¡Hola!
Hace mucho tiempo que quería escribirte esta carta porque tengo muchas cosas que contarte, han pasado muchos años desde la última vez nos vimos y fue tan pronta tu despedida que no hubo tiempo de al menos decirnos adiós.
Hoy por la tarde, mientras esperaba el autobús de regreso a casa, en medio de la lluvia y unas cuantas personas en la fila, pensaba en todo lo que te quería contar, por dónde empezar, si escribirte todas y cada una de las cosas por las que he pasado en este tiempo y que no pudiste estar ahí o ser breve y solo platicarte lo más importante, o quizás omitir todo aquello que me ha traído tristeza, frustración, porque de no contártelo inmediatamente me dirías que algo está mal y que te dijera que fue lo que había ocurrido y conociéndote, probablemente te ibas a enojar conmigo o simplemente te dieran risa mis aventuras y mis tonterías.
¿Pero sabes algo? En todos estos años, lo que más claro que me quedado claro es el peso que tienen las decisiones en la vida de cada uno de nosotros. Tú eras la única persona que nunca tuvo un “no” por respuesta para mí, siempre me decías que todo era posible, que siempre había una oportunidad, que había esperanza, que los sueños se podían alcanzar. Si, lo sé… suena idealista y soñador y quizás en el mundo en el que vivimos eso ya no funciona y hay que ser más práctico, pero creo que eso es lo único que nos mantiene como seres humanos con sentimientos y sobre todo con fe y no me refiero a la fe en un sentido religioso, más bien en algo a lo que te aferras para seguir adelante.
Recuerdo muy bien aquel viaje que hicimos, el último en el que estuviste y que fuimos a la playa. El día que nos regresamos a casa, me dijiste algo que nunca se me va a olvidar y me lo mencionaste de una forma tan tajante, que hasta bromeando te dije: “estás loca, eso no va a pasar”. Presentías lo que iba a ocurrir, sólo me dijiste “ya me voy a morir”.
Una semana después, ya no estabas aquí. En se momento pensé, que me habías hecho caso y que te ibas de viaje, aquel que tanto quisiste hacer y que en su momento no tomaste la decisión de llevarlo a cabo, porque te preocupaba, quien me iba a cuidar y llevar a la escuela, siempre te decía que ese no era problema, había transporte escolar, me podría quedar en casa de tu amiga Caro y que después mi mamá o mi hermano pasaran recogerme en la tarde, o que mi abuelita se fuera a la casa…soluciones siempre tuve, la decisión la tuviste en tus manos y siempre dijiste que no. Y aún en tus últimos momentos, seguías pensado en que iba a ser de mí, porque ya no estarías.
Ya pasaron casi 24 años y creo que me haces más falta ahora que cuando era adolescente. Hay días en los que me quiero dar por vencida y “tirar la toalla”, que me siento tan cansada de seguir intentando y si estuvieras aquí, alguna idea ya se te había ocurrido o me habías dicho alguna de tus frases con palabras altisonantes, que solo de recordarlas me dan risa, para decirme que todo estará bien y que todo va a mejorar. Siempre a tu manera, con tus modos, con tu estilo… ¡No sabes cuánto me gustaría, que pudieras leer estas líneas!