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La noche estaba oscura, el cielo pintado de nubes negras, todo apuntaba que la lluvia llegaría en unas cuantas horas. Era trece de febrero del dos mil veintitrés, cuando de pronto, Vanessa comenzó a presentar molestias en el colon y gritaba con angustias: ¡me duelen mucho los intestinos! y no tengo medicamentos. En ese momento le ofrecí un paliativo oral, para disminuir el malestar. El auto nuevo lucía en el garaje, ni ella ni yo sabíamos manejar…

 Entonces, ¿qué hay que hacer?, le dije: puedo llamar a un médico que venga a darte atención personalizada. ¡No!, ya se me pasará con lo que ya me diste. Pero pasaron los minutos y el dolor se volvía más intensos. Voy en taxi a comprar en la farmacia más cercana, dime cuál es tu tratamiento, si recuerdas el nombre del medicamento para comprarlo. Sí, me dijo, es este, mostrando una caja vacía de medicina, compra este por favor. Me llevé al vecino, para que manejara el auto y llegamos a la farmacia para comprar el medicamento. Regresamos a casa, la noche seguía oscura, no había luna, el cielo tenía nubes negras que de pronto formaban figuras, de rostros perversos, a veces se veía a un hombre pirata riéndose, tal vez burlándose del dolor de Vanessa. Yo vi el ojo de un cocodrilo, con mirada fulminante, en medio de las nubes.

El cansancio nos venció, me dormí en la sala después de tomar un vaso de whisky que me dejo mareada.

Vanessa en su alcoba se sentía mejor… el dolor desapareció y el medicamento le causó sueño. Encendí el ventilador y el aire acondicionado, para evitar que sintiera calor. Yo me quedé en la sala. A media noche. Sentí la presencia de una sombra cerca de mí. La vi flotar de la nada, se deslizaba en el aire, como si tuviera pies mágicos, era tenebrosa, oscura, cubierta con una capucha, no tenía rostro. 

Se detuvo justamente en mi cara… era tanto el impacto que me causó, permanecí quieta sin abrir mis ojos, para no morir de miedo.  Sentí su mano pesada que me tocaba el brazo… comencé a gritar, a pedir auxilio mientras mi voz de nuevo se enredó, pronunciando un lenguaje desconocido. Yo gritaba, pero nadie me escuchaba, después de varios minutos la sombra se fue, desapareció de mi sueño, abrí mis ojos. Me di cuenta de que ya no estaba, mientras que los bellos de mi piel estaban erizados, sentía la presencia de una mirada, una mirada que se me clavaba hasta provocarme escalofríos y miedo. Aun así me puse de pie impulsada como un resorte, le grité al espíritu invisible: ¡vete!, nada tienes que hacer aquí, ¡esta es mi propiedad!, no te permito estar aquí, que Jehová te reprenda por todo lo que me haces… de nuevo le grité: ¡vete! O dime, ¿quién eres? Y qué quieres.

 Porque de mí no vas a tener nada, de pronto desapareció, de igual forma como llegó. El silencio volvió a la sala, mi corazón fue recuperando la calma. Respiré tranquila, mientras Vanessa continuaba durmiendo. La luz del nuevo día llegó.  A las seis de la mañana limpié la casa, me di un baño con agua fría. Me vestí con prisa. Desperté a Vanessa para decirle que me iría a la ciudad en un autobús a las siete de la mañana, para llegar temprano a mi oficina.

Le dije: tengo ganas de quedarme, pero debo ir a trabajar, disculpa que te molesté con tanto ruido que hice al hacer la limpieza. Quise dejarte la casa limpia y la comida preparada.

Ella me comentó: qué extraño, estoy tan segura que hace algunos momentos me desperté escuchando tu voz, que me decía, ya me voy. También escuché cuando abriste la puerta, luego la cerraste y te fuiste, pero no te pude contestar, tenía mucho sueño. Hasta pensé, se fue sin despedirse. Me quedé nuevamente dormida, pensando que ya te habías ido.

Qué extraño- le respondí, hice tanto ruido y tú continuabas dormida. No te quería despertar.

No me quería ir sin despedirme y preguntarte como sigues. ¡Mejor! Me dijo.

Bueno, está bien, ve con Dios, avísame cuando llegues a tu oficina. El viaje fue muy rápido. El día en la oficina un poco cansado, tenía sueño y cansancio al salir volví a casa, de pronto me quede dormida, sentí una gran pesadez, un sueño profundo, intenso, mis ojos en automático se cerraban. Otra vez sentía la presencia de alguien que se acercaba a mí. 

