¿Cuántas veces hemos tenido que decir que sí aunque en el fondo la respuesta era no? ¿cuántas veces hemos pensado que lo mejor era decir que sí para evitar problemas o en pro de la relación? ¿cuántas veces nos decimos «no es no» porque lo siento, porque lo creo y porque lo deseo?
Para Octavio Paz, “la libertad no es una idea sino un actuar de la conciencia, la libertad no se define: se ejerce”. La libertad no se implora, se conquista, y es que si hay algo que más nos hace libre, es la de optar entre dos definiciones, dos caminos, “si” o “no”. ¿Pareciera fácil, no?
¿Es fácil decir que no?, ¿es difícil?, ¿porqué?, ¿que no somos libres para decidir y actuar?, ¿hay algo entonces que nos condiciona o limita?
El “no” muchas veces es la palabra más liberadora que existe, la que rompe cualquier acero que nos limita a actuar o decidir, el “no” da más valor a nuestro “sí” porque cuándo decimos que sí, estamos diciendo que lo quiero, lo deseo y estoy convencido, al menos en este momento sí, y eso nos ayuda a encarar decisiones y relaciones con mayor honestidad, porque soy plenamente consciente de mi actuar, aunque duela, aunque no sea popular, aunque me arrepienta, aunque me cueste, aunque tenga que pagar el precio que tenga que pagar.
¿No sientes que a veces todo tiene precio? El precio del éxito, de la fama, de la libertad, etc, etc, que debemos de pagar antes de recibir, que nada se da por sentado, que la libertad de hacer, viene de ser, el ser consciente, el ser responsable, el ser sincero, el ser valiente, etc.
¿Por qué es tan importante tener el poder de decir que no? A menudo vemos preguntas como: ¿qué poder o súper poder te gustaría tener? ¿volar, tener súper fuerza, ser invisible?. A mí me gustaría decir «el poder de decir «no», porque representa una capacidad y un valor que nos define como persona, que nos arroja al deseo de libertad, de vivir como pensamos y ayuda a formar relaciones más sanas en el ámbito laboral, de pareja, de familia, de amigos.
Para ilustrar este pensamiento, me gustaría compartir una analogía del Dr. Jorge Bucay, quien en uno de sus videos y conversaciones con su hijo Demian Bucay compartió un enfoque. Se trata, del “álbum de estampitas”. Imaginemos que en la relación tenemos un álbum en blanco, sin usar, y de repente nuestra pareja nos pide algo de lo que no estamos muy convencidos y nuestro pensamiento dice que “no”, pero en el actuar decimos que sí, y entonces pego una estampita en el álbum, que significa, me debes una, porque cedí por bien de la relación, no era lo que quería pero está bien, hagámoslo, y así vamos tomando decisiones compartiendo deseos, y pegando más y más estampitas, hasta que de repente nosotros somos los que pedimos algo y recibimos un “no” rotundo. Inmediatamente sacamos el álbum para decir “yo he dicho muchos “sí”, y he cedido por el bien de la relación, ¿y que recibimos a cambio? Una respuesta lapidaria para nuestros sentimientos: “yo no te obligué” sino querías me lo hubieras dicho y punto. ¿Qué sucede entonces? Se va rompiendo la relación, se van debilitando las estructuras que nos sostenían como pareja, en cualquier ámbito.
Se puede estar de acuerdo en que estamos en desacuerdo, en que no pensamos igual, en que tenemos ideas distintas, pensamientos diferentes, deseos incluso hasta contrarios, no se trata de coincidir en todo, tampoco se trata de negociar, como si de un negocio se tratará, de tratar de encontrar los vértices que nos unen, qué me hace feliz, qué te hace feliz, y qué nos conviene o es lo mejor para nosotros, ya que la relación está conformada por tres, ella, él y la relación. Se trata de ver en la misma dirección incluso cuando tenemos lentes distintos. No es un ejercicio para nada sencillo, requiere de entereza, de madurez, de libertad y de pagar los precios de mis decisiones, aunque incluso me arrepienta.
Como dijera el maestro Joaquín Sabina “No digas no, porque sí”, ya que nuestras decisiones determinan los resultados, y en la vida tenemos “razones” o “resultados”. He ahí el poder revelador del “no” en nuestro lenguaje cotidiano.