Ser infieles en la relación de pareja es, y ha sido, una de las problemáticas sociales de mayor interés para los especialistas en las diversas áreas de estudio de la mente humana y la salud mental. Determinar los elementos que le componen, y las pautas de seguimiento de este complejo comportamiento no está ni cerca de ser sencillo. Sin embargo, en este espacio, trataré de ubicar algunos elementos, en términos generales, que componen tan controvertido fenómeno de nuestra especie humana.
De inicio, es adecuado componer una definición del término “infidelidad” en el contexto de la relación de pareja. Para ello podemos decir que, dentro del talante tradicional, una unión de común acuerdo entre dos personas representa un pacto. Y este pacto dentro de la pareja consiste, entre otras cosas, en que haya exclusividad. Es decir, que no haya un tercero. Cuando la pareja pacta, crea un acuerdo y en éste, se basa en la confianza. La infidelidad es el rompimiento de ese pacto y la confianza es, sin dudarlo, uno de los adhesivos afectivos más importantes que existen dentro de cualquier relación.
Pero, ¿cuál es el origen que desencadena las pautas de la infidelidad?
En términos psicoanalíticos, la infidelidad se mantiene dentro de un origen psíquico, en donde existen dos términos endémicos en el ser humano; la pulsión y la fantasía.
La pulsión; que para fines pragmáticos definiré de forma somera, es la representación psíquica de una fuente de estímulos en el interior de cada persona, los cuales están en continuo fluir y pugnan por salir para investir de afecto al próximo objeto amoroso (pareja). Sin embargo, la pulsión se destaca por oponerse a los imperativos morales que le gustaría seguir a un sujeto de forma consciente.
“La relación que une al sujeto con sus objetos sexuales (pareja), no es tan fuerte. Esta relación de determinación es muy lábil; el objeto es el que más puede variar y el fin buscado puede ser distinto al coito”. José Velasco
La pulsión se une a los estímulos provenientes del exterior, creando formas de expresión de la sexualidad adulta que rebasan el mero coito y se encuentran en el límite entre lo corporal y lo psíquico. A partir de este punto se toman, desde el talante psicoanalítico, tres inclinaciones sexuales:
- Las inversiones; tomar por objetos sexuales aquellos que no son comúnmente aceptados. (filias).
- Las desviaciones del fin sexual. (transgresiones anatómicas, fetichismo).
- Fijaciones en los momentos previos a la consumación del coito. (exhibicionismo, caricias, masturbación, etc.).
De esta forma las pulsiones nos impulsan a desear al otro, atendiendo de forma adicional a alguna inclinación sexual que se ubica en nuestro inconsciente. Y ese otro es siempre investido con la energía que le provee su pareja pero dada la labilidad de las pulsiones, siempre existirá la posibilidad de desbordar sobre otro objeto de deseo si nuestros fines sexuales, psíquicos y corporales no son movilizados a nuestro antojo. En el caso de la infidelidad, la realidad psíquica de la persona esta mezclada con la fantasía, y siendo una característica de la naturaleza humana, estalla cuando un hombre o una mujer encuentran en otro aquello que moviliza sensaciones, previamente alimentadas por el canal de las pulsiones dentro de alguna de las inclinaciones sexuales mencionadas antes. A partir de este punto comienzan a surgir imágenes relacionadas con la persona, sensaciones corporales como sudoraciones corporales, el latir acelerado del corazón, humedecimiento de los genitales, etc.
¿En qué momento somos infieles?
En este momento se sabrá que no es necesario que la infidelidad llegue a la acción, ya que ha sido consumada en el campo empírico. Nuestra mente ya desplegó una serie de sensaciones e imágenes que nos colocan en estrecha relación con la persona deseada (objeto amoroso).
Para algunas personas, este es el punto donde la infidelidad se ha consumado. Algunas otras no somos infieles hasta que la acción toma parte dentro de esta fantasía. E incluso al llevarse a cabo en el plano de lo real hay quienes deciden que la infidelidad inicia desde una mirada, un beso, una caricia o con el coito mismo.
Sin embargo, la fantasía guiada por la pulsión se mezcla con las acciones humanas, adquiriendo fuerza que lleve este conjunto al plano de lo real, conduciendo al ser humano a una realidad material, donde éstas pretenden ser realizadas con la creencia de obtener un gran placer. De esta forma se convierten en meta importante de nuestra existencia.
En términos generales, ¿cuáles son algunos de los motivadores principales de los infieles?
Si bien, desde el talante psicoanalítico se buscó explicar el origen de la infidelidad. Existen distintas situaciones que motivan a una mujer o un hombre a dar parte en este fenómeno.
El primero de ellos es la curiosidad, donde la fantasía juega un papel muy importante. Aquí hay una sobre dimensión de la persona fantaseada y la relación sexual esta sobre idealizada, ya sea por el interés en los mismos temas, el compartir los mismos intereses o simplemente existe atracción física.
Otro de ellos es la búsqueda del afecto. Esto suele pasar más veces en las mujeres que en los hombres, y va en función de las formas en que el afecto es requerido y las expectativas que se tuvieron en la relación de pareja. Siempre es más bueno saber que se desea más que saber que desea el otro. El conocerse a sí mismo permitirá, no que no haya infidelidad ya que los motivadores pueden cambiar, sino que se podrá estar en un estado de bienestar más frecuente si llegamos a conocernos.
La institución de la monogamia por la sociedad opresiva. Estamos de acuerdo en que vivimos dentro de un marco cultural y social, donde la monogamia impera, es bajo esta premisa que las parejas deciden unirse. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, es necesario llegar a conocerse para decidir si la unión de pareja que se elegirá concurrirá con los deseos y expectativas que se buscan.
Las expectativas. Uno de los grandes motivadores de la infidelidad es la gran carga de expectativas que tiene la persona en una relación de pareja. Dado en parte por la relación del individuo con su entorno social y cultural, con las expresiones artísticas como el cine o la literatura donde se muestran relaciones de fantasía donde se crean las más grandes expectativas con quienes se sumergen en ellas. Al no alcanzarse las mismas, existe una sensación de frustración y el proceso y búsqueda de otro objeto que satisfaga nuestras expectativas.
Y he aquí uno de los más grandes estímulos para los infieles, la incapacidad de tomar decisiones. La toma de decisiones representa una experiencia traumática para muchas personas, representa obtener algo con la premisa de que para obtenerlo habrá que perder otra cosa. ¿Cómo tener las características de aquella persona que representa la fantasía que se desea sin perder lo que ya se tiene en una relación de pareja?, ¿por qué debería dejar a mi actual pareja si puedo tener a ambas personas que me ofrecen distintas formas de satisfacción?. El hecho de no querer perder lo que ya se tiene por ir en busca de ese otro que podría “satisfacer” mis deseos representa una de las más grandes características de las personas infieles.
Estos son solo algunos motivadores, en términos generales, de la infidelidad en las relaciones de pareja. Las personas no son infieles porque la relación vaya mal solamente. La relación puede ir de maravilla y aun así podría existir es tercero que uno u otro miembro de la pareja siempre está buscando. La infidelidad es un fenómeno que se vive con culpa. Es así porque la infidelidad se basa en la mentira, y la mentira estresa. Con esto se pretende hacer saber que la infidelidad siempre sale a la luz, dejando “pistas”, inconscientes para que la persona sea descubierta y pueda sentir ese alivio de alguna forma. Es importante conocerse a sí mismo, conocer que se desea en una relación de pareja y trabajar para que funcione para que ambos puedan, dentro de lo posible mantenerse fieles al mismo objeto amoroso, su pareja.