Mujer al volante. Me lo dijeron muy claro cuando aprendí a manejar:
“¿Querida si estás acostumbrada a la amabilidad masculina, a que te cedan el paso y sean cordiales y atentos contigo? ¡Olvídalo! Tienes que saber que rara vez te van a dar el paso y que no faltará quien te insulte por el solo hecho de ser mujer e ir al volante.”
Aun así tomé el volante y al gimnasio, a trabajar, a pasear, a moverme en mi coche en una ciudad en la que circulan alrededor de 5 millones de autos y en la que yo soy una conductora más.
Y sí, si he tenido el gusto de que me cedan el paso y he disfrutado de la amabilidad de un joven que se ofreció a cambiar la llanta cuando se ponchó en un oscuro lugar. Y aunque, me he sentido atropellada por la “intrepidez” o “falta de precaución” de algunos conductores que te pasan rozando mostrando con ello su “superioridad” y habilidad al volante; y también me han tratado de estúpida cuando he sido precavida, jamás me he arrepentido de haber aprendido a manejar.
Conducir un auto, moverte a velocidad y sentir que tú controlas el auto, que éste empieza a sentirse cómo una extensión de tus manos y pies y que puedes llegar rauda y veloz a donde te esperan, es una sensación única.
Ver tu coche estacionado, esperando que te subas para cumplir tus deseos de ir donde deseas, es algo genial. Y no se diga cuando hace calor o llueve, porque por más tráfico que allá, ahí estás sentada escuchando tu música favorita en el confort de la vestidura de los asientos y su diseño ergonómico.
Además soy testigo de que hay hombres que manejan muy mal, de hecho por eso me animé a manejar, pues dije “Si éste señor maneja, yo porqué no”
Aun así, consiente de la fuerte contaminación por automotores, juro que si dejaría mi coche si en mi ciudad hubiera un transporte digno y seguro, en el que pudiera ir sin empujones ni sorpresas desagradables.
Es más, a veces sueño con una ciclopista que cruza la ciudad por encima de edificios y puentes y que me lleva a donde quiera, bueno sólo a la oficina, pero con la satisfacción de que estoy contribuyendo a mejorar el medio ambiente al moverme en mi bicicleta.
Finalmente, he comprendido que las mujeres también disfrutamos de ir al volante, sea de automóvil o de una sencilla bicicleta, las mujeres ya aprendimos a decidir a dónde queremos ir, a quién queremos llevar con nosotras y cuándo vamos a regresar, por eso yo grito:
¡MUJER AL VOLANTE!