El ruido del amanecer despertó a Fortunato, apenas las seis de la mañana. Pensando en los años que le restaban, se incorporó y sentado en el colchón de la cama, frotó suavemente con las manos sus ojos azules y decidió levantarse. Se vistió, cogió su sombrero, la chaqueta café que tanto le gustaba y salió de su escondite nocturno. Se dirigió con paso lento al comedor de la amplia y confortable residencia de campo, diseñada por un afamado arquitecto de Monterrey.
A un lado de la larga mesa, ya lo esperaba Susana, su fiel empleada del servicio doméstico del rancho, al verla enseguida le ordenó. Sirva por favor una taza de café bien cargado, ayer no fue un buen día y pase una noche de pesadilla. También tráigame unas galletas, un vaso con jugo de naranja y la jarra de agua. Para después, le encargo el desayuno de los lunes. Por supuesto Señor, fue la respuesta de la trabajadora de confianza.
En cuestión de tres minutos, Fortunato ya sentía en su boca el sabor de un delicioso café, cosecha especial de las fincas de un amigo chiapaneco, empresario de elite. Una mezcla de coraje, tristeza y frustración se dibujó en el adusto rostro del poderoso y rico dueño de El Diamante. El rancho más grande y próspero de la bendita región cercana al Golfo de México. Así, empezó a recapitular su vida y planes de los últimos meses.
Conocido por su gran poder económico e influencia política en la comarca, su compadre Cleto lo había animado a asistir a una reunión secreta en la ciudad, con la finalidad de planear su participación en los cercanos comicios. Venía la elección del futuro gobernador y los diputados del congreso provincial. En ese conclave estuvieron presentes los de siempre, los dueños del dinero, los del selecto grupo dominante, ganaderos, empresarios, comerciantes, políticos desempleados, y hasta el obispo y algunos líderes sociales y sindicales caídos en desgracia.
Lo que no sabían los convocados a uno de los salones del Oasis Club, casino de Cleto, era que Fortunato Morales llegaría con una propuesta ventajosa, de esas que dicen, si pierdes, de cualquier manera ganas. Porque resulta que llevaba en el portafolio, proponerse el mismo e imponer a su hijo primogénito como candidatos a ocupar un escaño en la cámara de diputados venidera. Las negociaciones no llevaron mucho tiempo. De entre los mejores prospectos se eligió al aspirante a gobernador. Era en viejo lobo de mar en esos menesteres.
Su experiencia, malicia y astucia lo hacían invencible.
Palomeada la lista de los buenos, para las candidaturas de la convenida alianza opositora de fuerzas políticas aldeanas, seguiría la organización y estrategia de la campaña que estaba en puerta, teniendo de adversarios a otra coalición encabezada por el partido en el poder, y otros que por estrategia se sumaban. En esa parte de la conspiración, también metió la mano el perverso Fortunato.
Experto en subirse al ring de la política y salir airoso, no dudo en recomendar la inmediata contratación de conocidos sicarios de los medios de comunicación nacionales y locales, a fin de iniciar una andanada de ataques a los contrarios, con la intención de descalificarlos y hundirlos en el peor de los descréditos.
Igual fórmula utilizaron en las redes sociales, de esta forma, se gestó la peor de las guerras sucias, que se recuerde en una temporada electoral. Los demás, dóciles aceptaron la idea y determinaron apoyar el temerario plan.
Empezó la contienda y la otra parte daba una fuerte pelea. Sin embargo el plan de Fortunato y aliados parecía dar buenos resultados, las encuestas registraban, que las preferencias de los votantes eran favorables para sus candidatos. Esa fue una engañosa percepción, confiaron en una victoria inminente en las urnas. Pero sus adversarios no dormían y estaban seguros de contar con una sólida base electoral, que no se dejaría engañar y apostaría por la continuidad de su proyecto en marcha.
Los resultados de la elección fueron devastadores para Fortunato y asociados. La apabullante derrota los dejó pasmados, expuestos al escarnio popular, sin encontrar una explicación lógica. La magnitud de la tragedia había hecho desaparecer a un partido y reducido significativamente el potencial de los otros dos.
Sin duda los electores los habían ubicado en un terreno cercano a la extinción.
Bebió el último trago de café, lo sintió amargo. Apoyó los codos sobre la mesa y llevó las manos a la cabeza, parecía todavía conmocionado. Otra dura lección para reflexionar. Pero, en la evaluación final salen certezas incuestionables. La prolongada guerra sucia no fue eficaz ni redituable; los partidos asociados no habían recuperado popularidad, al contrario perdieron más confianza.
Por otra parte, quedó claro, que la coalición opositora de Fortunato, no construyó ni presentó una propuesta de gobierno alterno o diferente del proyecto ganador, que pudiera convencer a los ciudadanos para cambiar de ruta. En medio de la tragedia, solo queda hacer el recuento de los daños, iniciar las reparaciones o la reconstrucción, con los escombros que se encuentren después del huracán. Una ficción corta para mis lectores. Hasta la próxima.