Nuevamente, esos sonidos, esos sonidos que hacen querer gritar, silenciarlos desesperadamente, ¡vienen a mi sin razón alguna!
Habito en una esquina, con apariencia de tela vieja, con barba deshilachada y corazón flojo, como resorte viejo, las manos me tiemblan, mis piernas se doblan, voces reclaman, voces incontenibles en mi mente atrofiada.
Dicen que enferme, que soy reloj sin cuerda, que necesito tiempo y fe, si ellos supieran, que al correr tanto el tiempo fallece la fe, y esta a su vez, conjura a el tiempo, cayendo pleno en el alma.
Tontos, los que juzgan al maldito, son unos ilusos que se aferran a un deseo vano, quieren reparar lo que no tiene daños, lo que halló en si su remedio, y es un tonto deseo el que los mueve, un arte mágico – místico no repara la realidad.
¡Nadie! Entiende los pesares de los que soñamos despiertos, somos extranjeros en esto que se le denomina vida, animas en pena retorciéndose en los crecientes de la luna, menguando, ¡en cada destello del sol cuando se aviva el alba!
Han llegado hasta mí, tocan la puerta sin cesar, sus voces me perturban, pero no hay reacción, nada, no en la mente, no en el cuerpo, volteo sereno y la luz se filtra por la ventana, choca con mis parpados, mientras observó tan irreal mundo afuera.
El trinar de las aves me alimenta Y un gato se pasea por la repisa, le escuchó maullar mi nombre, no hay espanto, aquel felino tiene la costumbre de insinuarme sus dotes humanos.
¡Mas golpes incesantes! Volteo mi atención a una puerta casi derrumbada, vienen por mí, ¡¡¡vienen a irrumpir el santuario de mi ser!!!
S.J.D. 3/8/19.
