Exijo que respetes mis pensamientos, mis sueños, mis proyectos, mis palabras y mi cuerpo. No por que soy mujer, sino porque soy una persona y merezco tu respeto.
Si te molesta que levanto la voz cada vez que me quieren hacer callar, entonces guarda silencio mientras hablo y pon atención a lo que estoy diciendo. De esa manera me puedo expresar en un tono más sereno para que podamos dialogar.
Deja de querer utilizarme como si fuera yo un inanimado objeto, mejor vamos a hacer un equipo para construir juntos eso a lo que podremos llamar: nuestro proyecto.
No somos iguales, y es precisamente por eso que podríamos ser complementos. No porque soy mujer y tú seas hombre, sino porque somos seres pensantes, cada uno con sus propios y muy personales capacidades y talentos. Por eso podemos complementarnos independientemente de cual sea nuestra preferencia y género.
Rompiendo viejos conceptos hacia la mujer
Ya caducó esa idea de que la cocina es el lugar de las mujeres, sólo por el hecho de ser mujeres.
La ropa y los trastes sucios no tienen exclusividad de género. Tampoco lo tienen los empleos en un taller, en una construcción ni en una silla presidencial.
Los colores no te deben definir como hombre, mujer o asexual. Si te gusta vestir de rosa, azul, amarillo, negro, blanco o del color que sea, úsalo como tú prefieras y vive con absoluta libertad.
No porque soy mujer pienses que soy débil, dentro de mi, hay fortalezas que desconoces, músculos físicos, mentales y espirituales que han crecido y se han hecho firmes a base de desgarrarse… y eso nos sucede a todos, hombres y mujeres, y que no dudamos en usar siempre que lo consideremos necesario.
Cuestión de respeto
Basta ya de esta absurda pelea por querer ocupar un lugar, por encima de quien sea, sólo por cuestión de ideales, de preferencias o género.
Vámonos respetando, aplicando aquel decreto de “Tratar a los demás como quieres ser tratado”.