Sin filtros, claro y directo lo oímos repetidamente de los expertos en la materia personalmente me tocó escucharlo en voz del Dr. Rafael Ojeda profesor de la facultad de medicina veterinaria de la UNAM: El análisis de la información genética del COVID-19 demuestra que su origen es silvestre. ¿Cómo surgió? Estamos destruyendo los ecosistemas naturales de todo el mundo incluyendo los sitios donde viven los murciélagos, como consecuencia estos se están desplazando a las zonas urbanas entrando en contacto con ganado, animales domésticos y personas facilitando la transmisión del virus. ¿Qué tenemos que hacer? De forma urgente debemos detener la pérdida de biodiversidad, regenerar ecosistemas naturales, reforestar, lograr la recuperación de abundancia en los diversos hábitats, evitar tráfico de fauna silvestre y extracto ilegal de especies para mercados de animales. Sería un error atribuir exclusivamente la pandemia al consumo asiático de animales silvestres, la problemática es mucho más compleja y está asociada a la destrucción de los ecosistemas naturales y la perdida global de biodiversidad.
Si decidimos atacar el problema de raíz las reformas en materia medio ambiental tienen que ser prioritarias, profundas y enérgicas a nivel global.
¿Pero qué está sucediendo?
China está prohibiendo el uso de algunas especies en mercados húmedos, específicamente los pangolines, mamíferos usados en la medicina tradicional china, en París, Berlín y Milán se está materializando el sueño europeo de emular a Ámsterdam capital mundial de la bicicleta.
Por su parte la ONU mediante El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente propuso el 13 de mayo de 2020 un nuevo mapeo mundial de riesgos zoonóticos como lo es la pandemia del COVID-19, promover más empleos verdes, la restauración de los ecosistemas y la biodiversidad, la reducción de la contaminación, así como la lucha contra el cambio climático están entre las herramientas que tiene el planeta para salir de la crisis mejor de lo que estaba antes de la pandemia, apunta el organismo internacional.
No se desestiman las acciones de China ni la buena voluntad de ONU al plantear una intensificación en el mapeo mundial de riesgos zoonóticos y sugerir el conjunto de medidas ya mencionados, pero ¿Es suficiente? Escuchamos con mayor recurrencia en las noticias el reto que supone para los gobiernos reactivar la economía, pero pocas veces considerando la conciencia ambiental, sugerir o recomendar entonces palidece ante el escenario real.
Los dos gigantes industriales China y Estados Unidos están desesperados por reactivar su economía lo cual evidentemente supone el regreso al uso de combustibles fósiles, practicas industriales y de comercio que nos regresaran al punto en el que nos encontrábamos, uno que frustra y suma más derrotas que triunfos; para muestra basta recordar el fracaso de La Cumbre del Clima (COP25) en diciembre de 2019 en su objetivo de regular los mercados de carbono.
La COP25 generó más fricciones y desacuerdos entre Gobiernos que logros; un Estados Unidos que abandonó las negociaciones y una China que si bien “lidereo” no generó ningún resultado a gran escala favorable, concretamente en sus prácticas industriales.
Instituciones y personajes de la sociedad civil también se sumaron y levantaron la voz; Greta Thunberg ya famosa por su activismo ambientalista declaró que la responsabilidad no se encuentra sólo en manos de los gobiernos si no en la conciencia que se pueda despertar en los ciudadanos de países democráticos que cómo electores deben ser conscientes de exigir y votar la formulación e implementación de aquellas propuestas que favorezcan la protección del medio ambiente y si volteamos hacia la sociedad concebimos que hábitos de alimentación, consumo, transporte y reciclaje marcan la pauta para virar hacia el rumbo correcto mediante una mecánica simple de oferta – demanda.
¿Qué puedo aportar?
Todos tenemos la responsabilidad de cambiar, no es una tarea fácil y obviamente el proceso tendrá que ser paulatino y ajustado a las necesidades, costumbres y estilos de vida de cada uno de nosotros, pero tenemos que empezar ya con una dieta que reduzca la ingesta de alimentos con impacto medioambiental negativo tal como la carne, especialmente la de res, principal responsable en la industria agroalimentaria de las emisiones de gas metano, hacer un uso mínimo de vehículos a combustión, realizando menos viajes en avión, actuando en cada uno de nuestros hábitos de consumo responsablemente, apostando por la eficiencia energética, proveyendo nuestro hogar de equipos que demuestren reducir nuestra huella de carbono y apostando por acciones que al implementarse de manera comprometida y responsable sirvan para disminuir las repercusiones negativas.
Los retos son diversos; en muchas ocasiones las propagandas pro ecológicas de algunos productos son engañosas y no logran sustentar científicamente los supuestos beneficios que les atribuyen, en ello también hay que estar muy atentos, la sociedad de consumo en la que vivimos tiene una enorme oferta y sin duda su fin es lograr el mayor derroche posible para mantenerla funcionando; es aquí donde tenemos que ser reflexivos preguntarnos toda y cada una de las veces si realmente necesitamos eso, si proviene de una empresa responsable, si está dañando el medio ambiente con sus prácticas.
Una acción dice más que mil palabras debemos comprender que el ejemplo habla por sí mismo y nosotros estamos a prueba como la primera generación severamente afectada de manera global por el cambio climático.
La noticia más reciente referente a la carrera por la vacuna contra la pandemia del COVID-19 nos lleva a la Universidad de Oxford donde esta institución en colaboración con el laboratorio AstraZeneca arrojó resultados positivos y promete ser una solución a corto o mediano plazo, aún así queda el hueco de saber que otras amenazas se encuentran a la vuelta de la esquina si no solucionamos el problema de raíz.
Me quedo con esta contundente reflexión parte de un artículo, originalmente publicado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo: “Al igual que la pandemia de coronavirus, la crisis climática es una amenaza existencial. Y al igual que el virus, los gases de efecto invernadero son invisibles y permanecen siempre presentes en nuestro entorno natural. Sin embargo, a diferencia del COVID-19, no podemos esperar encontrar una vacuna contra el cambio climático”.