Los siguientes acontecimientos son narrados por la señorita Nayeli Rubín y el comandante Cervantes.
Después de ver al comandante fui a la iglesia; pero no encontré al padre, me puse a rezar, por un momento estuve con mis pensamientos hasta que escuché —el sol está brillando— me quedé petrificado por un momento y recordé lo que tenía que decir —pero es más hermoso el ocaso—, inmediatamente giré mi cabeza y vi a un joven alto un poco obeso, como un jugador de fútbol americano, tenía el pelo lacio y un par de lentes adornaban su rostro.
—Buenas tardes, señorita —dijo el joven.
—Buenas tardes —contesté.
—Soy Halcón.
—¡Usted no es Halcón! A él lo conozco.
—Lo siento, pero odio mi clave.
—¿Cuál es? —le dije poniendo mi mano sobre la suya.
—Me llaman Herdez.
—¿Disculpa?
—Romperé las reglas, llámeme Memo.
—¿En qué puedo servirte Memo?
—Halcón me envió; quiere una lista de las personas más influyentes del lugar.
—¿Alguna está relacionada?
—¡No lo sé!, pero puede haber.
—Déjeme pensarlo.
Memo sacó una libreta y espero; luego de un rato dije —Por principio de cuentas, está mi tío Cristian Aarón Rubín; luego el notario Constantino García; el señor Alonso Fernández; el doctor Ricardo Luna; y don Pedro.
Terminando de anotar Memo se retiró, pero antes me dijo —Halcón la vera en la noche.
Antes de partir le pregunté —¿usted tuvo que ver con lo sucedido con don Pedro?
Él me respondió con estas palabras— no Mac y Mi… búho se adelantaron, pero me conformo con lo sucedido hace unos días.
Se despidió y desapareció entre la gente, estuve pensando nuevamente y recuerdo lo sucedido a Felipe, entonces fue Memo; los integrantes de ese escuadrón que han salido son: Memo al que llaman Herdez, alguien que apodan como Mac, Búho que su nombre comienza con Mi y por supuesto Halcón. Al parecer hay más, ¿Cuántos serán?
Acontecimientos narrados por el comandante Cervantes.
Me reuní en el puente con el que me envió la nota. Pensé que nadie llegaría hasta que salió una persona entre los matorrales, esa era la persona que la señorita Rubín me describió.
—¿Usted es Halcón? —pregunte, la persona me saludó y me respondió que efectivamente era Halcón.
—He escuchado sobre usted y sé que lo que pasó con Scott es solo un cuento, así que lo que intente hacer es mejor que lo deje y se vaya. —Halcón empezó a jugar con el bastón que traía.
—¡Mire! Su punto de vista es aceptado, pero no puedo acceder a su petición. Casi puedo asegurar que encontré la pieza que le falta —me dijo Halcón en un tono más sereno.
—¿Cuál es la pieza, según usted? —dije en forma sarcástica.
—El juez de León, que tal vez esté enterado, está bajo custodia.
—Sí, lo sé —le respondí. Pedí que se investigara la gestión del juez, pero lo que no me esperaba era que se descubrió que el juez Arizmendi no era la persona que decía ser. Alguien usurpa el nombre y la profesión, si su declaración es cierta no es el único.
—¿Qué quiere decir?
Dije —aún no sé qué signifique eso.
Ya caía la tarde cuando Halcón se despidió prometiendo compartir todo lo que descubra.
Regresé a la comisaría y la señorita Rubín, me contó de su visita en la iglesia y le conté lo que me dijo Halcón. Hizo énfasis en la parte donde hablé de Scott.
Después de mucho insistir le conté lo que sabía de ese tema.
Hace unos años existía un mercado tan grande que sólo el de Pablo Escobar podía rivalizar, su nombre siempre fue un misterio, con el tiempo se descubrió que su apellido era Scott; él y Escobar hicieron un pacto de caballeros, de que ninguno invade el terreno del otro sin autorización.
Con el tiempo, a Scott se le conoció como el “padrino del caribe” porque su centro de negocios era aquella zona, dice que también se movía dentro del mercado de los diamantes de sangre. Como todo su imperio decayó, pero no iba a caer sin luchar.
Él era conocido por dejar una marca y como mensaje, de alguna manera marcaba como el rasguño de un gato, hasta tenía una herramienta para eso; la versión oficial es que un equipo de élite logró capturar a Scott.
La versión que se cuenta en las calles es que alguien le plantó cara y logro derrotarlo, pero Scott logró marcarlo en algún lado de su cuerpo, nadie sabe dónde, pero te imaginas tienes la fama de vencer a uno de los capos más peligrosos, pero debes estar cuidando la espalda; cualquier delincuente podría acabar contigo por la fama que tendrías y su evidencia sería esa marca.
Y se dice que esa persona seria al que llaman Halcón.
