“Los días soleados son los más difíciles,
el sol quema cada una de mis cicatrices.”
No puedo continuar y no lo voy a siquiera intentar, estoy cansada de este mundo banal y olvidado, no me siento dueña de ninguna de mis decisiones, he cambiado, he sufrido e indiscutiblemente he mejorado, sin embargo, justo ahora frente al espejo no me reconozco, no me veo reflejada en él.
Me marche hace años sin darme cuenta, abandoné a mi familia, a mis amigos, a él, incluso me abandone a mí y no lo sabía hasta ahora, ahora que no sé quién es la chica que observo en el espejo, ahora que me sonríe maliciosamente la soledad y el sol ya no entra más por la ventana, no acaricia mi piel de porcelana, no entra, no llama.
Por mis recuerdos pasa tu voz, siempre tranquila y sin preocupación, tu rostro relajado y feliz, incluso cuando la situación era difícil, solamente tomabas el encendedor y te fumabas todo lo malo del mundo exterior, jamás pude aprender eso de ti. Ahora miro la caja de cigarros tal cual la dejaste y juego con el encendedor esperando a que me regañes para enseguida arrebatármelo, porque odiabas desperdiciar las cosas, por más pequeñas e insignificantes que parecieran.
Jamás logré descifrarte, no fui capaz de comprender lo que ocurría en tu cabeza ni siquiera estoy segura de que me quisieras tanto como yo a ti, fui torpe y necia, decidí vivir así, sin conocer a la persona que tenia a mi lado, sin una conversación real por las mañanas, pero me hayas querido o no, cada momento fue especial y tus recuerdos me causan verdadera felicidad.
Ahora me siento frente a la ventana y le susurro al viento tu nombre, para que la cuidad entera llore, no hay luz ni vida, el cielo es una mezcla de grises y azules, pero sé que tu sombra aún me sigue, vaga por la ciudad en busca de paz, sabiendo que no la encontrará, mientras yo espero la llamada del sol y su dulce calor que tanto me atormenta, que no respeta el óbito y no me permite llorar.
Te has ido y aún ayer frente a tu sepulcro creía que no era real.