¿Cuantas veces nos proponemos algo y no lo hacemos? Parece mentira, pero siempre vivimos pensando en hacer algo más para cubrir nuestras necesidades, ya sean laborales o familiares, incluso en la escuela o con nuestros propios amigos.
Las metas deben ser parte de nuestra vida diaria, ponernos retos desde que nos despertamos, decirnos, por ejemplo: hoy nadie me va a hacer enojar. Y llegar al final del día, sin que nos hayamos desviado de nuestra meta, significaría un triunfo.
Las metas significan llegar al final del camino, pero no acaba ahí. El reto está en mantener el triunfo que se logró y repetirlo con una meta más duradera.
Alcanzar lo deseado nos motiva a saber que podemos y que somos capaces de hacer lo que nos proponemos. Pero tampoco hay que desanimarnos si en todo caso no alcanzamos la meta. Lo importante es no quedar en el intento, si no ver hasta donde podemos llegar y volver a intentarlo.
Sean a corto o a largo plazo, está en nosotros saber en cuánto tiempo alcanzarlas. Tal vez nos lleve una parte de nuestra vida, pero al alcanzarla habrá valido la pena. La satisfacción que nos representa no se compara con nada.
Pongámonos metas, pero no económicas, si no retos de cómo ser mejores personas, amigos, hermanos y seres humanos. Preocuparnos por nuestro yo interior para ser mejor cada día y lograr nuestras metas.
