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En Japón, cientos de miles de jóvenes se han autoabandonado y recluido en su habitación, los Hikikomori[1] (el término Hikikomori fue acuñado por el psiquiatra Tamaki Saíto), considerado un síndrome que representan una anomalía social sin precedentes, a través de los años, este fenómeno ha comenzado a extenderse a otros países, como en los Estados Unidos, España, Italia, Francia y otras partes del mundo.

Quienes padecen esta desconcertante conducta antisocial, que se manifiesta en no tener ningún amigo, dormir periodos muy largos durante el día, y pasar largas horas frente a las realidades virtuales que ofrecen el televisor y la computadora, han trastocado las formas de relaciones sociales sumergiendo a estos jóvenes en realidades alternativas donde el encierro y lo ficticio componen su experiencia de la realidad. Este fenómeno está propiciando significativamente que una porción de una generación en todo el mundo viva extraviada bajo un aislamiento autoinfligido que se va agravando, caracterizado por la fobia y la ansiedad social, este fenómeno comenzó en Japón donde se le ha situado en lo privado, invisibilizando su gravedad, se le ha considerado como un problema familiar y se desconocen con exactitud sus causas.

Se le asemeja a una nueva e insospechada adicción, un tipo de dopaje tecnológico producido por las redes sociales y los juegos virtuales, una nueva droga visual recreativa que está causando el aislamiento social, generado por el entorno. Este trastorno revela alteraciones en la personalidad de quien lo padece, afectándolo no sólo a él, sino a su ambiente inmediato y principalmente a la familia, convirtiéndolo en un homo Videns, como lo describe Sartori Giovanni en su libro Homo Videns. La sociedad teledirigida:

      «nuestro vídeo-vivir. En este libro centraremos nuestra atención en la televisión, y la Nos encontramos en plena y rapidísima revolución multimedia. Un proceso que tiene numerosas ramificaciones (Internet, ordenadores personales, ciberespacio) y que, sin embargo, se caracteriza por un común denominador: tele-ver y, como consecuencia, tesis de fondo es que el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen. Todo acaba siendo visualizado». [2]

Es sustancial visibilizar y atender este trastorno que está afectando de manera colectiva cada vez a más personas, principalmente a los jóvenes, cuya condición es claramente afectada por los errores sociales que poco a poco están minando las relaciones convirtiendo a colectivos cada vez mayores dentro de síntomas que podrían clasificarse dentro de las sociopatías. No es en casual que en la actualidad los más jóvenes hayan perdido la empatía y la compasión por el otro, no es una contingencia que el tejido social se esté resquebrajando y que la vieja solidaridad se empobrezca. Hoy es urgente responder a estas cuestiones y no mirar de soslayo este problema de salud mental.

Para finalizar, cito las palabras de Mario Luis Rodríguez Cobos:

     La conciencia frente al mundo tiende a compensarlo estructuradamente mediante un complejo sistema de respuestas. Algunas respuestas llegan al mundo objetal directamente (…) pero otras quedan en la conciencia y llegan al mundo indirectamente por alguna manifestación de conducta. Estas compensaciones de la conciencia tienden a equilibrar el medio interno respecto del externo. Tal vinculación se establece por exigencias, encontrándose el individuo urgido a responder a un mundo complejo: natural, humano, social, cultural, técnico, etc.[3]


[1] El Hikikomori es un trastorno caracterizado por un comportamiento asocial y evitativo que conduce a abandonar la sociedad. El trastorno afecta de manera primordial a adolescentes o jóvenes que se aíslan del mundo, encerrándose en las habitaciones de casa de sus padres durante un tiempo indefinido, pudiendo llegar a estar años enclaustrados. Rechazan cualquier tipo de comunicación y su vida comienza a girar en torno al uso de Internet y de las nuevas tecnologías. Instituto Psiquiátrico Montreal. El Plantío, Madrid, España.

[2] Sartori Giovanni, Homo videns, Taurus, Buenos Aires, 1998, p. 11.

[3]  Mario Luis Rodríguez Cobos “Silo”, Apuntes de Psicología (Psicología 1), Ulrica, 2006, Argentina, p. 20.

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