Prólogo
De tres plumazos convertidos en tres breves cuentos, el autor nos conduce por el camino del amor profundo, sencillo, resbaladizo, como la taza blanca en que nos sumerge para que nuestro corazón los busque en el oscuro y aromático café y por qué no, en un reconfortante té para quienes prefieran esta bebida en su boca, siempre presta para el mejor sabor, aunque sea a desengaño.
Lectura deliciosa y concentrada se guarda en este, que no alcanzó a ser libro, porque prefiere ser un humilde cofre de tres cuentos, que el ávido de leer lo abarcará en unos minutos, los que quiera robarle al día o a la noche, son tan pocos que ni el día ni la noche los notarán, pero las historias aquí plasmadas serán parte de la vida del lector para siempre, porque lo que leerá puede ser el episodio de la vida de cualquiera, el retrato de uno mismo o del de al lado, usted, lo podrá comprobar.
Al final, así es la vida, aromática, enigmática, un estante de títulos, hoja tras hoja en desorden, sorprendente y blanca como la taza, como la hoja de papel, como el destino.
NOELIA Y ALEJANDRO
Era abril, pero un abril muy especial, era un luminoso abril que inundaba mi vista aunque mi corazón estaba triste, sólo un milagro, como el que me sucedió pudo cambiar tanto dolor en algo tan mágico, ahí, frente a mí, estaba ella sonriendo y la luz de su mirada iluminó lo que ningún abril había podido iluminar mi interior, era ámbar la luz que me llenó porque sus ojos eran de ese color.
— Hola, ¿sabes dónde está el café la Taza Blanca?– Claro, está aquí a la vuelta, es más, me dirigía hacia allá–¿Te dirigías?, ¿Por qué?, ¿Ya no vas a ir?, ¿Qué te hizo cambiar de idea?– No… quise decir me dirijo– ¡Ah!, entonces podemos dirigirnos juntos, claro si no importuno.– Por supuesto que no, al contrario.
Así que nos encaminamos hacia el café, ella se presentó:
— Hola otra vez, soy Noelia.– Mucho gusto, soy Alejandro pero puedes llamarme Alex como lo hacen mis amigos.– Mucho gusto Alex, ¿vienes seguido a ese café?– Sí, me gusta, un buen libro y un café.– Yo por eso voy a conocerlo, me lo recomendó una amiga y me dijo: …el café está rico pero los libros que puedes leer ahí son excelentes.
En ese momento me dije: …hay esperanzas de que nadie la espere, va a ir a leer. Llegamos al Taza Blanca y me dijo:
— Bueno, muchas gracias por traerme.– No tienes por qué, fue un placer.– ¿Esperas a alguien?, me preguntó.– No, a nadie y ¿tú?– No, vengo a leer un poco, en fin a pasar el tiempo, déjame invitarte el café por haberme traído hasta aquí.– No, de ninguna manera, yo te invito por ser la primera vez que vienes a la Taza Blanca.
Ella aceptó, y ahí, en ese café, ese día, mi vida dio un giro de 180 grados, en fin, no voy a aburrirlos con todos los detalles y todo lo feliz que soy, pero lo que quiero compartir es que ese día precisamente me sentía verdaderamente mal, deprimido, sin ganas de nada, es más, no sé cuál fue la razón que me hizo levantarme y salir a caminar sin rumbo y exactamente cruzarme con Noelia.
Decir que iba yo al café fue un recurso idóneo que ni siquiera pensé, no tuve tiempo, todo fue tan rápido y es eso lo que quiero compartir, la magia de encontrar sin buscar, porque yo busqué mucho y no encontré y el día que me sentí completamente vacío ya sin ganas de buscar una motivación a mí vida el destino me da la sorpresa de conocer a mi compañera de vida, porque desde ese día que llegó Noelia a la fecha eso ha sido para mí, razón de mis días, en fin mi todo.
Sé, que tal vez, decir nunca pierdas la fe, suena trillado, no soy quien para decirlo, porque yo, ese día lo supe, por la forma en que lloré en la mañana, había perdido la fe, no tenía sentido, no había que buscar, no era solo una mujer, era algo especial que ni yo sabía qué era lo que me hacía sentir de esa manera…
Ese sin sentido, esa apatía, no había ni siquiera a quien extrañar, mis viejos amoríos habían sido sólo eso amoríos pasajeros como huellas en la arena, olvidos sin dolor, sin rencor, gratos recuerdos, archivados todos, no me apetecía más de lo mismo, pero no puedes buscar tan vehementemente algo que no conoces y era mi caso, cuando tenía Fe sabía que tarde o temprano llegaría lo que fuera; un trabajo diferente, un viaje inesperado, algo o alguien y de inmediato reconocería que eso que llegara me daría lo que necesitaba para que mi vida no fuera tan hueca.
