– Me sentí afortunada y agradecida cuando acudiste a mí en busca de consuelo. Sentí un enorme compromiso por ayudarte cada vez que venías pidiendo algún consejo. Y al ver que te ibas relajada, empoderada y te despedías con una sonrisa, pensaba «hice lo correcto».
Pasaban algunos días, y no sabía más de tí. No respondías mis llamadas y si te mandaba algún mensaje de texto, te limitabas a contestar con un emoji o un simple «Gracias, todo bien».
Sin embargo, no pasaba mucho tiempo para que volvieras a buscarme, otra vez triste, a veces desesperada porque «una vez más» la persona a la que amas te mintió, te maltrató o de alguna manera, nuevamente, te había faltado al respeto.
Una y otra vez se repitió el mismo proceso: Venías con el corazón hecho pedazos, yo te escuchaba mientras dejaba que te desahogaras, te daba un té, algunas palabras de aliento, y dedicaba mi tiempo a recordarte lo valiosa que eres y procuraba ayudarte para que salieras de ese infierno.
Mala amiga
Llegó el momento en que no encontré nada nuevo que decirte, ya no tenía para tí ningún consejo, ningún proyecto que pudiera motivarte para levantar el vuelo, y entonces, cuando te propuse que fueramos en busca de ayuda profesional para que te ayudara a romper con tu adicción al sufrimiento, te ofendiste, me insultaste y te fuiste jurando no volverme a ver.
Dijiste que soy una mala amiga, que nunca te supe comprender. Me reprochaste haber venido en busca de ayuda y que sólo encontraste en mi un duro y cruel corazón. Me sentí triste por no poder apoyarte y, aunque no lo creas, me preocupé mucho por ti… Sin embargo, cuando te alejaste, hubo mucha paz en mi vida, en mi espacio y hasta al tomarme tranquila una taza de café.
Yo nada te puedo ofrecer
Una tarde volviste a llamarme, otra vez llorando, me querías ver porque, según decías, «ahora sí esta fue la última vez porque no pensabas volver a perdonarlo». Obviamente yo sabía que eso no era cierto, así que, defendiendo mi paz, te dije que lo único que podía hacer, era darte el contacto de un psicólogo que te podría atender…
Nunca más hablamos, pero sé que revisas mis redes sociales. Quizá tenías razón al decir que soy una mala amiga, pero sinceramente, me cansé de escucharte con las mismas quejas, una y otra vez; me cansé de intentar motivarte y levantar tu ánimo, tu autoestima… tu dignidad de mujer.
Tú sabes en donde estoy
Gracias por alejarte y permitirme tomar en paz mi café mientras leo un buen libro o veo la televisión… Tú sabes en donde encontrarme, por si algún día tomas la decisión, de dejar tu posición de víctima y estás dispuesta a crecer.