Inquietante mi mirada vuelve a observar tu foto, es innegable la sensación de una explosión en mi cabeza lo que vislumbré. Que impactante fue, tanto, que es imposible poder sacar esa imagen de mi mente.
Y, es que sólo era una plática normal entre chicas, los ánimos empezaron a calentarse y nunca lo vi venir. Un coqueteo que fue subiendo poco a poco, de por sí, entre mujeres nos tratamos con cariño, pero esto fue más allá.
Tan ilógico que en un pequeño debate sobre la diferencia entre como duermen las personas casadas y las solteras me dieras tal sorpresa.
Es normal en cualquier mujer admirar la belleza de otra, así como envidiar y qué decir de la comparación. Pero mi admiración hacia tu imagen fue algo que no vi venir.
La belleza de ese par de fotos fue tal, que tiendo a sonrojarme con tan solo traerlas de vuelta a mi mente. No lo niego, sé admirar tu feminidad y lo grácil de tu figura. Lo acepto, no puedo salir de este asombro.
Indago en mi mente, y no logro obtener recuerdo alguno que me genere tal agobio a causa de mi imaginación. Es que una cosa son las fotos y otra muy distinta lo que yo fantasee. Y nunca había yo curioseado esos ámbitos.
Esas fotos, ¡Por Dios! No puedo salir de este embelesamiento. Me siento como un perro esperando que le avienten un hueso, sin poder hacer nada, esperando a que seas condescendiente conmigo y me des una probadita más, que me compartas otro instante íntimo tomado con la cámara de tu celular.
Pero, aunque me quedé picada ¿sabes? me da miedo ir por más de ti. Me conformaré con lo que quedó en mi cabeza, ya que no se logró guardar, más que en mi retentiva memoria.