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A estas alturas, seguir la discusión sobre la protagonista del live-action de La Sirenita puede parecer algo necio, pero lo tomo como ejemplo para poner sobre la mesa algunas preguntas: ¿Está la sociedad tan dividida que con cualquier pretexto crea una guerra mediática con tal de defender sus ideales? ¿El anhelo de unión y fraternidad está lejos de ser cumplirse mientras seguimos atacándonos en redes sociales? Si ese es el caso, el discurso incluyente no está siendo efectivo.

Halle Bailey, una actriz y cantante de piel oscura, interpretará a Ariel, cosa que a muchos usuarios de internet no le gustó y crearon el hashtag #NotMyAriel para exigir que se respete el personaje original. Qué fácil sería quedarnos callados y que cada uno decida ver o no la película, ¿entonces por qué no lo hacemos?

Vivimos una época en la que el discurso incluyente y políticamente correcto está invadiendo todos los espacios de la cultura y la política, por eso se siente forzada la elección de Bailey como protagonista. ¿No han notado que ahora cualquiera puede creerse una autoridad para regular el lenguaje y el comportamiento de la gente? Hablan como una madre dando un sermón sobre cómo deberíamos ser y cómo deberíamos actuar. Esta tendencia de imponer nuestra forma de pensar al otro crea violentas resistencias. La cosa empeora cuando se quiere cambiar abruptamente las creencias que han estado fuertemente arraigadas en la mentalidad de las personas.

Algunos han interpretado las críticas hacia Bailey como racismo, no dudo que muchos hayan juzgado a la actriz por su color de piel en lugar de ver su talento (algo muy similar al caso de Yalitza Aparicio), pero también es cierto que pedir un personaje apegado a la historia original no es racismo. Es sólo que muchos millennials tenemos un gran apego a las caricaturas de nuestra infancia y podemos ser muy quisquillosos cuando alguien se mete con lo que amamos.

A propósito, un argumento que se leyó en redes sociales dice que Disney está creando historias para las nuevas generaciones y que los millennials ya no les interesamos. No creo que Disney descuide al público adulto siendo este el que paga. En las películas para niños se incluyen algunos gags para que los papás no se queden dormidos, por ejemplo, en una escena de WALL-E (Andrew Stanton, 2008), el robot juega con un sostén. Mientras que en Up (Pete Docter, 2009) los pequeños se identifican con la vivacidad e inocencia de Russell, los adultos prestan atención a otros temas, como las vicisitudes de un viejo en una sociedad que aprecia sobremanera lo nuevo y a la juventud, la nostalgia y el enfrentamiento con la muerte al perder a un ser querido.

Me pregunto si los niños de hoy no pueden disfrutar las caricaturas que veíamos en los noventas, después de todo, los millennials nos hemos divertido con las películas viejas de Disney como La espada en la piedra (Wolfgang Reitherman,1963) Robin-Hood (1973) El libro de la Selva (1967), y con series animadas como Los Picapiedra, Los Pitufos, Looney Toons o Scooby-Dooh, estas últimas han sido tan exitosas que siguen actualizándose. En el caso de México, hemos visto los programas favoritos de nuestros padres, como Los Polivoces o El Chavo del 8, gracias a que Televisa los transmitió por mucho tiempo.

Los jóvenes que nacimos entre los ochenta y noventas, tenemos conexión con el siglo XX, tal vez por eso podemos comprender mejor a las generaciones anteriores. En cambio, los chicos que están viviendo actualmente su infancia han llegado en plena era digital, han visto series y películas con otras narrativas y nuevos valores. No tienen apego por el pasado porque tienen su mirada fija en el futuro. 

 Bien, ahora cambiemos la perspectiva de este debate. Las sirenas han pasado por varias metamorfosis, en la mitología griega aparecen como criaturas mitad mujer, mitad aves. Posteriormente cambiaron las alas por una cola de pez. Lo que todas tienen en común es una voz cautivadora (y Bailey la tiene). En el cuento del escritor danés Christian Hans Andersen, La Sirenita, la protagonista no tiene nombre ni tampoco se menciona el color de su cabello, no obstante, el rojo tiene una presencia importante, pues de ese color son las flores su jardín. En lo que hace énfasis en su piel:

Estas era seis, y todas bellísimas, aunque la más bella era la menor; tenía la piel clara y delicada como un pétalo de rosa, y los ojos azules como el lago más profundo.   

El color rojo trae consigo una fuerte carga simbólica, en muchos cuentos de hadas representa la madurez sexual. Los símbolos dentro de los mitos y los cuentos tienen varias funciones, entre ellos, enseñar valores éticos, exponer la ideología dominante y crear una identidad que unifique a los miembros de una sociedad. Algunos artistas retoman los símbolos antiguos, otros crean nuevos según el contexto, ya que las sociedades también cambian de piel, una piel que se va haciendo cada vez más sensible.

