En esta era del internet, el ruido toca incesantemente nuestra mente a través de las redes sociales desviando toda nuestra atención para hacernos entrar en la sinergia del estrés. Nuestros dedos teclean velozmente tratando de contestar todo, con la angustia latente de no perdernos algo importante. Vivimos en un bombardeo agotador de multitareas, el cual inicia desde temprano en nuestra casa, luego en el trabajo e inclusive cuando nos vamos a descansar por la noche. La avalancha de estímulos es tan enorme que ha acabado sofocando nuestra concentración, y sobre todo no reflexionamos sobre la importancia del noble silencio.
No logramos escuchar el silencio porque prácticamente nos mantenemos ocupados, todo el tiempo.
Necesitamos generar un oasis de calma en medio del ruido para recuperar la paz mental.
Un lugar sin entretenimientos, ni distracciones de ninguna clase. Un encuentro con uno mismo donde la única compañía sea el silencio. Este silencio no es el de una tarde calmada; es el silencio donde el pensamiento, con todas sus imágenes, palabras y percepciones ha cesado.
El filósofo y escritor francés Blaise Pascal afirma: “La infelicidad del ser humano se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación”. Por otro lado, el monje budista zen vietnamita Thich Nath Hanh expresa: “El silencio es una fuerza que todos poseemos”, pero pocas veces nos atrevemos a escucharlo; es el poder de la quietud en un mundo ruidoso.
Es un error creer que el silencio sea la ausencia de sonido, él está en todas partes, esperando siempre a ser escuchado; para encontrarlo es necesario practicar estos tres sencillos pasos: detenerse, respirar y acallar el pensamiento. Con el tiempo, surge la concentración sin esfuerzo, siempre presente en la mente, derivado de esta práctica meditativa.
[…] en ti la certeza de que, por más vientos que surjan, por más que las olas sacudan el bastimento, todo volverá a apaciguarse sin tener algún daño […]