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La pandemia ha hecho que la vida de las personas que yo quería se fueran al cielo, a una dimensión diferente donde nos ven , nos escuchan y nos cuidan pero aquí en la tierra quedamos tristes y desolados todos los amigos y familia que los conocían. Es una tristeza vacía y honda donde no cabe la felicidad ni la esperanza.

Para mí, el virus está latente pero es un día normal en mi casa donde desde hace 10 años he estado encerrada por las enfermedades que tengo y por el oxígeno que es parte de mi vida y que lo llevo conmigo día a día, noche a noche sin nunca terminar.

Las paredes son mis amigas, suenan dulces y cálidas, te dicen palabras y se oye el cantar de ellas. La luz ilumina mi vida, mi alma y mi andar por la casa. Cada día doy gracias por vivir, cada día es un día más frío, cálido y estrellado.

La pandemia para mi no es pandemia. Vivo en cuatro paredes desde hace mucho tiempo debido a las enfermedades crónicas que tengo y al oxigeno que es mi vida diaria. La cocina sonríe conmigo y la sala baila , canta cada vez que una lagrima surge de mi cara, son mis amigas más preciadas me calientan cuando hace frío y son muy cálidas y frescas cuando hace calor.

Mi casa sonríe al verme iluminada ….

Cada amanecer es una luz intensa en mi vida, se oyen los pájaros cerca de mi y con ello cada árbol y planta de mi casa me da los buenos días después con voz suave y dulce mi cama me dice lentamente que es tiempo de despertar, las sabanas destapan mi lindo cuerpo, lo acarician y le dan un ligero aliento para que sea un día maravilloso. Los pisos de mi casa se sienten fríos y cálidos ellos brincan y se mueven para que empiece un baile interno en mi cuerpo.

Las noches refrescan mi mundo, las estrellas surgen y a lo lejos se ve mi luna… mi poesía más preciada, mi vida entera escrita sobre un papel blanco llamada luna nueva. De pronto brilla mi estrella y con ella viene una ráfaga de deseos interminables y luchas aguerridas en mi interior. La luna pendiente me grita al oído y con voz lenta y suave me dice: la lucha debe seguir ….Tú eres mi maestra y yo soy tu alumna.

Cada parte de mi casa me sonríe al verme y me da ánimos para seguir adelante, es una sensación de alivio ya que su calidez me la dedica y me dan ilusión y deseos de seguir el camino. A veces cuando me ven llorar la mesa se pone abajo de mi para que mi cara caiga en blandito, seca mis ojos con dulzura y me guía hacia mi camita donde ella con dulzura me espera para cobijarme y que el día siguiente sea un maravilloso día.

Mi hogar es ameno y dulce para escribir con la pandemia.

El jardín de mi casa se vuelve húmedo y da sombra cuando yo paso y lo arreglo lentamente, me acaricia y me abriga en las noches para protegerme del frío o del calor humeante. Sigo recorriendo mi casa y con pasos lentos me lleva hacia el garaje donde el cemento y las hendiduras que tiene me hablan al oído y revelan la verdad sobre la cuarentena.

Después con pasos nos vamos hacia otra puerta que lleva a mi lugar de ensueño donde mi corazón se siente bien y mi alma se ilumina. Ese lugar es especial porque me escucha con atención y con voz suave y linda me inspira para seguir escribiendo artículos y poesía. Ese lugar lo escogió la pandemia y yo lo hice mío para volar, imaginar y escribir bajo senderos, playas, montañas, ciudades y mis hermosos perrhijos.

La pandemia ha hecho florecer mi interior y saber cuándo las cosas no van bien. La cuarentena en mi caso es mi amiga y no mi enemiga.

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  1. Precioso, me trasmite tanto. Qué manera de ver las cosas, es algo realmente increíble volver una situación difícil y triste en una amiga.
    Me encantó. Gracias por compartir.