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Cuando vamos a la primaria, llevamos una serie de materias que son parte de nuestra formación tanto personal como intelectual. En este periodo llevamos materias como matemáticas, español, ciencias naturales y ciencias sociales.

En la secundaria y preparatoria, el contenido de estas materias cambia de nombre y ahora se convierten en Biología, Química, Física, Geografía, Historia Universal, Literatura Española y dependiendo el tipo de plan de estudios, van cambiando de nombres.

Durante estas etapas, los niños y jóvenes se van inclinando por alguna área de estudio que al final, los lleve a una selección de carrera universitaria y encuentren su vocación.

En mi época escolar, a muchos compañeros no nos gustaban del todo las asignaturas relacionadas a la ciencia, es más, hasta pensaban: “¡Para que imparten esas materias, que ni me van a servir de algo, que ni me llaman la atención y ni les entiendo!”. Por este tipo de argumentos, la mayoría nos inscribimos en carreras administrativas y pasan generaciones y las opciones de carrera siguen siendo las mismas. Vemos cientos de jóvenes buscando un lugar en carreras como Derecho o Administración, que no son malas, pero si el aspirante al final de su proceso académico no está lo suficientemente preparado y aún con las mejores herramientas se estará peleando con cientos de jóvenes por un lugar en el mercado laboral.

Imagen: Cuaderno de Cultura Científica

Por el contrario, en las carreras que están enfocadas a las ciencias (a excepción de medicina) la cantidad de aspirantes es mucho menor y las posibilidades de poder colocarse en el mundo laboral suelen ser más afortunadas que en otras.

Pero, por qué estudiar una carrera que tenga que ver con la ciencia. Hay quienes piensan, que es algo aburrido, de nerds, que es complicado o que es “de locos”, que no le encuentran sentido, pero si volteamos a nuestro alrededor todo es ciencia, desde el medicamento que toma algún familiar y que le ayuda a combatir una terrible enfermedad, el que existan carros híbridos o eléctricos, los elevadores en los grandes edificios, el que un avión pueda realizar viajes tan largos y cruzar el océano o que simplemente, usted, querido lector, pueda leer estas líneas desde la comodidad de su celular, laptop o tablet.

En muchos países, desde pequeños a los niños se les inculca la necesidad de saber más, la curiosidad del porqué prende un foco, o cómo es que pueden ver desde una pantalla de un celular al abuelito que vive en otra ciudad. Gracias a la ciencia el ser humano ha podido comprender los enigmas de la creación del universo, la cura a enfermedades, la preservación de especies animales y vegetales, el desarrollo tecnológico para una vida mejor; aunque no siempre los grandes inventos han sido usados para el bien, como las bombas atómicas usadas durante la Segunda Guerra Mundial, las cuales cobraron la vida de miles de personas y dejando secuelas a millones más durante décadas.

Si usted es de los que disfruta el olor de la tierra mojada después de que cae la lluvia y le produce nostalgia, se pone romántico, le diré que esto se debe a un proceso químico en la tierra y si, mejor aún, esto le dio curiosidad y quiere saber porqué de otras situaciones, le invito a leer una obra titulada “Otras doscientas dosis de ciencia”, editado por Libros UNAM, en colaboración con la Dirección General de Divulgación Científica.

Y como dice el dicho: “De esta agua no beberé”, que mis días y mis noches siempre estarán relacionados con la ciencia.

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