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La literatura gótica, (también conocida como narrativa gótica) surgió a finales del siglo XVIII en Inglaterra, fue la parte oscura del siglo de las luces, justo cuando existía cierto rechazo a los hechos sobrenaturales, hecho que es bastante paradójico si comparamos esa situación con la que actualmente gira en torno a los libros de esta temática que han logrado sobrevivir y cobrar un auge mayor entre los amantes de este género literario que, han sabido apreciar aquellos elementos que en muchas ocasiones han logrado transmitirnos terror y suspenso solo con leer entre líneas. A lo largo de los años, han existido obras que fácilmente fueron catalogadas como dignas representantes de dicho género literario, como es el caso de “El castillo de Otranto” escrito por el conocido novelista y escritor Horace Walpole (1717-1797) y publicado en el año de 1764.


El castillo de Otranto, sin duda es una de las novelas que todo fanático del terror debe leer, pues es descrito por muchos como la obra inaugural de este género, la primera novela gótica y la antesala para que muchas obras posteriormente famosas existiesen. Impulsó un exquisito refinamiento estilístico combinado con un evidente medievalismo, (ya que vale la pena mencionar que Horace, era aficionado de las historias medievales).

Por si fuera poco, y como era de esperarse se ha establecido gracias a “El castillo de Otranto” que para que una obra sea catalogada como novela gótica debe cumplir con una serie de elementos que definitivamente, el manuscrito de Walpole, contiene; para empezar, la obra debe contener una atmosfera que pueda transmitir al lector una sensación de miedo, angustia, incomodidad, y/o suspenso, elemento que está demás decir, Horace Walpole integra magníficamente en su libro desde el momento en el que se suscita la descripción inicial del lugar en el que habrá de desarrollarse la historia. El segundo elemento que debe incluirse, es la existencia de maldiciones y presagios, los mismos que influyen de forma directa en la problemática de la trama, este elemento, también puede ser encontrarlo en esta obra, en forma de profecía, y la cual anuncia la futura aparición del verdadero y legitimo dueño del castillo, ya que para cuando la historia comienza, conocemos a Manfredo, dueño y señor del castillo, y quien más tarde se evidenciaría como el villano autoritario de la trama. La actividad sobrenatural y paranormal, como es de esperarse, es un elemento que, por excelencia, se incluye dentro de las narrativas góticas; objetos inanimados que cobran vida bajo la manipulación de fantasmas, espíritus y criaturas sobrenaturales, situación que inclusive puede presenciarse claramente con la muerte del hijo de Manfredo, Conrado, el joven enfermizo en el que curiosamente, se enfatizan las presencias y manifestaciones sobrenaturales.


El romance, así como la presencia de “la damisela en peligro” (en este caso rol protagonizado por Isabela; quien estaba destinada a ser la futura esposa de Conrado, y quien posteriormente se vería acorralada por el padre de este), son elementos que también caracterizan a la novela gótica y que también encontramos presentes en la ya mencionada narrativa. Para concluir, podemos aseverar que “El castillo de Otranto” es una obra que, evidentemente, inauguró la narrativa gótica, pues combina el refinamiento de la época medieval, con esa aura de misterio y terror que por logra con facilidad despertar la intriga y el miedo en el lector.

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