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Aprendiendo a poner límites. Dudo mucho que exista algún papá o mamá que no haya sentido un inmenso y total amor por su hijo y, al mismo tiempo, una enorme frustración e ira. Pareciera que a los niños, desde muy pequeñitos les gusta poner a prueba los nervios y la tolerancia de papá y mamá, y eso sucede porque comienzan a explorar los límites en todos los aspectos de su mundo; qué pueden hacer y qué no; en dónde si y en dónde no, o si definitivamente se pasaron de la raya.

Uno de los principales objetivos en la educación de un niño, es lograr que asuma que todos sus actos tienen consecuencias y que, dependiendo de cómo se haya comportado, las consecuencias pueden ser buenas o malas.

Ya que los niños no tienen la misma conciencia que los adultos al momento de actuar, es labor de papá y mamá establecer una serie de pautas que los hijos deben conocer para saber cuándo están actuando de manera equivocada.

Poner límites a los niños es fundamental, ya que no sólo se vuelve más armónica la convivencia, sino que les permiten adaptarse mejor a las normas y reglas en su vida social.

Para que los límites se establezcan adecuadamente, existen tres puntos clave que debes considerar:

  1. Expresa la situación problemática usando pocas palabras, como ‘’No, me duele’’; ‘’Eso no es tuyo, déjalo’’; ‘’No avientes tus juguetes, se rompen’’. Los sermones o rollos muy extensos llegan a confundir a los niños y se pierde la atención de la idea central.
  2. No se trata de calificar o poner una etiqueta negativa a tu niño; lo que estuvo mal fue lo que hizo, eso no significa que él mismo sea malo o incompetente.
  3. Sé firme pero tranquilo. Ser firme implica poner límites claros y acordes a la edad de tu niño, aplicando un correctivo o consecuencia proporcional a la conducta inapropiada. Si no se aplica el correctivo el mensaje que le das es: no importa que yo te prohíba o ponga reglas, de todas formas puedes romperlas porque al final no te aplicaré el castigo. Basta con aplicar las consecuencias de no cumplir algo, con firmeza y sin titubeos. Al aplicar ese correctivo ya no hay necesidad de enojarse ni pelear.

Ahora, ¿Cómo deben ser los límites?

  1. Claros. Decir ‘’pórtate bien’’ o ‘’pórtate como un niño grande’’ resulta bastante ambiguo y por lo tanto poco claro. Asegúrate de ser muy específica y que tu niño comprenda exactamente qué es lo que está haciendo mal.
  2. Concretos. O sea, ¡al grano! Como mencioné antes, los rodeos hacen que nos perdamos del objetivo principal. Por ejemplo, si tu niño ya sacó demasiados juguetes y lo que quieres es que los recoja, evita usar frases como: ‘’Oye mi amor, ¿no crees que ya tienes muchos juguetes fuera de su lugar? Los vas a perder o alguien puede pisarlos’’. Ahí ya te estarías desviando del propósito; puedes sustituir la extensa oración por un simple: ‘’Recoge tus juguetes mi amor’’.
  3. Cumplidos y constantes. Hay que ser SIEMPRE constantes con las normas y consecuentes con las decisiones tomadas. Las órdenes que no se cumplen provocan una pérdida de autoridad y confunden.

Para que los límites se cumplan resulta esencial:

Asegurarte de lo que quieres decir. Muchas veces se piden cosas que ni siquiera son necesarias, así que mejor piensa bien la importancia de la indicación antes de darla.

No preguntes, di. Si formulas una instrucción en forma de pregunta, corres el riesgo de que tu niño te responda con un claro y rotundo NO.

Haz que sea fácil de cumplir. Es decir, da UNA sola instrucción a la vez; ya que se haya cumplido, puedes dar la siguiente.

Cerciórate de que te escucha. Los gritos de una habitación a otra son muy poco efectivos; nada como el contacto visual directo, e incluso mejor si te hincas para ponerte al mismo nivel de tu niño.

Elimina distracciones. Adiós televisión, música, celular o juegos mientras das una instrucción.

Comprueba que te entendió. Pídele que te repita lo que le pediste.

Considera el tiempo. En ocasiones esperas que tu niño realice la tarea en un tiempo específico, así que es necesario hacerle saber de cuánto tiempo dispone.

Papás, es súper importante que antes de establecer reglas en casa, ambos se pongan de acuerdo, de tal forma que exista congruencia entre los límites que establece uno u otro y que ambos conformen una misma autoridad.

Si se sienten muy muy enojados, más vale que se tranquilicen un poco antes de castigar a su niño, ya que la emoción podría ganarles y así el castigo y/o regaño sería inadecuado.

Siempre expliquen el por qué; usar el típico ‘’porque yo digo’’ no es una explicación válida ni suficiente.

Los efectos de no poner límites moldean a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.

No olviden que, así como indicarle a un niño lo que ha hecho mal le da seguridad y le permite adaptarse al entorno social, señalar y reforzar las cosas que ha hecho bien es igualmente ESENCIAL, ya que de esa forma se sentirá valorado, capaz y seguro de sí mismo.

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