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Mirado todo al trascurso del tiempo,  como un papalote que puedes elevar para soltar, las formas y los fondos van encontrando sentido para mostrar una verdad meridianamente razonable.

Sentirse traicionado por quien debió ser encargada de prodigar amor, seguridad confianza contra todo y contra todos, debió ser una puñalada al corazón.

Lejos están estas letras de ser un ajuste de cuentas,  ambas sabemos que la cuenta quedó saldada años atrás, el dialogo se encargó de cicatrizar una herida que daño el alma pero no el espíritu,  encontró  medicina y dosis perfecta.

Observo a las niñas y niños de doce años, la edad que tenía cuando sucedió todo, sin maldad, sin inteligencia, sin ninguna herramienta para poder defenderme de la agresión, en realidad el hecho no era tan grave pero por un lapso de tiempo mino mi confianza y seguridad, deje de hablar, de peinarme, de que importara todo lo que sucedía alrededor de mí y para mí, el único lugar seguro y mi refugio era el primer grado de secundaria llena de maestras que sustituían a mi madre y  maestros que sustituían a mi padre, los mejores amigos los libros y cuatro o cinco amigas que hoy en día aún tengo la fortuna de ser testigo en sus vidas; dos o tres veces intente gritar, susurrar, hablar, decirle a esas maestras mujeres a las que admiraba lo que pasaba en mi vida, mi querida maestra de Inglés una viejita encantadora, quizá ella con su dulce voz tendría la respuesta correcta, o tal vez esa maestra tan cosmopolita, alta delgada  cabello oscuro largo y negro que le llegaba a la cintura, toda ella tan letrada, podría darme una explicación más convincente; pero sólo de imaginar que mi madre sería enjuiciada, cuestionada, quizá castigada por la Ley, mi boca se sellaba  y el alma se  llenaba de tristeza, ninguna de mis amigas y compañeras que me acompaño en ese proceso sin saberlo,  tenía  la menor idea de lo que implicaba su compañía, nadie noto el cambio, nadie imaginaba lo que pasaba por mi cabeza, quizá si las señales estaban ahí, pero en esa época o por la edad que todos teníamos observar no era algo que nos caracterizara, una sola de mis amigas se atrevió a preguntar si pasaba algo, tuve que tragarme las palabras y decir que no.

Era un pacto secreto entre agresora y  víctima, no debía comentar lo sucedido con nadie, mi arma secreta era el silencio y las lágrimas, cuando la agresora pretendía iniciar un dialogo, la respuesta eran lágrimas y más lágrimas haciendo que eso la desesperara, esa era mi estrategia, hacer que en algún momento dejará de importarle mis respuestas y mi presencia y debo confesar que por un breve lapso de tiempo lo logré.

Pareciera que el tiempo y universo me otorgaron el mejor regalo de cumpleaños, tener la edad que ahora tengo para comprender los hechos, no había una razón lógica para atentar hasta tres veces contra la vida, pastillas primero, después una escuadra sobre la cien, cualquiera debía darse cuenta que algo grave pasaba alrededor mío, pero quizá es que la mayor de las veces optamos por no preguntar para evitar que nos horrorice la respuesta. ¿Por qué escribirlo ahora después de tantos años?, ¿Por qué hacerlo público?

Porque tuve la fortuna de haber fallado en esos tres intentos,  porque aunque han pasado más de treinta años, observo que sigue sucediendo lo mismo, hoy las madres cuentan con estudios profesionales incluso con posgrados pero en el tema de la violencia parecemos instalados eternamente en el grado de palitos y bolitas menos uno, con sorpresa escucho que la violencia sexual o física, debe quedarse en casa, ¿qué va a decir la sociedad si se entera?, ¿te imaginas como te juzgaran si eres víctima?, no lo mejor es callar, o ¿ qué dirán si se enteran que tú agresor es tu padre, tú hermano, tu tío o tú  abuelo? nadie lo creerá, con esas caras tan dulces.

Sin embargo hoy sé que este texto puede llegar a  algún niño, niña, adolescente, algún o alguna joven, una esposa, esposo o adulto mayor que hayan o sean víctimas de violencia física, psicológica o sexual, que no importa el nivel socioeconómico o la escala laboral en la que se encuentre tú agresor, se debe hablar, se debe denunciar, se debe buscar ayuda pero sobretodo debes saber que existe siempre una salida correcta y atinada. En ese momento no entendía que me llevaba a atentar contra mí, la primera respuesta a bote pronto fue determinar que era una inadaptada social, la segunda era que no acataba reglas, nada más lejano de la verdad, la verdad es que me sentía defraudada, ignorada, incomprendida. La verdad es que mientras eres niño joven o adolescente crees que los padres son lo mejor del mundo, que no tienen errores que son sabios y no, los padres SON SOLO SERES HUMANOS, no son buenos, ni tampoco malos, sólo son humanos, hombres o mujeres que quizá  también fueron víctimas de sus padres o madres.

