¿Cómo llegué aquí? A esos ojos que reconocen mis sombras, a esos brazos que tocan con respeto mis cicatrices, a esa boca que pronuncia mi fuerza, sostenida de unas manos que avivan el fogón de mi corazón recordándome la confianza que debo tener en mí. Un camino que no buscaba y que llegó suavemente como el aire que entra en mis pulmones por las mañanas, de manera orgánica, sin avisar, sin imponer, sin pedir, sin controlar… como un gran regalo que compensaría todo el dolor que algún día me habitó. Y aún en el amor con la intención más clara y amorosa, se reflejan las heridas de dos personas que tienen historias y caminos diferentes. A veces palabras cubiertas de lava, tocando sin premura añejas experiencias, con el descuido de la impulsividad. La pareja nos hace trabajar porque a través de su presencia podemos construir una relación sana y amorosa con nosotros mismos y en reciprocidad, compartir lo que ese compañero merece.
La pareja nos enseña que podemos ser mejores versiones de nosotros mismos cuando reconocemos lo no trabajado aún. Es un reto habitar este espacio el cual no todos estamos dispuestos a asumir con amor y sobre todo con mucha paciencia. El reto principalmente, es con uno mismo.
Por eso hay que reconocer nuestra valentía de caminar junto a alguien, porque estar solo quizá resulte más confortable al ser un terreno conocido, donde se es dueño del tiempo y las decisiones sin tener que negociar con nadie.
Hoy aprendo que es importante:
- Escuchar al otro desde la verdadera compresión.
- Poner límites sin cerrazón.
- En el autoreconocimiento de mejorar nuestros defectos, no pretender cambiar por el otro y para el otro.
- Ceder sin sacrificarse.
- Cumplir acuerdos.
- Negociar acciones para el bienestar mutuo.
- Deconstruir viejas creencias sobre el amor eterno y conceptos socialmente fundados por generaciones pasadas.
- Respetar la individualidad.
- Aprender a comunicarse de manera más armoniosa.
- Recordar que nada es personal.
- Aprender a expresar lo que sentimos, sin reclamar, ni exigir, ni imponer.
- Recordar que cada dificultad, tiene solución cuando se desea encontrarla.
Aprendiendo a vivir, a compartir, a renocer que hay voluntad para hacer las cosas diferentes. Vivimos en cuerpos con necesidades físicas y emocionales, somos almas aprendiendo cada día a estar juntos, sin dañar ni ofender al otro, y sobretodo sin sufrir porque la relación debería generar calma. El camino es inicierto, temporal, y todos somos maestros y aprendices en constante crecimiento.
Hoy acepto el regalo que implica su presencia en mi vida y abro las manos para soltarlo…