortunada que yo soy.