Antonio Gramsci escribió que la crisis es cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.
Tras el festejo en el zócalo de la Ciudad de México por el primer aniversario del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, los actores políticos y los intelectuales hicieron sus balances que abundaron diferentes medios.
De la política ya casi nada me sorprende, de los políticos y políticas tampoco. Me causa estupor ver rodeado al presidente de figuras que en la cotidianidad se encargan de deshonrar sus promesas de campaña. Esos que usan las formas de sus antecesores para usar la ley a su favor y debilitar los servicios públicos. Esos derechos sociales que los mexicanos poco conocemos.
La precariedad moral del círculo del presidente que alcanza a mandos también, nos cuestiona: ¿por qué si ganó la esperanza, los que recogen los frutos son los monstruos? Los monstruos de la polarización, de la violencia verbal y política hacia el adversario.
Es verdad que las crisis sacan lo mejor y peor de los seres humanos. La política no está hecha para los débiles, me pueden refutar los políticos profesionales, y claro, pueden justificarse en esa consigna. Lo que también es cierto es que la política es un servicio y, como tal, los políticos profesionales y los políticos tradicionales no deberían olvidarse de ello.
En la ceremonia de inicio de actividades de la guardia nacional, el presidente proclamó: que más vale que hereden a sus hijos la pobreza que la deshonra. Aunado a ello les refrendo que les procurará buenos salarios. Y es que esta bien tener el compromiso con el gobierno y tener lealtad al presidente pero la gente, en sus puestos de trabajo merece un trato digno y honroso.
Tal vez haya gente que trabaja gratis para la cuarta transformación, pero los servidores públicos requieren de salarios justos y derechos laborales, los mexicanos no podemos renunciar a derechos fundamentales solo porque estamos en “regeneración nacional.”
Muchas contradicciones que permiten ver la convivencia entre lo viejo y lo nuevo no van a solucionarse en un mes, o dos. En ese lapso el gobierno del presidente López Obrador tendrá que convivir con los monstruos debajo de la cama, los que heredó y los que él mismo llevó a la casa.
Triste sonaba la frase que después de votar el año pasado le dije a mi padre: yo voté por él porque es un hombre que no le gusta robar, ni ambiciona el dinero, pero no se deja de rodear de los que sí les gusta.