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Reflexionando sobre por qué ocurren cosas bajo ciertas circunstancias que vivimos cotidianamente y que solemos llamar casualidad, de estar en el momento preciso en el lugar adecuado, de sentir una corazonada y decir que entonces sucedió una causalidad, o inconscientemente evocamos a algo o a alguien y se dio una sincronía.

Lo cierto es que en mi vida me han sucedido situaciones inesperadas que me han hecho reflexionar al respecto y que me gustaría compartirte; la mayoría de ellas son de una etapa de mi vida en la que empecé a cuestionarme cada vez más sobre la razón del porqué estoy aquí y cuál es la misión que un ser superior me tiene asignada; no sabía por dónde empezar hasta que llegó a mi vida una persona a quien yo llamo cariñosamente mi sensei; así conocí los 11 pasos de la magia, las semillas estelares, la cábala, que es un sistema de interpretación mística y alegórica que busca en ese texto el significado del mundo y la verdad; lo que promulgan filósofos como Deepak Chopra, Ram Dass, Dolores Cannon; otros más enfocados en la ciencia como Bruce Lipton y Joe Dispenza, así como otros con un enfoque práctico al bienestar y triunfo en los negocios como Tony Robbins y Walt Whitman o incluso corrientes filosóficas para buscar la armonía y la felicidad como la inteligencia emocional o el mindfulness; llegando a una formación de mi persona actual, sin seguir una escuela definitiva o creencia, que podría denominar mi psique, consciente de que siempre hay un largo camino por recorrer pero que puedes actuar de alguna manera intuitiva que, con o sin querer, puedes ayudar a alguien en alguna situación en la que se encuentra, o en un proceso de despertar para un bien común.

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En una ocasión, viajando a la Ciudad de México por cuestiones de trabajo, llegué al aeropuerto internacional muy temprano, pues tenía una reunión en la zona de Polanco a las 10 de la mañana. Contraté en ventanilla un taxi de los autorizados y me encaminé, ya con mis maletas, al área donde están los taxis. No esperé más de 5 minutos y tocó mi turno de abordar mi taxi.

Se acercó el conductor, una persona joven de unos 35 años, delgado, muy amable, con su uniforme impecable; me ayudó a subir mis maletas a la cajuela, pidió mi ticket, y me preguntó a dónde me dirigía; le di la dirección y salimos de la terminal.

Me llamó la atención que tenía ganas de platicar y me empezó a hacer preguntas como que de dónde era, a qué me dedicaba, a qué estaba yendo a la CDMX, poco común en una ciudad que se ha vuelto un tanto deshumanizada, y los que vamos más precavidos en cuanto a lo que contamos; sin embargo, me inspiró confianza y empezamos a platicar.

Cuando me di cuenta, ya estábamos hablando de aspectos de la familia, de superación, de nunca dejarse vencer, de que siempre hay algo por qué luchar y salir adelante.

Le comenté algunas cosas personales, de mis experiencias de vida y, sobre todo, el amor a un Dios que siempre está conmigo, a mí mismo y a mi familia; total que cuando me di cuenta ya habíamos llegado a mi destino, se bajó para ayudarme con mis maletas, se despidió, y me sorprendió el hecho de que me preguntó si me podía dar un abrazo, a lo cual accedí un tanto extrañado. Se me quedó viendo y me dijo con una voz que se le quebraba: «Le agradezco mucho todo lo que hemos hablado, ahora veo las cosas con otro sentido. Le confieso que hoy había decidido que por la tarde me quitaría la vida», simplemente me quedé sin habla y solo acerté a decirle: «Que Dios te ilumine y te bendiga».

A lo largo de los viajes que hice a San José de Costa Rica, para instalar un sistema de producción, me hice muy amigo de un grupo de ticos que trabajaban en la planta de producción donde estaba instalando el sistema. Me tocó estar allí varios fines de semana, incluso un día de mi cumpleaños. Nunca me dejaron solo, sumamente amables, planeaban algo para que el fin de semana saliéramos a conocer algún lugar.

Todo en Costa Rica es hermoso: su gente, la naturaleza, los volcanes, lagos, playas del Caribe y del océano Pacífico, impresionante vegetación, un café delicioso y mucho trabajo de madera tallada en sus artesanías. Sin embargo, por cuestiones familiares, muchas veces no todos podían salir; pero había una persona que siempre estaba, una de las asistentes de gerencia que nos apoyaba para todos los trámites y diligencias que necesitáramos.