Hagamos memoria, no es la primera vez que una pelirroja es sustituida por una chica negra, ¿les suena la película Annie?

Anita la huerfanita (Annie, John Huston, 1982) es una historia que incluye crítica social a la sociedad estadounidense de los años veinte. Posiblemente el cabello rojo de Anita hace alusión a los migrantes irlandeses, y aunque esta población ya era aceptada a principios del siglo XX, la discriminación hacia los pelirrojos no ha terminado. En el remake de 2014, a cargo del director Will Gluck, Annie fue interpretada por una niña negra con el fin de denunciar la vulnerabilidad que padecen los afroamericanos. 

Algunos se preguntaron por qué tanta molestia contra Halle Bailey si nadie se quejó cuando Morgan Freeman hizo el papel de Dios en Todopoderoso (Bruce Almighty, Tom Shadyac, 2003). ¡Claro que hubo controversias! Una película que aborda el tema de la religión de forma satírica va a causar polémica. Tanto en Estados Unidos como en otros países los creyentes manifestaron que el filme ridiculizaba a Dios. Era de esperarse que los conservadores se hayan enfurecido por hacerlo pasar como un hombre negro. Tengan en cuenta que, cuando se estrenó la película no había redes sociales donde la gente pudiera emitir comentarios incendiarios. Tampoco estaba en boga el discurso incluyente, por lo que la propuesta era irreverente e impactante.

Lo mismo podría decirse de La Princesa y el Sapo (John Musker, Ron Clements, 2009). Disney nos presentó a Tiana una chica afroamericana de Lousiana de los años 20. Esta película no sólo rompe la estructura clásica de los cuentos de hadas, sino también los convencionalismos sociales. Sin duda, este film tuvo una propuesta fresca y la protagonista es una de las princesas más auténticas de Disney.

Aunque Tiana también nació con un propósito incluyente, pues quería demostrar que no todas las princesas tienen que ser blancas, no da la sensación de ser un personaje forzado porque tiene su propia historia. Al respecto, otro argumento que circuló por las redes dice que es más ofensivo forzar una actriz negra en un cuento donde no hay un personaje de esas características, en lugar de retomar los mitos y leyendas de los pueblos originarios de África o de las comunidades negras en el resto del mundo, pues de esta manera se niega sus identidades, costumbres, y su pasado. En cambio “los progresistas rediseñan el presente para vender patetismo”. La discusión se va complicando más y más.

No obstante, hay que considerar que en ocasiones se crea un personaje con el fin de que cierto sector de la población se lo apropie, ya sea para fines comerciales o ideológicos. Por ejemplo, ¿han notado lo diferente que es la imagen de Cristo según el artista y la época en la que fue pintado? A veces sus facciones no parecen ser el de un judío sino de un europeo, se le puede ver rubio, castaño o pelinegro. El propósito era apropiarse la religión judeo-cristiana y modificarla según la ideología que el gobernante quería trasmitir a su gente o imponer en otros países. Por otra parte, en México se hacen niños Dios de color negro y tenemos una Virgen María que no tiene rasgos judíos. Al ser morena y portar símbolos de la cultura mexica, se ha convertido en la deidad representante de los católicos mexicanos.

Así que no se extrañen que más personajes de las series y películas que conocimos en nuestra infancia sigan cambiando de piel, de sexo (como Shun de Los Caballeros del Zodiaco) o preferencias sexuales (como LeFou del live-action de La Bella y la Bestia) con el fin de ganar la aceptación de distintos grupos sociales. Es válido mientras se cuente con un buen guión y los personajes fluyan de manera natural. A fin de cuentas, no importa qué cultura retrate Disney, la ideología estadounidense, su lenguaje, y su estilo están presente en todas sus producciones comerciales.

Por otro lado, algunas personas ya están cansadas de ver un live-action tras otro, a pesar de que la tecnología nos da una fotografía y unos efectos especiales asombrosos, la narrativa a veces resulta floja y decepcionante, como que ahora Mulán sea una versión seria sin Mushu ni musicales, o que El rey león parezca un documental.

Los cambios siempre van a causar controversia, el arte mismo es una provocación, no obstante, lo que nos hace falta como opinantes del internet es mesura. Las redes sociales disparan una gran cantidad de información y opiniones, lo cual dificulta llegar a un acuerdo. Parece que todos o ninguno podemos tener la razón. Lo importante es respetar los gustos y la nostalgia de cada quien.

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