La conversación pudo durar más tiempo, pero fue interrumpida por el guardia que venía de los separos. —Jefe debe venir rápido —dijo el guardia; el comandante salió inmediatamente detrás del guardia, después de unos minutos el comandante regreso frotándose la frente.
—No puede ser —dijo el comandante sentándose en su escritorio— los detenidos por el ataque a don Pedro están muertos, se mataron mutuamente ahora no tengo pistas del ataque sólo lo que le quité a uno de ellos.
—¿Qué fue lo que le quitó? —el comandante arrojó una pesada llave sobre el escritorio, la tomé, era antigua como del siglo pasado no se veía que mueble la utilice y debe tener algo de valor para esas personas al verla se podía leer una inscripción “3. Tres izquierdas”.
Esa tarde volví a la parroquia no había nadie así que empecé a rezar cuando apareció Felipe. —Buenas tardes, señorita —dijo al verme.
Le regresé el saludo, pude ver que tenía un golpe en la mejilla —¿Qué te paso? —le dije poniéndome en pie.
Felipe me contó que regreso a su casa, después de terminar su jornada, y la encontró abierta cuando buscaba a su esposa, alguien estaba adentro y lo golpeó antes de salir, afortunadamente su esposa estaba con la comadre —¿No se llevaron nada? -—pregunté.
Felipe se rascó la cabeza un momento y dijo —Ahora que lo menciona, se llevó el cofre de mi abuelo.
Felipe se sentó un momento y le pregunté —¿Qué tenía ese cofre? —me describió que contenía fotografías, algunas cartas, dos dentaduras y una vieja llave; le convencí de hablar con el comandante.
Una vez despidiendo a Felipe, vi que Ernesto me llamaba —El padre la espera en la sacristía. —Fui inmediatamente; el padre estaba sentado en su escritorio viendo varios libros.
Parece que la escribió en latín
Después del saludo me comentó que se puso a revisar algunos documentos de la iglesia y encontró las anotaciones de un antecesor, era muy cuidadoso con varios asuntos, pero en una especie de diario lo describe como parte de los grupos revolucionarios, menciona que llegó con sus compañeros al pueblo y decidió quedarse con ellos, pero una anotación no está clara, parece que la escribió en latín, aun la sigo traduciendo, pero habla de unas llaves.
La anotación dice: “Arcanum servare et avaritiam continere, responsabilitatem in septem divisi
curam clavium, dum curam afferebant.”
Mi latín es malo a grosso modo dice: “Para guardar el secreto y controlar la codicia, la responsabilidad se dividió en siete llaves de cuidado, mientras ellos cuidaban.” —La última línea no la comprendo —dijo el padre. Miré al padre y le conté sobre las llaves de Felipe y la que me mostró el comandante esta última tenía la inscripción “3. Tres izquierdas”.
—Esto lo debe saber Halcón —dije saliendo de la iglesia; al llegar a la explanada me tranquilicé y dije
—y ¿cómo puedo llamarlo? —Entre la gente que estaba en la explanada a esa hora me pareció ver a alguien conocido; era Memo, logré alcanzarlo después que le dije la clave y él me dio la respuesta, le pedí que le dijera a Halcón que necesitaba verlo lo más rápido posible, Memo me dijo que se encontraba en León, pero intentaría contactarlo, le di las gracias y ambos nos retiramos.
Esa noche ya me iba a acostar cuando Mirna me entregó un papel que estaba bajo la puerta, le dije que no le dijera nada a mi madre y que ya se podía retirar. Era un mensaje de Halcón citándome en el mismo lugar que la última vez.
Sali a los maceteros y ahí se encontraba Halcón. —Buenas noches, disculpe la hora, pero me dijeron que le urgía hablar conmigo —dijo.
Le conté todo lo que sabíamos de las llaves
Le conté todo lo que sabíamos de las llaves, el mensaje del otro padre de la inscripción, Halcón sólo se limitó a escuchar.
—Por fin encontramos la pieza que faltaba, los lugares que había marcado en el mapa corresponden a los descendientes de esos revolucionarios, pero como dije no los atacaron por sus tierras sino por algo más; esas llaves deben abrir algo y ellos, por algún medio, se debieron enterar de su existencia.
—¿Hay alguien de ese grupo que aun este vivo? —pregunto Halcón.
Le respondí —creo que sólo queda una, don Pedro. —Antes que Halcón me respondiera, llegó una figura.
—Héctor ¿Qué haces aquí? dijo Halcón sorprendido.
Este respondió —Miguel vamos, Misael cree que encontró algo referente al Juez Arizmendi y es urgente que lo veamos.
—Disculpe señorita, debo irme, pero me dio algo importante que cambia muchas cosas; estaremos en contacto con usted y con el padre, no comente esto con nadie sólo ponga al tanto al comandante —dijo Halcón partiendo con su compañero.
Me pareció ver a alguien en la banqueta de enfrente.