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En el discurso del famoso empresario Bill Gates sobre las once reglas de vida que los hijos no aprenden en el colegio, la regla número uno es: La vida no es justa, aprende a vivir con ello.

Esto dicho por uno de los filántropos más importantes de la historia, un hombre que directamente y a través de su fundación, Bill y Melinda Gates, han donado miles de millones de dólares para beneficiar a los más necesitados.

                  Hago aquí un breve paréntesis, porqué he escuchado en varias ocasiones a personas que no tienen la menor idea de cómo funcionan la contabilidad, las finanzas y las obligaciones fiscales, decir que estas donaciones se hacen solo con el propósito de evadir impuestos, lo que a ellos les conviene.

Esto no es cierto debido a por lo menos tres razones y me explico: La primera es que no todas estas contribuciones son deducibles de los impuestos; la segunda es que en muchas casos, existen alternativas de inversión, en las cuales el gobierno está interesado, las cuales son tanto o más deducibles que las donaciones filantrópicas y que redituarían beneficios futuros al inversionista y la tercera, la más importante, es que lo deducible hace un ahorro en impuestos solo en la proporción de la tasa impositiva y me explico:

En México la tasa más alta es del 35%

lo que significa, que para la persona que se encuentre a ese nivel, si aporta cien pesos, se ahorra 35 de impuestos, pero los restantes 65, salen directamente de su cartera personal, o sea, que es dinero que él se podría gastar en autos, viajes, vinos, ropa y demás artículos para su propio beneficio, o, simplemente, acumularlos para incrementar su riqueza personal.         

                  Pero hagamos un breve análisis de las condiciones más importantes de la vida y de porqué Bill Gates dice que no es justa. Escojo, arbitrariamente, como primer parámetro, la duración. Sabemos que hay personas que mueren en el vientre materno, mientras que existe la muerte de cuna que afecta a bebes y también niños que a muy temprana edad mueren de enfermedades tan terribles como el cáncer; mientras que por el otro lado, hay personas que viven más de ciento diez años y que si llegan a tan avanzada edad, probablemente a los noventa e inclusive a los cien, todavía se encontraban llenos de vitalidad.

                  Ciertamente la longevidad guarda una correlación fuerte con la salud, pero si la separamos, también encontramos personas enfermizas que pasan su vida entre doctores, hospitales y dolores, mientras que otros, gozan de una salud envidiable, se levantan llenos de energía y viven, aún en edades avanzadas, prácticamente libres de molestias y dolores.

                  Ninguna cualidad humana nos enorgullece y diferencia tanto como la inteligencia. Aquí también encontramos enormes diferencias. Hace ya muchos años impartí clases en una escuela de negocios a nivel universitario y vi claramente estos contrastes, mientras que a  algunos estudiantes, aun siendo muy dedicados, les costaba un enorme trabajo entender los conceptos más básicos, para otros, un número reducido, su cerebro trabajaba con tal capacidad, que a mí, como profesor, me costaba trabajo seguir sus raciocinios.

                  Hace algunos años, un sobrino que además era mi socio y yo, bajábamos en elevador de nuestra oficina, que se encontraba en un catorceavo piso y cuando ya la puerta se cerraba, notamos que una joven mujer de aproximadamente veinte y cinco años de edad, aceleraba el paso para poder alcanzar a bajar en ese turno, por lo que detuvimos el cierre de la puerta y en consecuencia, el proceso. La joven en cuestión que físicamente no era agraciada, entro en el elevador, dijo en voz muy baja y con la cabeza reclinada hacia el frente un leve gracias y durante el trayecto, en el que no hubo otras paradas, guardó silencio y mantuvo la vista hacia abajo, enfrente de una de las paredes del elevador y al llegar a la planta baja, salió rápido y sin decir palabra. Nosotros, todavía teníamos que tomar otro elevador hacía los sótanos, lugar en el que se estacionaban los autos y por casualidad, un proceso muy similar sucedió, solo que esta vez, la joven era de una belleza extraordinaria. Cuando vio que deteníamos la puerta del elevador, hiso una mueca como que aceleraba el paso, lo que por supuesto, consideró innecesario. Al entrar, nos regaló una magnifica sonrisa acompañada de un gracias. Mantuvo la frente en alto y al salir, un piso antes del que nos correspondía a nosotros, dio una media vuelta y dijo “hasta luego, nos vemos” y se fue caminando y moviendo ligeramente las caderas con una enorme gracia. Seguro estoy que el amable lector se puede imaginar lo diferente que es la vida para estas dos jóvenes.

