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En estos tiempos tan difíciles que todos en el mundo entero pasamos, una de las cosas más complicadas de realizar es perdonar a quien o quienes nos  han lastimado.

Todas, absolutamente todas las religiones, filosofías y creencias hablan del perdón, todas piden a sus seguidores la disculpa por los agravios recibidos independientemente del pedir perdón por los pecados y agravios cometidos por uno mismo.

Pero ¿qué pasa cuando el agravio es de una intensidad mayor? ¿Cómo perdonar al asesino de un hijo o de una hija? ¿Cómo perdonar la violación a un niño o una niña? ¿Cómo perdonar cuando se es víctima de violencia física, sexual y psicológica dentro de la familia o del matrimonio?

En reciente encuesta realizada por quien esto escribe entre cientos de contactos en redes sociales las respuestas fueron muy variadas, básicamente la gran mayoría estaba a favor del perdonar más por la paz en uno mismo que por el daño en sí o por quien cometió el mismo. La búsqueda de la paz interior, el liberarse a uno mismo del resentimiento, del rencor, del deseo de venganza o del deseo que la persona que nos lastimó sufra tanto o más que uno mismo.

Aún así, se remarca mucho la frase “perdonar sin olvidar” para no caer en el mismo error que nos hizo vulnerables….  Sin embargo, el perdón sigue siendo en cierta forma condicionado ya que si no hay olvido, no existe un verdadero perdón.

“Ora por tus enemigos” nos dice la Biblia,

todos creemos en un “algo” más grande que nosotros a quien acudimos de una u otra manera por la búsqueda de una orientación espiritual que nos ayude a sobrellevar la pena, o el enojo, la ofensa, el coraje, el deseo natural del ser humano por la justicia y el castigo de los malvados.

Perdonar es una lucha interna consigo mismo ya que muchas veces no tenemos siquiera la satisfacción de que la parte ofensora nos pida una disculpa, acepte su error, asuma la responsabilidad del daño, repare el mismo y rectifique su comportamiento. ¿Cómo perdonar a quien no nos pide perdón?

Imagen: Daniel Colombo

El acto de perdonar nos redime a nosotros mismos, no perdonamos porque la otra parte lo merezca, perdonamos porque somos nosotros mismos quienes no merecemos el sentimiento de amargura que invade nuestro corazón cuando estamos heridos dando vueltas y vueltas al mismo poste esperando una reacción de arrepentimiento que nunca va a llegar.

Perdonar, de acuerdo a nuestra encuesta, radica en sacar de nuestra mente y de nuestro corazón el dolor, el rencor y el enojo, darle la vuelta a la página, soltar, dejar ir cualquier sentimiento negativo, sacar de nuestras vidas a personas tóxicas y seguir adelante con nuestras vidas, tratando de no olvidar el error que nosotros mismos cometimos al confiar y querer a quien no lo merecía.

Sin embargo, también de acuerdo a los comentarios emitidos, existen hechos y situaciones que son imperdonables, y no está en nosotros ni en nuestras manos otorgar ese perdón, es absurdo pensar que un ser humano pueda tener la capacidad de perdonar algunos hechos como mencionaba anteriormente, el homicidio, la violación, la angustia provocada por un secuestro, hay situaciones que no nos permiten olvidar  cuando el daño afecta no sólo a uno mismo sino a nuestros seres queridos, en esos casos no hay perdón ni olvido.

En México no existe la pena de muerte,

pero en algunos de los Estados del País del Norte sí, y los familiares de las víctimas de criminales muchas veces esperan años para que se ejecute al criminal y acuden al lugar de la ejecución para ser testigos de la misma y asegurarse de que ese monstruo no hará más daño en su camino, es más, fuera del centro penitenciario se une la sociedad civil afectada para celebrar la muerte del criminal en manos de la justicia.

¿Proporciona este acto del “diente por diente, ojo por ojo” paz a las familias de las víctimas? De acuerdo a estudios realizados se ha llegado a la conclusión de que no es así, la muerte del criminal satisface el deseo de venganza, pero no brinda paz a los afectados ya que no recuperarán jamás a su ser querido, la pérdida es irreparable y el dolor de la ausencia será por siempre aunque el tiempo irá brindándoles la aceptación de la misma y aminorando poco a poco el rencor.

Imagen: Periódico Presencia

Entre los comentarios encontramos la coincidencia de perdonar por uno mismo,

por nuestro propio bien, nos pidan o no perdón, reparen o no el daño, simplemente perdonar, alejarse y tratar de recuperarnos a nosotros mismos y llevar una vida más en paz con uno mismo.

El daño está hecho y entre nuestros encuestados hay personas que definitivamente manifiestan que no son capaces de perdonar, aclarando que una cosa es no guardar rencores ni desear el mal a esas personas nocivas, pero otra muy diferente perdonar, ya que es un acto muy difícil de lograr cuando nos han lastimado profundamente, hay actos imperdonables y no somos ni dioses ni santos como para olvidarlos.

Como seres humanos somos imperfectos y falibles, podemos intentar perdonar, pero muchas veces ese perdón en realidad no existe, desde el momento en que no olvidamos, no estamos perdonando de corazón, ponemos como excusa que no debemos olvidar para que no se repita la situación que nos afectó, pero no olvidar es en realidad el resquicio del resentimiento y habiendo resentimiento no hay un verdadero perdón,  dice una de nuestras entrevistadas “Perdonas pero no olvidas, lo recuerdas con un sentimiento diferente”, sin especificar cuál es ese sentimiento.

Otra de nuestras encuestadas dice “El no perdonar te ata a aquella persona a la cual tú no puedes darle tu perdón. Y aparte perdonar sólo Dios, nosotros sería disculpar de corazón sin resentimientos que nos aten a esa persona que quizá involuntariamente nos hizo daño”.

Para concluir dejo otras opiniones destacadas en la encuesta:

“Perdonar es básico para poder seguir adelante y empezar algo nuevo y sin lastres”.

“Mejor perdonar que cargar con el rencor y el odio. La vida es muy corta para traer tanta negatividad en el alma”.

“Cuando perdonamos nos sentimos mas liberados, ya no traemos esa carga tan pesada, ya no tenemos ese rencor, somos libres”.

“Algo sumamente difícil de dar, sobre todo cuando te han lastimado tan profundamente. Aun cuando tu mente puede entender que no perdonar y vivir con el rencor es envenenarte a ti misma… puedes intentar e intentar pero no dar con esa pieza tan escondida en tu corazón.

Sin embargo, cuando la encuentras, todo el dolor se derrumba y tu corazón se sana, y logras vivir ligera de equipaje”.

“El perdón debe ser de corazón y de mente porque si no olvidas, no perdonas, siempre estará ahí”.

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