El otro día, mientras revisaba alguna red social me topé con un rumor que de entrada me pareció preocupante: Ciertas escuelas estaban sacando de sus bibliotecas títulos de cuentos clásicos infantiles por considerarlos sexistas. Como madre y fan de la lectura no tuve más remedio que investigar un poco para corroborar lo anterior, tarea que terminó por dejarme sin palabras, pues no se trataba de un rumor, era cierto.
Al revisar los títulos de las obras “sexistas” descubrí dos cosas: La primera: No se trataba de textos originales. Eran adaptaciones pensadas en llegar al público infantil, vamos, cuentos en donde no vemos violaciones ni mutilaciones como en sus originales.
La segunda: Se trataba de textos de gran calidad literaria aún en sus adaptaciones.
Entonces ¿Por qué alejarlos de los niños? La principal razón era que reproducían patrones sexistas. Y fue justo en esta excusa que encontré una ironía que me hubiera causado alguna gracia de no tratarse de un hecho real. La literatura (sin importar su género) está destinada a “reproducir patrones”, si queremos así llamarle, pues ésta, como cualquier creación humana, es un reflejo de su época y por lo tanto, de nosotros mismos. El negar a los niños la cercanía con su herencia literaria es (aunque nos moleste el término) reflejo de una sociedad hipócrita, que ciegamente niega su pasado sin importar demeritar con esto los logros del presente. Olvidar las condiciones de desigualdad en que fueron criados nuestros antecesores es dejar sin argumentos a las generaciones más jóvenes. Es quitarles la oportunidad de mejorar nuestras decisiones, de formar un juicio propio y contrario a lo que se desea, es señal de paternalismo e intolerancia.
De paternalismo, al poner nuestro juicio sobre la capacidad mental de los lectores, y de intolerancia, al censurar toda idea distinta a la nuestra.
Además, recordemos lo peligrosa que se vuelve la intolerancia cuando se encuentra en las masas. Recordemos el daño a la humanidad que ha causado el no permitir un pensamiento distinto al nuestro. Recordemos cómo ha culminado en la quema de bibliotecas enteras o en genocidios descomunales. Así que, si lo que queremos hacer es mejorar nuestro mundo, definitivamente lo último que necesitamos son nuevas brujas para cazar.