Apagué la televisión después de ver que Perú había perdido el partido. No soy un experto pero sé que Australia es potencia en atrapar canguros, no en fútbol. Para quitarme el mal sabor de boca abrí una de las latas que mi cuate, el «Falso Chilly Willys» trajo para ver el partido. Era una lata negra con el dibujo de una hoja de marihuana que advertía el exceso de azúcar y especificaba claramente que contenía CBD. Me la terminé, esperé algunos minutos y no sentí nada raro.
-Chale ¿Dónde está el efecto?- Le dije.
-Es con dos, carnal- Me contestó mientras destapaba otras dos latas.
Entonces me recosté en el sofá, bebí más detenidamente la segunda lata y de pronto, ahí estaba… una ligera taquicardia acompañada de una extraña calma. Parecía que todos mis pendientes habían desaparecido para dar paso a un sentimiento de tranquilidad. De repente todo estaba bien. Desconozco cómo funciona el cerebro en estos casos pero a mi amigo le pareció pertinente encender un porrito “de a devis». No tuve otra opción más que poner algo de música ad hoc con la situación: es decir con Perú y con la mosh que, para ese momento ya se convertía en una nube densa que salía por las obesas fosas nasales de Falso Chilly Willys. Puse el disco de Los Destellos que tenía arrumbado desde hacía mucho tiempo por falta de tornamesas.
La verdad es que se nota muy poco la influencia de la cumbia en la joya que están a punto de escuchar. Esto es porque Los Destellos fueron un grupo ecléctico, tocaban de todo y lo hacían de una manera espectacular. Definido como Cumbia Psicodélica, su estilo traspasó las fronteras del Perú y se extendió por Latinoamérica. Sin embargo por alguna razón no se dieron a conocer como deberían en el mundo del rock de los 70´s. Con una amplísima discografía que mezcla los ritmos latinos con el rock, el surf y quién sabe qué cosas más, Los Destellos son una banda de culto que no pasará de moda porque si «le rascas» encuentras algo que te gusta.
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