Pax

Hace algunos años, como bolichista dedicada acudí junto con la delegación estatal a participar en un torneo fuera de mi ciudad natal para una competencia nacional.

Llegando a la Sede del encuentro, me fui directo al hotel a registrar.

La habitación había sido reservada para dos integrantes del equipo y yo llegué primero.

Al entrar a la que iba a ser mi habitación por una semana, ya que eso iba a durar el maratón de boliche, fui gratamente sorprendida por una imagen que rápidamente invadió mis retinas y me llenó de admiración.

Era un cuadro muy sencillo al lado de una de las recámaras. Una dulce niña que miraba tiernamente una paloma blanca. Había algo que me impactaba, irradiaba una sensación de inocencia y sobre todo paz.

Una noche, me sucedió una experiencia casi religiosa -como dice la canción- porque algo pasó, “se han de haber alineado los elementos, pensé”, ya que yo desperté justo para ver un sortilegio:

Estaban las cortinas cerradas, pero por encima de ellas entraba un haz de luz brillante del exterior que se juntaba en el centro de la pared, entonces recordé, ahí estaba el cuadro que me encantó; como estaban las luces apagadas, mi compañera dormía en su cama y no quería despertarle, pero yo quería saber dónde estaba posicionado ese haz de luz, me atreví y encendí una lámpara de la mesita de noche y entonces vi que la luz estaba posada justamente entre las manos de la imagen de la niña que sostenía la paloma blanca.

Me emocioné bastante, ¿cómo era posible? ¿acaso el personal del hotel se habría tomado la molestia de hacer todo ese montaje?

Al día siguiente le pregunté a mi compañera si no había sentido que encendí la luz en la noche y me dijo que no.

No comenté nada y dejé esa experiencia para mí, porque creo que Así Fue.

Después hice un cuadro yo misma tratando de evocar ese recuerdo, pero bordado a mano y pintoresco. Lo nombré PAX.