En un convento religioso, en la Mérida en el siglo pasado, sucedió una anécdota graciosa.
El convento esperaba el arribo de un nuevo superior que sustituiría al que estuvo en funciones por varios años.
El nuevo superior venia de España, por lo tanto desconocía las costumbres y modismos de los yucatecos, provocando esto confusiones, en algunas situaciones cómicas.
Una anécdota muy graciosa se presentó cuando ya el nuevo superior estaba en funciones y fue el más anciano de la comunidad quien se presentó con el superior “para pedirle que le permitiera seguir durmiendo con la serafina… en su cuarto».
Él le explico que por sus 80 años de edad sufría de insomnio, así que «cuando me despierto me bajo de mi hamaca y me pongo a tocarla».
Asombrado el superior le preguntó que si su antecesor le permitía tener a la serafina en su cuarto, a lo cual el anciano contestó que sí, incluso a veces a él también le gustaba tocarla.
El superior todavía con dudas preguntó ¿y la serafina se deja tocar por ustedes tan fácilmente?
El anciano contestó que sí, que aunque ya estaba viejita estaba muy buena.
El superior le pidió al hermano ver de inmediato a «La Serafina”
Cuando entraron al cuarto cual sería la sorpresa que se trataba de un instrumento musical, mitad piano, mitad organillo (mejor conocido como armonio) y es muy utilizado en iglesias y capillas.
La serafina funciona a base de viento accionado por teclas y pedales.