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Las muñecas Barbie han sido parte de mi vida desde que era niña y aún guardo muchos recuerdos de ellas. Recuerdo que llegué a tener más de 17 Barbies, de diferentes estilos y colores. Me encantaba jugar con ellas, inventar historias y vestirlas con ropa bonita. Un librero de mi papá se convirtió en un palacio de ensueño para mis muñecas, donde vivían aventuras y romances con Ken (también tenía varios Ken… todo tenía que quedar dentro de la moral según mi entendimiento de aquellos días). Con pequeñas cajitas de cereal, hice algunos sillones y mesas, y con libros y pedacitos de tela simulaba sus camas lujosas, además, algunas corcholatas de refresco eran los platitos para que mis muñecas se reunieran a comer y los vasos eran popotes cortados en diferentes tamaños… Poco a poco, mis papás me fueron comprando muebles y utencilios de la misma marca de mis muñecas, aunque confieso que me gustaba más usar todo aquello que con mi ingenio confeccioné.

Sin embargo, un día, en mi adolescencia, creyéndome mayor y orgullosa de tener novio, decidí desprenderme de mis queridas Barbies. Se las regalé todas a mis primas, pensando que ya no las necesitaba. Pero esa misma noche lloré arrepentida por haberme quedado sin mis muñecas. Sentí que había perdido una parte de mi infancia y de mis sueños.

Barbie en mi vida adulta

Pasaron los años y yo seguí creciendo. Cuando tenía aproximadamente 30 años de edad, trabajaba para una línea de cosméticos muy reconocida. Un día, participé en un concurso y me gané una Barbie especial, de colección, vestida con la ropa representativa de la marca. Fue un gran triunfo haberla ganado, pues era una muñeca muy bonita y exclusiva. No recuerdo qué le hice, quizá la guardé en algún lugar o se la regalé a alguien. Lo que sí recuerdo es la emoción que sentí al volver a tener una Barbie en mis manos.

Hoy tengo 58 años de edad y veo el furor que ha causado la película de Barbie. Mucha gente habla de ella y dice que es muy buena. Sin embargo, yo no tengo deseos de verla. Quizá prefiero quedarme con los recuerdos de mi infancia y por eso no me atrevo a arriesgar que algo influya en lo que esa muñeca ha representado para mí. Mis Barbies fueron más que unas muñecas, fueron los personajes de todo aquello que algún día soñé ser.

Las muñecas Barbie han marcado mi vida de una manera especial. Aunque ya no las tenga físicamente, siempre estarán en mi corazón y en mi memoria. Creo que cada una de ellas, con sus distintos atuendos y personalidades, en aquellas horas de juego en que yo decidía la historia, me enseñó algo sobre mí misma y sobre el mundo que, con el tiempo, fabriqué para vivir mi realidad de hoy.

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