Se llama Marisa, madre soltera, que por cierto es algo muy común en Costa Rica. Marisa tiene un hijo llamado Daniel que, para ese entonces, solo tenía 9 años, y sucedió uno de esos fines de semana que solo estuvimos Marisa, Daniel y un servidor.

Había rentado un auto y pasamos todo el domingo juntos. El chico era muy cariñoso, con muchos deseos de cariño y afecto; no se quedó con ganas de nada. Se fomentó un gran afecto que, a partir de ahí, se convirtió en una amistad. Empezamos a cartearnos y a tratar de no perder contacto hasta la fecha. Daniel ya es papá, vive con su esposa y su hijo en Andalucía, España, y siempre que puede me llama por teléfono para saludarme e invitarme a visitarle con mi familia, recordando siempre aquel día que pasamos juntos con su mamá.

Hace ya algunos años, empecé a salir con una persona que conocí en las oficinas de un cliente. La relación siempre fue de amistad; sin embargo, con un gran cariño y respeto. Como tal, no hubo una relación de compromiso, pues fuimos muy honestos en cuanto a lo que cada uno de los dos deseaba de una pareja en ese momento de nuestra vida, aunque ambos sentíamos una atracción hacia el otro.

Se dió como una bella costumbre que nunca dejamos de felicitarnos para nuestros cumpleaños, siempre con una llamada telefónica. Aunque no fuera el mismo día del cumpleaños, 1 o 2 días después nos poníamos de acuerdo para salir a tomar un café y ponernos al día de lo que acontecía en nuestras vidas y en el día a día.

Muchas veces éramos cada uno el paño de lágrimas del otro. Era muy reconfortante saber que siempre había alguien a quien le pudieras contar cómo te sentías o si tenías algún problema. Incluso si alguno de los dos estaba saliendo con alguien, nos dábamos consejos, pero nunca dejamos de llamarnos.

Hace ya 10 años, en su cumpleaños, tenía bien presente desde muy temprano hablarle para felicitarla. Pero sucedió ese día que su cumpleaños cayó en domingo, y por cuestiones familiares se me había pasado llamarle. Alrededor de las 7 de la noche, recibí una llamada de un número que no conocía, contesté y la persona que me contestó, una voz de hombre, por el tono parecía alguien joven, me dijo mi nombre y me pidió confirmarle si era yo. Le confirmé que sí, era yo, se identificó como el novio de la hija de mi amiga, la del cumpleaños. Le pregunté por ella y solo me dijo: “Le llamo de parte de su hija para informarle que su mamá falleció hoy en la mañana, y como sabía del aprecio que se tenían me pidió que le informara”.

Me sacudió la noticia, pero me recuperé y le pregunté qué había pasado. Me dijo: “La señora se quitó la vida a las 8 de la mañana”. Nunca supe qué había sucedido ni quise preguntar, pero desde ese momento siempre me he cuestionado si hubiera cambiado algo si yo le hubiese llamado desde temprano, antes de las 8.

Es muy difícil de narrar ese sentimiento; pero me dejó un gran aprendizaje en cuanto a la complejidad que puede representar el ser humano. Nunca dejes nada al aire, ni esperes cuando puedas hacer, decir o escribir algo que pueda tocar para bien o hacer reflexionar a otro ser humano, que pueda dejarle una duda, o un espacio que le permita analizar las cosas antes de tomar una decisión.

Hay otras situaciones que se me han presentado en situaciones diferentes cuando recibes un mensaje de alguien que ni te imaginas lo que eres o puedes representar para alguien. Una ocasión alguien que recién estaba inaugurando su empresa me habló para darme las gracias. Le pregunté: “¿Por qué?”, y me dijo:

“Porque tu ejemplo de nunca darte por vencido me ayudó a seguir adelante y conseguir lo que deseaba”.