Como si quisiera tocarme o decirme algo. Y una tristeza grande, como cuando alguien se va y te deja… me dormí sin despertar, hasta que mi teléfono insistente sonaba con urgencias. Hola, conteste, la voz del otro lado, era de una conocida que lloraba y me decía: Katy! Trata de hablar con Mariela, ¡búscala, márcale! Hasta donde sé. La levantaron junto con su novio, se los llevaron. La policía los está buscando, desde la tarde no se sabe dónde estén… llore en automático y mi corazón latía desbocado con dolor e impotencia. Le pedí a Dios que los conservara vivos…

 Las llamadas que hice todas se fueron a buzón, mi angustia crecía ante tal situación. Mi mente era un caos… venían a mi memoria las figuras de los rostros desfigurados y perversos en las nubes de la noche anterior, la pesadilla, la presencia de la sombra presentándose en mi habitación, la mano fría que me tocó el brazo, acaso era un aviso del más allá. Y la angustia que Vanessa, manifestada en forma de malestar, mi voz que ella escuchó, diciéndole que ya me iba. Sería que él nos estaba mandando señales y mensajes de peligro que debíamos atender. Mi preocupación no cesaba, al contrario, iba en aumento. De pronto, una llamada entro, diciéndome que Mariela había aparecido, muy golpeada, su estado de gravidez tal vez la salvo. Pero su novio continuaba desaparecido. Otra noche de angustia, por la desaparición del muchacho. El siguiente día era catorce de febrero, día del amor y la amistad. En México, las parejas y los amigos lo celebran con dulces, globos, bombones, flores y fiestas…

 Una foto en el periódico estatal, anunciaba a un joven con las manos atrás y amarradas, con golpes de torturas, con un balazo en la cabeza, y tirado a media carretera, la escena del hallazgo acordonada, con listones amarillos, indicando retírense del lugar.

 Era el muchacho aquel, el novio de Mariela. Mi corazón lloraba, pero di las gracias a Dios, que el joven había aparecido pronto, muerto, pero completo, así su familia podría recoger su cuerpo y darle santa sepultura… horrible escena, pienso que Mariela jamás olvidara aquella experiencia por demás traumática, y sobre todo un catorce de febrero, cuando los novios y los amantes se besan y abrazan con esmero, con cariño, con amor, ahora Mariela estaba vestida de terror, de miedo, de dolor, de tristezas, con el único consuelo que en su vientre se quedó el fruto de aquella apasionada relación.

 Un bebé venía en camino, pronto nacería, para alegrar el corazón destrozado de su joven madre. Pero, ¿qué fue aquella sensación nocturna?, acaso aquella sombra era el espíritu del muchacho avisándome que estaba próximo a marcharse de este mundo, tal vez quiso decirme que cuidara de su novia y de su hijo próximo a nacer. No pude entender aquel aviso…

 Tal vez esa mano fría tocando mi brazo, era para pedirme auxilio… hay algunas almas que alcanzan a despedirse de sus amigos o de las personas significativas que saben que apoyaran a los que dejan, hay almas que se despiden en los sueños para romper cualquier desencanto provocado en vida, para irse en paz… puedo saber que esa alma se fue en paz, sabiendo que su mujer y su hijo estarían bien… a los ocho días salude a Mariela, me abrazo llorando igual que yo, aún se veía con golpes en los brazos, la abrace amorosamente y desde aquel día jamás la dejamos sola.

 Como consecuencia de la experiencia traumática, su parto se adelantó. Cuando la llevamos al hospital, los médicos opinaron hospitalización y observación a la brevedad… habían pasado más de doce horas, de Mariela no había noticias, de pronto en la sala anunciaron. Familiares de Mariela, se solicita autorización para realizar cesárea con urgencias, el bebé tiene complicaciones y su ritmo cardiaco ya no se escucha. Se autorizó el trámite, para realizar cesárea, en menos de dos horas el bebé y Mariela estaban a salvo. Estables en un cuarto de hospital…

Hace poco vi a Mariela, muy feliz con su pequeño hijo, pasa horas y horas con él, hablándole cariñosamente, llenándolo de besos. Mirándolo, yo sé que siente dolor, porque a veces sus ojos están llenos de lágrimas. Su niño es un bebé lindo, a veces llora mucho, sobre todo cuando tiene hambre, entonces Mariela le da su pecho y lo alimenta. El bebé cuando me ve.  Sonríe, me dice cosas en su lenguaje gutural. Es muy hermoso que a veces me lo como a besos…

Hay almas que saben, que harás una oración por ellos, cuando se marchen de este mundo… mi cuerpo, mi espíritu y mi alma, son un puente que les ayuda a cruzar. Tengo mucho tiempo ayudando en mis sueños a las almas que se van. Al principio su presencia me causaba miedo, y casi locura envuelta en ansiedad. Con el tiempo aprendí a interpretar mis sueños, y mis pesadillas, me hice el propósito de identificar, la forma que tenían, entonces aprendí a dominar mis miedos, ahora las sombras pasan, me llenan de pesadez y sueño, pero se van rápido.

Siempre recuerdo aquel sueño cuando la oscuridad de las almas pérdidas pasan a mi lado, a veces me dan un abrazo y otras veces me llenan de espanto.

Noema Leonardo Apolonio

La Leyenda de Xipe Tótec
La chamana

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