Solo una ocasión vi un muerto en vivo y fue cerca de la casa de mis padres. Era yo un pequeño de escasos diez años. Aquella vez, no pudimos dormir. La luz de la sala permaneció toda la noche prendida. Yo no sentía miedo, miedo sintió mi madre.
Poco después esa sensación de incertidumbre desapareció. Cuando decían que habría velorio de algún vecino o amigo, solo iba por que a mi madre no le gustaba salir solita. Yo iba porque daban pan y café, y hasta repetía cada vez que me lo ofrecían. Ya nunca pasé a ver a los cadáveres de los muertos. Ya no me llamaban la atención. Recuerdo bien al Sr. Ferrer, pálido como taco dorado, sin color. Pero no me dio miedo.
Tiempo después crecí, y me acostumbré a todo el ritual acerca de los muertos, las letanías que entonan referente a la salvación del alma del muerto. Eso no me gusta. Nunca entendí que hay que hacerle saber a Dios que se le debe de dar otra oportunidad al que parte. Se supone que Dios es omnipresente, omnipotente y omnisciente.
Yo creo que eso es un adoctrinamiento de los que van a la iglesia.
Tampoco estoy de acuerdo en mencionar santos de diferentes nombres para que intercedan por sus buenas o malas obras, ante un ser que sabe qué hicieron y cuál era el sentir del corazón del muerto.
Ismael es un sobrino mío. es más pequeño, en aquel entonces tendría como 13 años y yo 19.
La noticia llegó muy rápido a nuestros oídos. Un trabajador de aguas potables había sido sepultado por un alud de arena. Sus compañeros de trabajo nada pudieron hacer por rescatarlo, además de no contar con la herramienta necesaria para hacer una excavación.
Ismael me pidió que lo llevara al sitio en cuestión para ver al muerto. Yo le respondí que no era sano ver esa clase de espectáculos, además del respeto que se merecía el tipo. y sobre todo que ese recuerdo lo marcaria de por vida.
Cuando llegamos a la obra todos estaban asustados, algunos lloraban, otros decían que había sido su culpa por seguir cavando a sabiendas que había derrumbes. Yo observaba los rostros, Ismael se convirtió en una cera, se puso pálido pálido, mas de una vez le llamé para irnos, pero el hizo caso omiso a mis advertencias.
Cuando llegó la ambulancia, ya había gente de bomberos y rescatistas colaborando para sacar el cuerpo de la tierra que lo había sepultado.
Cuando por fin pudo ser removida, salió a relucir el cuerpo del infortunado. Su mano se quedó con el puño cerrado, y su cara aparte de estar llena de tierra tenía una mueca de desesperación, yo creo que hizo lo que pudo por tratar de salvarse, cosa que no consiguió.
Cuando lograron sacar el cuerpo completo, Ismael vomitó, una persona le dio los primeros auxilios y lo regañó , le dijo que porqué estaba ahí, si era apenas un niño.
Yo me hice el desentendido y también lo regañé. Hasta un buen coscorrón le di. Esperamos a que todos se fueran. Ismael me miró y se puso a llorar.
Tiempo después, ya de grandes me comenta que tenía yo razón, que no debió de haber ido a ver el cadáver aquella tarde.
Ahora ya tampoco les tiene miedo a los muertos, ahora les tiene miedo a los vivos.