En el 2018, fui a visitar a una amiga con la que estudié en la vocacional y luego en la licenciatura y que ahora vive en Querétaro. Me invitó a conocer su casa y aprovechar para visitar los hermosos lugares que hay por esa zona, como la Peña de Bernal, San Miguel de Allende, Tequisquiapan, San Juan del Río, entre otros. Coincidió que en esa semana que estuve por ahí fue la Feria Nacional del Queso y el Vino en Tequisquiapan y estaría Lila Downs. Me enteré por medio de la radio ya estando en su casa un día antes del evento y le comenté si podíamos ir. Habíamos rentado un coche y, como en Querétaro todos estos hermosos lugares están muy cerca, me dijo que sí. Me imaginé que saldríamos muy temprano para alcanzar boletos, pero no, desayunamos con mucha calma, fuimos al centro de la ciudad, pasamos a cargar gasolina y ya como a las 3 de la tarde, entre desesperado e inquieto por los boletos, le dije: «No vamos a encontrar boletos».

Tranquilamente me respondió: «No te preocupes, todo se va a dar». Todavía pasamos a San Juan del Río a visitar a una amiga suya, nos perdimos como una hora para localizarla, y como a las 6 estábamos saliendo para Tequisquiapan. Llegamos y no habíamos comido, tranquilamente me dijo: «Vamos a comer», lo cual hicimos, y faltando una hora antes del concierto nos acercamos a las taquillas. Lógicamente, ya no había boletos pues Lila Downs es una cantante muy conocida.

Decepcionado y consciente, en plena taquilla, me di la vuelta y en ese instante se acercó una pareja con sendas playeras del club de fans de Lila Downs, me abordó y me dijo: «Buenas noches, disculpe, pero 2 compañeros del club no van a poder llegar al show, nos sobran estos dos boletos, son de tercera fila casi al centro, se los doy al mismo precio que nos costaron». No lo podía creer, inmediatamente le compré los boletos, mi amiga solo me miró y me dio una palmadita en la espalda. Aun nos dio tiempo de degustar los vinos y quesos del recinto de la feria, antes de entrar al lugar del show.

Acostumbro mandar un pequeño mensaje todas las mañanas, pero solo a personas que considero son mi círculo de amistades cercanas o almas gemelas que pueden sentir y valorar el mensaje. Es muy satisfactorio saber, no diario, cuando te dicen que: «He recibido tu mensaje justo en el momento que lo necesitaba». Incluso encontrar la similitud de esos mensajes con el de otras personas que se dedican a mandar ese tipo de mensajes, digamos más estructuradamente, es algo verdaderamente increíble, y se llama sincronía.

Pero, ¿qué es la sincronía? Proviene del vocablo griego sýnchronos, «cualidad de lo que ocurre al mismo tiempo», que se emplea con referencia a la coexistencia combinación de sucesos en un mismo período temporal. La sincronía implica que ciertos sucesos se desarrollan simultáneamente de manera concordante.

Quizás alguna vez te ha sucedido que estás pensando en alguien y en ese instante suena el teléfono y te está llamando esa persona en que estabas pensando para saludarte y saber cómo estás. O revisando fotos y te detienes en la de un conocido que hace rato no ves, y más tarde te la encuentras en el lugar menos pensado. A mí me sucedió con un libro que estaba buscando de Gabriel García Márquez, no tenía idea de dónde encontrarlo, pues el tiraje fue muy pequeño y no se difundió mucho en México, y las principales librerías no lo tenían; y en un domingo que fui a desayunar a Sanborns y me acerqué al área de revistas, sobre el mostrador de la caja, ¡oh sorpresa!, ahí estaba una nueva edición. Casos como estos podría citar miles de ejemplos más donde todas las cosas parecen encajar mágicamente.

El concepto de sincronicidad fue definido por el médico psiquiatra, psicólogo y ensayista Carl Jung en 1964, en su obra “La interpretación de la naturaleza y la psique”, como ― la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante. Afirma que no existen las casualidades, sino que todos los hechos se encuentran vinculados por su significado.

Seguro escuchaste mil veces decir, “no existen las casualidades sino las causalidades”. Y es así, la vida está llena de causalidades y todos ellas responden a la ley de sincronicidad. Según explica Jung, estos hechos no se encuentran vinculados por una relación de causa y efecto, sino por su significado. Una coincidencia de hechos internos y externos que nos produce un fuerte impacto emocional. Durante varios años Jung trabajó el fenómeno e intercambio ideas y opiniones con diferentes referentes como el físico Wolfgang Pauli, premio nobel de física y uno de los padres de la mecánica cuántica; y Albert Einstein y su teoría de la relatividad.

