– Suena la alarma del despertador, estiro mi cuerpo tratando de empezar el día y salgo de la cama, de manera disciplinada, aunque en realidad prefería seguir abrazada por mis suaves sábanas de algodón. Ya sentada a la orilla de la cama, me estiro una vez más, como si quisiera alcanzar el techo con mis manos.
Me asomo por la ventana y saludo con una sonrisa a la luna que ya pronto se irá… Aún es de madrugada, y sé que levantarme a esa hora es una excelente manera para comenzar con la rutina diaria. Quedarme en cama hasta que salga el sol, para mí es una mala decisión, porque antes de que sea media tarde, me sentiré frustrada por todos las tareas que aún están en mi lista de pendientes y no he podido terminar.
Un vaso con agua para comenzar, y después, mientras se calienta el agua para mi café de cada mañana, salgo a lavar el patio aún medio adormecida, pero termino de despertar después de hacer un poco de ejercicio.
Mi café y un desayuno ligero mientras reviso la agenda para hoy, un poco de lectura o escuchar un audiolibro antes de meterme a bañar.
Ya estoy lista para comenzar el día
Con la mente ya bien despejada, comienza mi ir y venir por toda la casa, siguiendo, en orden riguroso, las tareas del hogar, todo de acuerdo a la lista preparada para que nada se me vaya a olvidar. Después, hay que hacer algunas llamadas, contestar algunos mensajes, salir a las compras necesarias para que la familia tenga todo listo a la hora de almorzar.
Incluso esa caminata hacia la tienda de la esquina o al mercado de la colonia, es parte de mi rutina diaria, pues también me ayuda a ejercitar mi cuerpo, mis pulmones y hasta mi vida en sociedad, al saludar a los vecinos que me encuentro al paso, al señor de la recaudería, y hasta al devolverle la sonrisa a algún amable extraño que me brinda un «buenos días» porque, aunque no me conozca, seguramente así lo educó su mamá.
Ya terminadas mis tareas de la mañana, me dispongo a trabajar, porque además de ser ama de casa, tengo sueños profesionales que no estoy dispuesta a dejar.
De lunes a domingo
Sin importar cual es el día de la semana, todos los días son igual… y entonces, me veo casualmente al espejo y me pregunto ¿y esa mujer tan avejentada y descuidada quién es?
Son tantas las tareas con las que estoy comprometida, incluyendo mis proyectos personales, que olvidé considerar un tiempo para la vanidad, el entretenimiento o simplemente salir a caminar por el puro placer de no pensar.
¡Qué bien tener un hogar casi perfecto! ¡Qué maravilloso ver que mi carrera va en ascenso!… Pero nada de eso justifica el haber descuidado, durante tanto tiempo, el amor y respeto que yo misma me tengo que proveer.
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