El periodista Carlos Denegri fue admirado y repudiado por sus colegas y por los hombres de poder. Y aún hoy es recordado como “el mejor y más vil de los periodistas”, porque se valió de lo que sabía para enriquecerse.
En “El vendedor de silencio”, el historiador Enrique Serna lo retrata como un enfermo de poder, ambicioso, sin escrúpulos, además de ser un hombre violento con las mujeres. De hecho, su tercera esposa, Herlinda Mendoza lo asesinó..
Hijastro de diplomático, conoció personas, lugares e idiomas. Ese bagaje más su talento para entrevistar, lo llevó a ser reportero estrella del periódico Excélsior. Incluso fue considerado como uno de los 10 mejores periodistas del mundo.
Como muchos periodistas, Carlos Denegri (1910- 1970) tuvo oportunidad de conocer los trasfondos del poder y con esa información aprovechó para enriquecerse a cambio de no revelar lo que sabía: corrupción, fraudes a la nación; traiciones.
El periodo de influencia del periodista en esa relación gobierno-prensa fue de 1940 a 1967, en las gestiones de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), Miguel Alemán Valdés (1946-1952), Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958). Adolfo López Mateos (1958-1964) y parte del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970).
Enrique Serna dice que Carlos Denegri hizo del “chayo” una industria. Sin embargo desde tiempos remotos han coexistido periodistas que reciben prebendas para dar a conocer lo que conviene a los hombre de poder y políticos de todos los niveles, desde los más humildes hasta los más encumbrados dispuestos a pagar para que se diga de ellos lo que les conviene. No podría existir uno sin el otro.
En el libro se muestra esa relación al “tú por tú” que Carlos Denegri mantuvo con la clase política. Era invitado a giras nacionales e internacionales, fue intérprete ya que hablaba cinco idiomas; asistía a reuniones y fiestas exclusivas en las que por supuesto todos sabían que le pagaban una “iguala” mensual para estar bien con él, para que publicara o no lo que sabía.
Esa relación prensa-gobierno, documentada en el libro “¡Prensa vendida!” (1993) de Rafael Rodríguez Castañeda
justamente del periodo de Miguel Alemán a Carlos Salinas de Gortari, muestra que la situación sigue igual, muestra que Carlos Denegri sigue siendo solo un ejemplo.
“Desde el funcionario de más bajo nivel hasta el Presidente de la República, las instancias gubernamentales han asumido la tarea de cortejar, corromper y aun reprimir en la búsqueda de una prensa sumisa e incondicional. En contraparte, muchos periódicos y periodistas -desde los reporteros de nota roja hasta directores y gerentes- han hecho suyo el hábito de cortejar y dejarse cortejar, adular, corromperse, chantajear, someterse, ponerse al servicio del gobierno en su conjunto del funcionario en lo personal, con las excepciones de quienes están dispuestos a enfrentar los riesgos de romper las reglas del juego”.