– —¡Mamá! ¡mamá! tengo miedo, ven a contarme un cuento y duérmete conmigo. —Está bien. Te leo el cuento, pero después me voy a mi cuarto a dormir. —¡Ahhhhh! ¡No me quieres¡ ¿No te importa que tenga miedo?
—Mamá, tengo hambre, prepárame un huevito con queso. —Ven, te voy a enseñar cómo hacerlo. —¿Acaso no me quieres alimentar?
—Mamá, no me digas cómo vivir mi vida. —Yo sólo te quiero proteger. —No te metas, yo sé como cuidarme.
—Mamá, ¡por favor ayúdame! No sé cómo salir de este problema. —Es que te dije que esto iba a suceder. —Sólo te pido que me ayudes, no que me vengas a sermonear.
—Mamá, deja de criticar a mi pareja. —Es que algo en su mirada me da desconfianza. —¿Y eso qué? lo importante es que me guste a mí.
—Mamá, déjame regresar a casa, se acabó mi matrimonio, nos vamos a divorciar. —Sabes que esta siempre será tu casa. —Gracias, sólo te pido que respetes mi independencia y no me hagas preguntas.
—Mamá, no me digas cómo educar a mis hijos. —Sólo te estoy dando un consejo. —Pues no te lo pedí.
—Mamá, cuídame por favor a tus nietos este fin de semana. —Claro. ¿Cuántos días te vas a ir? —Pues no lo sé, pero si te pesa estar con ellos, dímelo y ya veré cómo lo puedo resolver.
—Mamá, deja de controlar todo lo que hago, ya soy independiente. —Sólo quiero hacerte pensar para que actúes con prudencia. —Pues lo que haga con mi vida, ese es mi problema.
—Mamá, por favor, préstame dinero. —¿Otra vez?… está bien, pásame la chequera. —Pero no me hagas caras, ya sabes que algún día te lo voy a devolver.
—Mamá, me voy a llevar el auto nuevo. —Pero me lo regresas con gasolina. —Está bien si no me lo quieres prestar, sólo dímelo y ya.
—¡Mamá! por favor no te vayas… mamá, sin tí no sé cómo voy a poder vivir…
