Mérida, el lugar lleno de experiencias y vivencias. Desde la simple historia de un beso de verdadero amor en las sillas confidentes, hasta las grandes historias de batallas por la Conquista de esta tierra, es, sin lugar a dudas, algo que no podemos dejar pasar.
Mérida, te agradezco por esos pequeños detalles que a los humanos nos das. Gracias por esa lealtad y tranquilidad que nos obsequias cada vez que pisamos tu lugar.
Ciudad Blanca, como tus habitantes te apodan por tu pulcritud, por tus construcciones de blanco tono pureza que habita en ti, hoy te agradezco por existir.
Gracias por esos mágicos sabores que nos obsequias, que nos haces deleitar. Esos platillos como la Cochinita Pibil, el ceviche, la sopa de lima, el pescado a la Tikin Xic, postres como el dulce de papaya o simplemente un buen Xtabentún con miel o directamente en el café. Sabores que a donde quiera que vaya, su recuerdo me acompañarán.
Siempre recordaré esos bellos momentos de cuando en Mérida yo me enamoré y no, no precisamente de una persona, yo me enamoré de experiencias, de un viaje inolvidable. Fueron cuatro días que jamás olvidaré. Desde la noche del viernes, caminando por las calles del Paseo Montejo. Lo recuerdo bien, enfrente de la Catedral de Mérida, con imágenes proyectadas en ella, era nada más y nada menos que el tema de Piedras Sagradas, contándome la bella historia del lugar. Una proyección llena de colores exquisitos, de magia divina. Sábado gozando de una noche mexicana, escuchando música como trova yucateca y algo de mariachi, mientras nos acompañaba el ya mencionado Xtabentún. Además de ello, una noche llena de risas, abrazos e incluso besos que no podían faltar. Domingo por la mañana gozando con mis compinches, los puestos repletos de comida, de bebidas y todo lo demás. Finalmente, por la noche, nuestra última noche, un deleite de papas a la francesa, banderillas, unas cuantas cervezas y después, comenzamos a bailar. Ese momento fue la gloria y más, con lo que me encanta bailar. Yo veía como todo mundo, a pesar de no conocernos entre sí, ni siquiera entre los habitantes, bailamos sin parar, entre todos, como si la misma música nos hiciera encontrar. Sin duda alguna, una de las mejores noches de mi vida. Yo, una persona que ama sus tradiciones y raíces vivir esto significa mucho para mí, causa nostalgia y orgullo poder pertenecer aquí.
Yo no soy parte de ti, Mérida, pero si pudiera cambiar todo me haría parte de ti, me bañaría todos los días de ti. Eres ese lugar que tanto buscaba desde que nací y mira, quién lo dijera, que el sitio que desde niña soñé, en mi propia tierra lo encontré, te agradezco tanto Mérida por existir, le agradezco al destino por permitirme ir, por permitirme vivir.
Te recordaré por siempre.