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CAPITULO I

Siempre hay mundos paralelos al nuestro, de hoy en día, pero nunca nos imaginamos podernos perder en ese paralelo entre lo creíble y lo increíble.

Hace tiempo todas las noches, el mismo sueño donde un hombre vestido con ropas de la antigua civilización Azteca me persigue y me llama hacía el interior de una Iglesia, yo un poco sorprendida volteo a un lado y al otro, para saber si se trata de mí, y al no encontrar otras personas cercanas, entonces, empieza la persecución.

Como siempre en la noche al punto donde no sabe uno si está dormida o aún despierta, el mismo hombre aparece y me llama con la mano para que me acercara, cuanto más cerca estoy él se aleja, y así, hasta que detrás de una puerta, un mundo fascinante hay, ya no existe la iglesia, si no unas escaleras, pero en vez de subir vi al hombre bajar y voltear, para que siguiera su andar.

Así duró durante mucho tiempo y cada vez más abajo, sinceramente no le aguantaba el paso iba muy rápido, tenía que descansar en los escalones, él paraba al ver que no lo seguía, entonces me dije ¿por qué? lo sigo.. y al voltear arriba ya no existían las escaleras ¿cómo podría volver a mi mundo, con mi familia?.

Me asusté, no daba crédito a lo que me estaba sucediendo, no tenía más opciones que seguir adelante con aquél desconocido.

Y seguimos avanzando, hasta que de pronto como al final de las escaleras había una luz tan radiante, que me tenía que tapar con una mano los ojos, porque era muy resplandeciente, y aún así seguí al hombre.

Pero más fue mi sorpresa que me dio la mano, para lo poco o mucho que faltaba por bajar, lo hiciera con cuidado y me sentí confusa porque al principió no dio muestras de afecto.

Y con su atención me sentí protegida, emanaba una fuerza increíble, con la confianza como si lo conociera de toda la vida, le observé con mucha atención, es un hombre joven como de unos 30 o 35 años, fuerte, de tez morena, ojos grandes y muy expresivos, boca sensual y carnosa, y él a su vez, bajaba la cara, le daba pena o sentía vergüenza de cómo lo estaba observando, no me explicaba su proceder.

CAPITULO II

Al fin llegamos a nuestro destino, había mucha gente, empezó una gran fiesta, veía mucha actividad en todas partes, la gente me miraba y sonreían, al fin una anciana se me acercó y me dio la bienvenida, no entendía sus palabras, como vio mi expresión de sorpresa e incredulidad me dio a beber agua, no sabía que contenía y sin sospechar nada acepté, ya que mi sed era bastante por todo lo que había recorrido.

No sé en qué momento me quedé dormida y al despertar me vi muy diferente, me habían cambiado, vestía un traje blanco bordado con unas grecas en el cuello y en la parte baja del vestido largo que me habían puesto.

Entonces la anciana que me dio el agua empezó a hablar y por muy extraño que parezca, le entendía perfectamente todo lo que me decía, me quede sorprendida, si nunca en mi vida había oído ese lenguaje, pero claramente me decía que ese era mi hogar, que había estado perdida, pero ahora todos estaban felices porque había regresado.

Yo me sentía confusa, no podía, más bien, no sabía de qué estaba hablando. Por qué estaba ahí, cuál era su propósito, a lo cual me contestó que yo era una princesa, que mi propósito era rescatar al pueblo a un nuevo mundo, que ellos siempre me habían estado esperando, pero yo no podía creer lo que decía, a pesar de que entendía su lenguaje no tenía ni la menor idea a lo que se refería.

Pensé: es un sueño, pero no podía despertar, entonces ¿era realidad? Busqué a aquel hombre que me había llevado a ese mundo al cual me sentía perdida, por más que mis ojos lo buscaron, todos me parecían iguales.

Buscaba en cada rincón, con cada persona, pero todo era inútil, todo empezó a dar vueltas, me miraban con gran curiosidad, hasta que caí, no sabía por dónde ir, no sabía que iba a ser de mí, no sabía como iba a pasar la noche, no sabía nada.

CAPITULO III

Llegaron dos jovencitas que me invitaron a que las siguiera. Les pregunté a dónde nos dirigíamos, a lo cual muy amables contestaron que era la hora de mi baño y me debería preparar para la gran coronación, empezaron a decir que tenía que desnudarme y muy apenada les comenté no estar acostumbrada a que me bañen, se rieron y me dieron un lienzo como si fuera una sábana, se sentía tan suave que me dieron ganas de dormir.

Entonces me indicaron que debería desvestirme y en cuanto estuviera preparada, envuelta en el lienzo me metiera a esa cueva, o así me pareció… Era medio circular por arriba y plana abajo con una pequeña puerta, al entrar percibí un calor extremo pero agradable, entonces las chicas entraron, una me indicó que el lienzo lo tenía que poner en el suelo, y ahí acostarme, sentí pena que me vieran desnuda, me hizo una seña y con gran pesar me quité el lienzo, me ayudó a extenderlo en el piso, mientras la otra chica ponía agua cerca de mí, para que pudiera refrescarme si el calor era muy intenso.

Cuando salieron me acosté y sentí que todo mi cuerpo empezaba a sudar pero era agradable y la sensación me hacía dormir a ratos, cuando despertaba ya habían mojado mi cuerpo con el agua, tenía un aroma a flores y me indicaron ¡que no debía dormir!, pero no les hice caso, al fin que alguna de ellas entraba y mojaba mi cuerpo con agua fría que no la sentía, por el calor de la habitación o cueva, al poco rato me despertaron y me dijo que debía tallar mi cuerpo con unas hierbas, así lo hice, hasta que me hizo señas para que la siguiera, envolviendo mi cuerpo con el lienzo.

Por otro túnel que no me había fijado que existiera y ahí me dio frío, pero de las rocas caía agua en forma de cascada pero suavemente, el agua no estaba fría, al contrario tibia era una sensación de bienestar, calidez, ¡oh! era lo más agradable al estar ahí, pasaron los minutos, hasta que me dieron hierbas y jabón para lavar todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, yo estaba extasiada, el agua deliciosa, el jabón oliendo a frutas y las hierbas oliendo a flores, qué más podía pedir…. Mientras las chicas me apuraban, las veía y no tomaba en cuenta todo lo que platicaban, seguía con mi baño, tan contenta estaba que no me percate que dos hombres me estaban mirando, hasta que abrí los ojos y sentí pánico ya que las chicas habían desaparecido… yo sola con esos dos.


Padres
Rocío Guerrero Díaz, la intensidad del cosmos en la serenidad de su ser

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