Pero ese día que sentí que ya nada detendría mi caída, conocí el amor y me salvó la vida. «Noelia», ¡sí! ella era el amor en persona, sólo verla, además de iluminarme, me devolvió la Fe porque inmediatamente supe que era exactamente lo que esperaba, su sonrisa, su mirada, todo era diferente ninguna mujer me había cautivado de tal manera.
Esa misma noche, después de tomar, no menos de tres tazas de café y no leer, ni ella ni yo, un sólo párrafo de algún libro, hablamos y hablamos…
Las horas las llenamos de historias de nuestro pasado y nos contamos los sueños que tenemos por realizar, fue la tarde más importante, según sus palabras, que he tomado el café más rico y he escuchado el mejor libro de vida, ¿en verdad?, y acaricie su mano y le dije: …me has quitado las palabras de mi boca y eso no puede quedar así, devuelve cada palabra… y la besé… y supe entonces que era cierto lo que decía, …perdón, eran tus palabras, ahora lo sé, ella sonrió y dijo …me gusta como disipas tus dudas, pero ahora ¿cómo vas a devolverme lo que me has quitado?, …muy fácil …así y volví a besarla. Justo cuando me sentí en el limbo, la mesera dice: –disculpen que los moleste con la cuenta pero es hora de cerrar.
Salimos de la Taza Blanca a las 11:45, estaba la noche llena de estrellas y pedí en voz alta un deseo, cuando alcancé a mirar que una caía, que sea verdad lo que estoy viviendo, Noelia me miró y dijo
— ¡Estás loco! No puedes gritar tu deseo porque es probable que no se cumpla, lo bueno es que yo también vi cómo cayó esa estrella y pedí mí deseo en voz baja y no te lo puedo decir, pero créeme, estás tú en él.
La abracé y sólo dije …gracias. Era el momento de hacer la pregunta de: ¿quieres ir a mi departamento?…
Me armé de valor para hacerla, no por otra cosa, porque si aceptaba, mi departamento estaba con tantos días de depresión, convertido en todo, menos en un nido de amor, es más, probablemente era como un antídoto a la lujuria.
¡No! por ningún motivo podríamos ir a mi depre, digo a mi depa, así que la pregunta fue ésta:
— Noelia… ¿tienes que llegar a tu casa hoy?– ¿Por qué?, ¿tienes algo en mente?– Bueno, estaba pensando que podríamos ir a un buen hotel y cenar algo.– La verdad si tengo que llegar a mi casa, pero no necesariamente sola, si quieres acompañarme y preparamos algo de cenar entre los dos, si es nada más la cena, pero si quieres hacerme el amor en jacuzzi vamos al hotel, porque eso no tengo en mi casa, pero tengo una cama King Size.– Está bien, no sigas, vámonos a tú casa y la cena podríamos omitirla, ¿está muy lejos?– Alex, estamos casi debajo, es esa ventana con cortinas que se ven más oscuras que la de los demás departamentos, en el día se ven preciosas, son color grana.
La tomé de la mano y apresuré el paso. Llegamos al elevador, el cual tardó una eternidad en bajar dos pisos.
Nosotros apretamos el botón con el número tres, nada más excitante que besarla en un elevador OTIS para seis personas, sencillamente fabuloso, parecía que yo subía más rápido que el elevador. Yo estaba en el cielo y lo bueno es que el elevador acababa de pasar el primer piso, tres departamentos por piso y el de Noelia era el de en medio.
Entramos, ¡qué diferencia! todo en su lugar, bien decorado, detalles en todos lados, en fin, se veía el toque femenino, directo a la recámara y más bien a la cama, vi más estrellas que afuera en él cielo, no podía creer lo que estaba sintiendo, ella sabía que me tenía en un puño, pero ambos estábamos gozando esa entrega con placer desmedido, nuestra primera vez.
Noelia y yo vivimos juntos hace ya seis años ella trabaja haciendo diseños y se encarga con desmedido afán de cuidar y mantener la casa siempre con detalles le gustan las flores y el ejercicio. Siempre está a dieta y a mí me prepara comida balanceada, en fin hacemos buena pareja, aunque Noelia en realidad no sea ella, si no él, yo le respeto y la amo como mi pareja.
Y de vez en vez vamos a tomar un buen café a La Taza Blanca.
Es un cuento breve pero divertido, que mantiene el interés del lector , un detalle importante es la culminación, nunca pensé que terminara de esa manera pero me gustó, felicidades Raúl por tu ingenio.
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