Sin dudas, su concepto es el pensamiento opuesto al racional, que solo entiende estas cosas como meras coincidencias. Si estamos atentos a lo que sucede en nuestro entorno habrá mayor sincronía a nuestro alrededor. La sincronía puede aparecer en cualquier momento y lugar, y tiene el fin de movernos de un pensamiento más egocéntrico a una visión más integrada a la vida. Entonces, ¿por qué no estar atento a ella y buscarla? Hay varias cuestiones que podemos poner en práctica en este sentido… | Desarrollar nuestra conexión interior. | Observar conscientemente. | Soltar el control. | Procurar actividades relacionadas con la creatividad.

Arte, pintura, canto, baile, reuniones con personas creativas, cualquier cosa que nos permita desarrollar la creatividad y ver imágenes más allá de los ojos.

Pero, ¿qué pasa cuando ya has descubierto que esto existe y puedes de alguna manera desarrollarlo más y enfocarlo a un bien común?, y es cuando pensé, – la verdad viendo una serie de televisión – ¿Por qué no enfocarlo al término que normalmente asumimos que solo se emplea en las familias de la realeza, “Nobleza obliga”?

El concepto de sincronicidad fue definido por el médico psiquiatra, psicólogo y ensayista Carl Jung en 1964, en su obra «La interpretación de la naturaleza y la psique», como la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante.

Afirma que no existen las casualidades, sino que todos los hechos se encuentran vinculados por su significado. Seguro escuchaste mil veces decir, «no existen las casualidades sino las causalidades». Y es así, la vida está llena de causalidades y todas ellas responden a la ley de sincronicidad.

Según explica Jung, estos hechos no se encuentran vinculados por una relación de causa y efecto, sino por su significado. Una coincidencia de hechos internos y externos que nos produce un fuerte impacto emocional. Durante varios años, Jung trabajó el fenómeno e intercambió ideas y opiniones con diferentes referentes como el físico Wolfgang Pauli, premio nobel de física y uno de los padres de la mecánica cuántica; y Albert Einstein y su teoría de la relatividad. Sin dudas, su concepto es el pensamiento opuesto al racional, que solo entiende estas cosas como meras coincidencias.

Si estamos atentos a lo que sucede en nuestro entorno, habrá mayor sincronía a nuestro alrededor. La sincronía puede aparecer en cualquier momento y lugar, y tiene el fin de movernos de un pensamiento más egocéntrico a una visión más integrada a la vida. Entonces, ¿por qué no estar atento a ella y buscarla?

Hay varias cuestiones que podemos poner en práctica en este sentido:

  • Desarrollar nuestra conexión interior.
  • Observar conscientemente.
  • Soltar el control.
  • Procurar actividades relacionadas con la creatividad: arte, pintura, canto, baile, reuniones con personas creativas, cualquier cosa que nos permita desarrollar la creatividad y ver imágenes más allá de los ojos.

Pero, ¿qué pasa cuando ya has descubierto que esto existe y puedes de alguna manera desarrollarlo más y enfocarlo a un bien común? Es cuando pensé, – la verdad viendo una serie de televisión – ¿Por qué no enfocarlo al término que normalmente asumimos que solo se emplea en las familias de la realeza, «Nobleza obliga»?

La frase «nobleza obliga» es de origen francés y se refiere a la idea de que aquellos con cierto estatus social o posición privilegiada tienen la responsabilidad moral de comportarse de manera honorable, justa y generosa hacia los demás. Significa que las personas que están en una posición de poder o privilegio deben actuar de manera noble y altruista, cumpliendo con ciertas obligaciones morales hacia la sociedad.

Es una expresión que promueve la idea de que la posición social con lleva responsabilidad y deberes éticos.

Considero que su significado puede aplicarse más ampliamente a diferentes aspectos de la vida, incluyendo conocimientos, profesiones o roles específicos. Por ejemplo, un filósofo o un sacerdote podrían considerarse obligados a actuar de manera noble y ética en función de su conocimiento y posición en la sociedad, siendo responsables de utilizar sus habilidades y recursos para el bienestar de los demás y para promover el bien común. En este sentido, la frase puede extenderse más allá de la posición social para abarcar cualquier posición de influencia o responsabilidad.

