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– Una noche desperté con una molestia en el pecho, sentí una opresión que no me dejaba respirar y me angustié mucho… pero al mismo tiempo agradecí el haber despertado, porque estaba teniendo una pesadilla de esas que te hacen sudar.

Me incorporé muy agitada, entre la opresión del pecho y la sensación que me dejó la pesadilla, me costó un momento para darme cuenta de que todo estaba razonablemente bien. Decidí ir a la cocina y tomar un poco de agua, mi respiración seguía agitada.

Cuando me sentí un poco menos sofocada, traté de volver a dormir, pero la angustia me tenía atrapada y sólo daba vueltas entre las sábanas, así que preferí tomar un libro, poner un poco de música relajante y fumar un cigarrillo para sentirme más tranquila.

El médico no me cree

Por algunos días, seguí sintiendo esa molestia en el pecho, esa opresión que me impedía respirar bien, así que fuí a consultar al médico de la colonia. Él me conoce desde hace muchos años, así que le tengo una confianza ciega, sin embargo, esta vez, aunque yo sé que me está pasando algo serio… quizá se trate de algo fatal… Él me revisó de pies a cabeza, me tomó la presión, midió mi estatura y checó en la bascula los kilos que tengo … Lo único que hizo fue enviarme algunas vitaminas y decirme que tenía que controlar mi peso, además de aconsejarme que deje de fumar.

Como no me quedé conforme con su diagnóstico, y no estaba dispuesta a gastar en otra consulta con algún otro médico, busqué una segunda opinión en el lugar ideal para encontrar cualquier tipo de información: ¡Internet!

Puse en el buscador todos y cada uno de mis síntomas. La opresión del pecho, la falta de aliento, el cansancio y hasta la depresión… ¡Me estoy muriendo! ¡Toda la información que encontré no puede fallar!… ¡Estoy tan jóven y quizá no sobreviva ni una semana más!

Deja de ponerle sal al postre

Aún sin tener cita, falté a mi trabajo para ir nuevamente con mi médico familiar y exigirle que me salvara la vida… Le enseñé la captura de pantalla de todo lo que leí la noche anterior y entonces él me dijo que para qué lo consultaba si creía más en el cyberdoctor… Y después de una larga discusión al respecto, y quizá conmovido al verme llorar, me ordenó varios estudios que, dicho sea de paso, como los pedí urgentes, no sé cuándo los pueda terminar de pagar.

En cuanto tuve los resultados, se los llevé para que me dijera cuánto tiempo me quedaba de vida, pues, aunque yo los revisé y quise compararlos con la información en la internet, no pude entender ni una comilla…

—Todos tus niveles están perfectos —me dijo con una sonrisa conciliadora —debes estar agradecida de que tienes una salud más maravillosa que un pastel gourmet, y si te cuidas, seguramente vivirás una larga vida… «Deja de ponerle sal al postre» es decir, deja de complicarte la existencia y sé agradecida y feliz.

Yo me sentí confundida, pero igual le pedí que me ayudara con algún buen tratamiento porque yo quería vivir.

—Empecemos por una terapia para que dejes de fumar y una buena rutina de ejercicios. También debes cambiar tus hábitos alimenticios para cobatir el sobrepeso y, mientras recuperas tu talla de hace un par de años, usa un brassiere más amplio, para que puedas respirar mejor… Y lo más importante de todo esto… deja de buscar segundas opiniones en el navegador de internet.

<strong>¿Te gustaría poner tu casa amueblada en renta?</strong>
La serpiente (primera parte)

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