Pasa que cuando descubres que no son héroes, que sienten, que tienen inseguridades, confusiones, que no tienen una capa protectora que los aparte de la muerte, que toman decisiones estúpidas, es cuando todo tú mundo se derrumba junto con ellos.

Eso mismo debió haber sentido mi hijo cuando admito cometí errores al  haber elegido mal a dos compañeros de vida, a los que les permití me violentaran, uno de ellos un hombre sobresaliente en su profesión,  respetado por su gremio, permitirle pasar de los insultos a los golpes, de las agresiones verbales a las calumnias, y aun así creer seguir sintiendo amor por él, algo así como el síndrome de Estocolmo, amar a tú victimario.

Hoy a cinco años de distancia de esa relación me parece que yo misma elegí a mi verdugo pero la vida se encargó de cobrarle cada uno de esas agresiones con  intereses legales, muchas veces me pregunte porque el día que con violencia arranque los veinte centímetros que  me parecían metros de manguera  interminable conectada a mi nariz dirigidas hasta el estómago para un lavado intestinal, no me provoco ni siquiera una leve hemorragia, no me lesiono  nada, porque el arma puesta en mi cabeza en la que tenía el dedo justo en el gatillo no permitió que la bala saliera disparada y siguiera su curso normal, todo fallo y esa es la respuesta porque no era mi momento, no era mi destino, no terminaba todo allí, no era todo tan grave, no había sido víctima de abuso sexual, quizá si violentada psicológicamente obligada a guardar silencio sobre un hecho que siempre considere vergonzoso y que cada año me repetía una y otra vez, cuando sea grande leeré, investigaré todo, debo conocer las respuestas que me fueron negadas, por eso ahora que todas las respuestas están en internet desde conocer la  vía más rápida para desplazarme a un lugar de la ciudad consulto sin dudar, lo mismo que si se trata de saber cómo vestir de manera adecuada tomando en cuenta la temperatura que se tendrá en la ciudad al día siguiente,  he desarrollado esa manía, no quedarme sin respuestas. ¿Por qué volvió ese episodio a mi cabeza?, porque ese evento concatenado con otros me hizo recordar, saber que la víctima siempre busca la forma de comunicar por lo que está pasando y el victimario siempre está buscando el perdón también para sanar su alma.

Hace diecisiete años tuve que ir a dar al terapeuta porque no comprendía un hecho o quizá dos, todo lo que tuviera relación con el tema de la sexualidad me aterraba, en esa época una niña de quizá en esa fecha cinco años a lo mucho, trataba de comunicar a su madre que su padre efectuaba tocamientos o quizá le mostraba sus genitales, ese asunto en lo profesional me toco asistir, a la niña le creaba confusión pero buscaba la forma de saber si eso era correcto o incorrecto después de muchos años supe que esa niña solo buscaba hacer saber a su madre la verdad que había descubierto que su padre presentaba un problema de salud mental, quizá hoy esa joven aún no sabe las preferencias reales de su padre, pero debe saber que ella no estaba alejada de la verdad si sentía que debía comunicar algo a su madre, debió hacerlo.

Hoy la madre guarda silencio sobre la verdadera preferencia sexual del padre, para evitar confusión a sus hijos que aún son pequeños para asimilar ese hecho, pero me pregunto que causa más confusión a los hijos, las mentiras o enfrentar lo más pronto posible la verdad y asumir que las preferencias o prácticas de otros son elecciones de ellos y en nada afectan a los hijos, como llegue a esa conclusión, porque mi hijo me hizo hoy descubrir que los sentires no cambian, hoy él me recordó a mí misma, años atrás cuando yo tenía su edad, me avergonzaba el mismo hecho que hoy le avergüenza a él, que mi madre guardará comida en su bolso cuando entrabamos en algún restaurante, me aterrorizaba ver llegar a mi madre a algún evento público con su bolsa de mandado de la cual muy diligente sacaba sus tortas de arroz, porque no teníamos para más, me avergonzaba tanto que deje de invitarla, para no sentir esa incomodidad que hoy siente mi hijo cuando ve a su abuela que no ha cambiado en nada esa práctica, hoy a mí esa práctica en nada me avergüenza en lo absoluto, porque reconozco que lo que haga ella de ninguna manera me afecta, y ese evento tan aislado me ayudó a identificar que los hechos y sentires son cíclicos que se siguen repitiendo, lo que  me infundió valor para escribir estas líneas sobre la violencia para levantar la voz pero sobre todo para hacer saber que siempre existe una salida, una red de apoyo, una respuesta, solo debemos hablar y buscar ayuda, que no importa la preparación académica, el nivel económico al que pertenezcamos, porque hoy quizá alguien tome las decisiones equivocadas que en otra época yo tome y sea que no falle.

Por último diré que me consideró afortunada de haber sobrevivido a esos penosos incidentes para poder haber encontrado todas las respuestas que estaba buscando.

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  1. Es un hecho que la violencia está normalizada en nuestra vida cotidiana, la aceptamos y la ejercemos todo el tiempo…sin embargo siempre hay otras opciones: la conciencia, el valor, la voluntad !