Cabizbajo camina por la vida, añorando la felicidad de ese niño quien con tan solo jugar, podía reír libremente, sin preocuparse de más nada.
Se cobija en esos recuerdos, se aferra, trata de aprisionarlos, pero se le escurren como arena de mar entre sus dedos. Y no es su culpa haberlos casi perdido, porque anduvo muchos años tratando de jugar a ser adulto, porque así es como debemos de transformarnos, pasando por diversas etapas de nuestra vida.
Ese niño dentro de mí se fue esfumando con el correr del tiempo, opacado por las ansias de triunfo, y de esas luchas constantes para obtener la gloria tan merecida por mis esfuerzos.
Está muy bien prepararse académicamente, en esas universidades del saber y del discernimiento. Donde nos inundan de conocimientos, para la obtención de logros en el trabajo, y así poder acceder a una excelente calidad de vida.
El adulto aprendió muy bien la lección, saboreando triunfos. Pero también las derrotas se hicieron presentes, desgajando al ser humano, en pesares más allá de sus fuerzas, dejando sus lágrimas regadas por todas las partes de sus ambientes familiares y laborales. Más nunca se rindió, siguió luchando consiguiendo sobreponerse, hasta casi olvidar a ese niño en su interior, quien reclamaba su atención de manera urgente.
Y de pronto en un abrir y cerrar de ojos, su piel se le arrugó, el juego a ser adulto se debilitó volviéndose más lento en su caminar, ahora se le olvida donde deja las llaves, repite muchas historias que ya había contado, se vuelve un pequeño estorbo familiar, se cansa muy fácilmente, ya no tiene la suficiente energía en sus actividades cotidianas, se le deja en un rincón de la casa olvidado, porque se ha convertido en un viejo pasado de moda.
Esto sucede no en todas las familias, pero si en una buena cantidad de ellas. Y entonces muchos ancianos, llaman a su niño interior para continuar con esa bella historia de amor.
Jugando nuevamente a sonrisas, a maravillarse con una bella puesta de sol, a concentrarse en una actividad de su agrado, sumergiéndose en las actividades de ese niño olvidado por tanto tiempo.
Vuelven a ser niños no teniendo preocupaciones, solo disfrutando de los buenos momentos. Sin tener que ir a trabajar, solo repartiendo sonrisas por doquier, jugando y recibiendo amor y cariño.
Ese adulto mayor nuevamente juega a ser niño, para beneplácito de sus nietos, porque ahora juega con toda la experiencia recabada en sus doce años de su infantil existencia. Por eso los abuelitos disfrutan tanto a sus nietos, porque solo disfrutan de ellos, sin ponerles reglas ni restricciones, porque eso se les deja a sus padres.
Y es entonces es cuando ese adulto vuelve a jugar a ser niño, porque así es como finalizará su aprendizaje por este mundo.