                  Estaba yo en el último semestre de una maestría en la Universidad de Texas, en Austin, en la que, para graduarse, era necesario el escribir lo que le llamaban un Reporte Profesional, PR por sus siglas en inglés. Para esto, usaba yo un modelo matemático, muy en boga en aquellos tiempos, que se podía encontrar en casi todos los libros de mercadotecnia de la época y diseñado por el Doctor Hoff, que por aquel entonces, impartía clases en dicha universidad.

Fui a platicar con él y me recomendó hablar sobre todo mi reporte, con un muchacho que estaba terminando su doctorado y que según me lo hiso saber el Doctor Hoff, estaba siendo buscado por más centros de investigación, universidades y consorcios de negocios, que ningún otro joven de las universidades de Estados Unidos, un verdadero genio. Armado con los prejuicios que muchas veces nos acompañan, acudí a su oficina, esperando ver a un hombre pequeño, de lentes, poco agraciado y quizás de trato difícil; pero, para mi sorpresa, apareció un joven alto, de cuerpo atlético, bien parecido y con un trato muy agradable, que me ayudo a hacer un reporte mucho mejor y que después se comentó entre los profesores de la universidad.

Creamos una breve relación de amistad, con lo que llegué a conocer a su esposa, que por supuesto, era guapísima. Con esto digo, que estas características son eventos independientes, como se dice en el estudio de la estadística. O sea, que hay personas que son muy inteligentes, bien parecidas, sanas y gozan de una muy larga vida.         

                  Para compensar estas notables diferencias, el ser humano ha intentado mejorar las condiciones del menos favorecido, con avances médicos, nutrición, cirugía plástica, estudios sicológicos y varias operaciones más; pero hasta donde yo sé, a nadie se le ha ocurrido matar a las personas que vivan más de sesenta años, para que no sea injusto, o poner a los muy sanos en condiciones que los enfermen, o hacer operaciones de cirugía plástica para descomponer el físico de los muy guapos y nadie ha dicho: “Para el bien de todos, primero los tontos”.

                  Por supuesto que en la economía personal, también existen estas enormes diferencias, para las cuales, la derecha, como la nombran, solo dice que así es y que no puede ser diferente; mientras que la izquierda, extrae los recursos de los medios productivos para concentrarlos en un solo gobierno que naturalmente tiende a ser dictatorial.

Para que los bienes de producción no sean de pocos, que sean solo de uno. Lo más curioso del caso, es que ambos lados, cuando hablan, en su discurso niegan la existencia de un tercer punto de vista, si no piensas y hablas como ellos, seguramente eres del bando contrario; pero estamos los de centro, ese lugar en el que buscamos pelear por nuestros propios intereses, si tú y yo buscamos lo mismo, vamos juntos, si son independientes, cada uno va por su lado, si son contrarios, dialogamos y si no llegamos a un acuerdo, vamos a tribunales; pero, por sobre todas las cosas, no tratamos de detener a quien va adelante, sino jalar al que va rezagado.

De cualquier manera, habrá diferencias que seguramente causaran envidias profundas en muchos, pero indudablemente es la única forma de obtener derechos humanos, libertades y un estándar de vida que prácticamente elimine la pobreza.        

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