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– Un viejo hombre que, por circunstancias de la vida quedó a cargo de la educación de su joven nieto, compró dos vacas.

Cada día le pedía al jovencito  que lo acompañara a hacer las tareas del cuidado y de todas las labores relacionadas con sus vacas.

El nieto iba siempre contento y emocionado dispuesto a aprender cada día cosas nuevas.  Él estaba consciente de que su abuelo era un hombre bueno y lleno de sabiduría.

Cada mañana, antes del amanecer, iban al establo y sacaban a las vacas para que caminaran un rato por el terreno, también propiedad del abuelo, hasta llegar a un gran pastizal en donde las vacas podían sentirse libres.

Al fondo del terreno, había dos tinajas para comida y otras dos tinajas para agua fresca.  Todo era exactamente igual. Una para cada vaca.

Les servían exactamente la misma cantidad y calidad de agua y de comida a cada una y dejaban que ellas se alimentarán hasta sentirse satisfechas.

Después, las dejaban reposar un poco en el verde pasto hasta que el sol comenzaba a ser lo suficientemente fuerte como para obligarlos a regresar a casa.

Antes de guardar nuevamente a las vacas en el establo, el joven les dedicaba algunos momentos de caricias y palabras dulces, se despedía de ellas y se retiraba junto con su abuelo.

Así pasaron los días, siempre la misma rutina, sin embargo, no todo era igual.  La conducta de las vacas era muy diferente una de la otra.  Mientras una era dócil y alegre, la otra era un tanto agresiva y parecía estar siempre de mal humor.  La primera disfrutaba y participaba de los momentos y la rutina diaria con el viejo y su nieto, la segunda parecía que iba obligada y sin ganas de ir al pastizal, pero iba porque de alguna manera sabía que era justo allá el lugar en donde estaría la comida y el agua fresca.

Cuando llegaba la hora de despedirse, la primera vaca parecía disfrutar y hasta agradecer los momentos y mimos del nieto, mientras que la segunda vaca se mostraba incómoda y, en ocasiones, hasta peligrosa.

Después de un par de años, el abuelo murió y un carnicero vecino visitó al nieto para comprar una de las dos vacas.  El joven tenía que elegir a cual de ellas vender.  Sólo se quedaría con una de ellas…

Si fueras tú quien tuviera que elegir ¿Con cual de las dos vacas te quedarías?

Al tener que elegir, el joven recordó que una mañana, mientras alimentaban a las vacas, su abuelo le dijo: “sé prudente, actúa de manera inteligente.  Lo que determina la posición y tu nivel social y de ingresos, no es la ocupación o tu profesión, es tu actitud”.

El joven entendió el mensaje… ¿Y tú?

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