Pero a la vez considero también que esa actitud puede influir en la forma en que una persona decide comportarse o actuar, ya que implica un sentido de responsabilidad hacia los demás y una conciencia de las consecuencias de sus acciones.

Sin embargo, no necesariamente restringe la libertad individual en términos absolutos; es responsabilidad de cada uno de nosotros decidir si lo aplica, si lo desarrolla más y si siente que tiene la obligación y responsabilidad moral de aplicar lo que sabe, para bien o para mal.

Definitivamente puede coartar tu libertad si lo ves como una obligación, pero cabe analizar si tu formación personal te proporciona una guía moral que te lleva a tomar decisiones éticas y a considerar el impacto de tus acciones (escritos, notas, difusión en algún medio social en petit o masivo) en los demás.

«Nobleza obliga» puede influir en la forma en que una persona elige utilizar su libertad, pero no necesariamente restringe su naturaleza o libertad intrínseca.

Pero también creo que es posible que una persona actúe de manera noble y ética incluso sin estar consciente de este principio.

La moralidad y la ética pueden influir en nuestras acciones de manera subconsciente, ya sea a través de la educación, las normas sociales o simplemente por una inclinación natural hacia el bienestar de los demás.

En ese sentido, alguien podría influir positiva o negativamente en los demás sin ser consciente de ello, simplemente por la forma en que eligen comportarse y por el impacto que sus acciones tienen en quienes los rodean.

La integridad, la generosidad, la empatía y otros valores pueden manifestarse en nuestras acciones cotidianas incluso sin una reflexión consciente sobre ellos, y esto puede tener un efecto significativo en las personas que nos rodean.

Las fuentes formativas que pueden influir en los principios de «nobleza obliga» en una persona son diversas y pueden incluir:

  1. Educación y familia, lo que se da y se mama desde tus orígenes.
  2. Religión y espiritualidad, considero que si es voluntaria en vez de obligada ayuda más.
  3. Cultura y sociedad, el entorno en el que creces y te desarrollas, considerando la libertad como principio básico.
  4. Experiencias personales, que te ayuden a crecer y desarrollarla, pero a la vez el preocuparse por seguir aprendiendo.
  5. Modelos a seguir, en mi caso personal la imagen de Jesús Cristo, siempre ha estado presente y soy un fiel seguidor de sus enseñanzas, no al pie de la letra, pero definitivamente siempre han influido en mi vida.

Igualmente, considero que un país que puede disfrutar de libertad, las instituciones de la sociedad, influyen en esa formación de un pensamiento libre.

  1. Instituciones religiosas: Las que promueven principios éticos y morales.
  2. Sistema educativo: Programas de educación moral y cívica, así como a través del ejemplo y las acciones de los educadores como segundos padres.
  3. Gobierno: Programas que promueven el bienestar social, la igualdad de oportunidades y la justicia.
  4. Sociedad en general: Las normas y valores culturales de una sociedad.
  5. Servicios de seguridad pública: El respeto por los derechos humanos y la protección de los más vulnerables.

Resumiendo: Les invito a estudiar y entender la sincronicidad, despertarla y estimularla, y así recibir todo lo que el universo nos tiene preparado, además de lograr un fin común, porque como diría Jung: ¡nada sucede por casualidad!

Como conclusión y aclarando, desde mi muy particular punto de vista, podría decir que la relación entre «sincronía» y «nobleza obliga» puede ser interpretada de varias maneras:

«Sincronía» implica estar en armonía o coordinación con algo, mientras que «nobleza obliga» es un término que implica que alguien tiene la responsabilidad moral de actuar de manera noble o digna debido a su posición, conocimientos o estatus.

Dado lo anterior, podría argumentarse que existe una relación en el sentido de que aquellos que están en posiciones de conocimiento, sensibilidad y compromiso tienen la responsabilidad moral de actuar de manera sincronizada con los valores de la nobleza y la dignidad.

Esto podría manifestarse en comportamientos altruistas, éticos y solidarios que están en consonancia con los principios de la nobleza, aprender, comunicar, enseñar, contagiar y ayudar en el proceso del despertar.

Hay quienes de repente te tacharán de loco o pensarán, «¿Qué le pasa?», o tal vez se cansen del mensaje, pero de acuerdo a mi experiencia, considero que ¡vale la pena seguirlo intentando!

dragon de 7 cabezas
"SUEÑO MUERTO" Fragmento de Libro

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