Un tímido sol se oculta detrás de los árboles como si se escondiera de algo o de alguien, no quiere aún ser parte del cuento del nuevo día que ya hace rato comenzó, pero insiste en no ser partícipe de llevar la alegría a cientos de gentes que se dan cita a ejercitar sus cuerpos en pro de sentirse bien y llenarse de la vida que brinda la naturaleza en medio de un ajetreado cosmos con olor a smog y toda clase de solventes que inundan el aire.
Poco a poco se va haciendo presente y lo hace con más fuerza, esa redondez que asemeja un círculo exacto se torna de un color rojo tenue, pero a medida que transcurren los minutos cambia drásticamente hasta volverse rojo incandescente resurgiendo por todo lo alto de la esfera celeste, demostrando una vez más su magnificencia, que sin él la vida no continúa, al igual que con el líquido vital que le inyecta el sabor de la esperanza a cada ser vivo que habita y es vecino nuestro.
¡Y de pronto! ahí está, imponente e iluminando todo a su paso, unas ardillas emocionadas suben a sus troncos con la seguridad que sus patitas no las dejaran caer, tienen confianza en ellas mismas, no hace falta más, buscan afanosamente el alimento que les brinde la energía para proseguir adelante. Una pareja de cotorros se rinden pleitesía en medio de cantos que indican que el cortejo está próximo y deben de sacar sus mejores galas para conquistarse, es primavera y hay que volver a poblar la comunidad, el ambiente emana un aire de tranquilidad con la seguridad que el día de hoy será único e irrepetible.
Distintos sonidos se escuchan por doquier en la conjunción de una divinidad que otorga todo para poder vivir, en un paraíso exacto donde aún se puede Respirar.
Edgar Landa Hernández.