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Niñas y niños, recuerden que mañana nos vamos de excursión a las haciendas henequeneras, para que conozcan un poco de la historia de Yucatán… allí veremos los lugares donde se deshilaba el henequén, se fabricaban las sogas, se tejían las telas, y todo lo que se hacía en ese tiempo, pero recuerden que deben venir con la autorización firmada por su padre o tutor…

Esta era la maestra Tony, o así le decían, (Antonia Durán, con poco más de 35 años de edad, delgada, con corte clásico y vestimenta casual y muy práctica. No era pretensiosa ni vestía para deslumbrar).

¡Ehhhh!, nos vamos de paseo, gritaron los estudiantes, todos felices porque no tendrían clase solo paseo.

Al día siguiente llegaron todas, eran como 20 entre niños y niñas… la maestra pasa lista de los presentes y todos listos para el paseo, se acerca la camioneta de la escuela….

Inicia el abordaje al vehículo; suben todos y la maestra con el chofer, y una asistente como apoyo para cuidar a los niños; sus padres dando instrucciones que se cuiden, que obedezcan a los maestros, que cuiden su lunch; etc.

Toman camino y se van hacia las poblaciones distantes de la ciudad. Que emocionante para los niños, salir a su primera excursión sin la vigilancia de los padres, conocer y aprender de lo que hacían sus bisabuelos y tatarabuelos. Pasan algunas poblaciones y llegan a la cabecera de las haciendas; allí en el municipio preguntan por la hacienda que quieren visitar, el vigilante o guardia del municipio les da las indicaciones correctas.

-Siga adelante, antes de llegar a la salida del pueblo, hay un camino de terracería a la derecha; doblen y avanza como 2 kilómetros, enseguida verán la entrada a la hacienda “EL LINAJE MAYA”, Pero no sé si haya alguien para recibirlos, hace mucho que nadie visita la hacienda ya nadie viene al pueblo, al menos hace mucho que no se ve movimiento por allá.

– Espero que si haya alguien – respondió la maestra, ya que hicimos cita desde la semana pasada y quedaron de recibirnos por el gerente de museos y lugares arqueológicos del municipio.

-¿Con quién? Pregunta el guardia… encoje los hombros sin interés, y regresa a sus asuntos.

– Gracias por la información, vamos… indicó al mismo tiempo al chofer…

Continuaron su camino, y llegaron a la entrada de la hacienda… una entrada impresionante, dos bardas color rojo ladrillo, altas, imponentes de aproximadamente 3 metros de alto, con piedras calizas incrustadas, que hacían recordar la edad que tenía el lugar, una reja de hierro forjado, pesada, majestuosa que vislumbrada la opulencia de su tiempo. Los niños, pegados a las ventanas de vehículo decían… ésta muy viejo el lugar… El chofer bajo de la camioneta y tocó la campana de bronce que colgaba de un poste en la barda. Retumba suave, pero con firme aviso de la presencia de visitas.

Esperaron un par de minutos y del edificio que estaba como a 30 metros sale un personaje, era el gerente de museos. (Un hombre de mediana edad, complexión gruesa, llenito, de bigote espeso, pero que estaba bien acicalado y limpio, con ropa regional muy fresca) Amablemente les da la bienvenida; Buen día, espero que el trayecto no haya sido agotador, sobre todo para los niños ya que hay mucho calor en la zona. Pueden entrar con la camioneta y estacionarla junto a la escalinata principal…

Si de lejos era un edificio imponente, de cerca era impresionante, con su escalinata de piedra y pasamanos al igual de piedra, los arcos que inician en la terraza igual en rojo ladrillo hace contrastar el piso de mosaico blanco marmoleado, que a pesar del tiempo mantiene su brillo y su elegancia, era la casa principal de la hacienda.

Bajan los niños uno a uno, les piden hacer una fila, para entrar en orden al salón principal, donde les darán una explicación de lo que verían en su recorrido. Antes les muestra desde la terraza, la distribución de los edificios.

– Buen día a todos; Primero quiero presentarme… mi nombre es Carlos Canto, soy el gerente del Museo…

-Buenos días… dicen en coro los niños…

Antes de iniciar el recorrido, continúa el Sr, Carlos Canto. Quiero mostrarles desde aquí la distribución de los edificios.

-Párense todos, viendo haca la escalera y hacia el portón de entrada por favor. A la derecha hay un edificio, es la caballeriza y donde se guardaban las carretas, todas las herramientas que se usaban para trabajar, se guardaban en ese edificio, detrás de ese edificio están los dormitorios de los peones u obreros que trabajaban para los dueños de esta hacienda, donde estamos parados. A la izquierda ven otro edificio, que también tiene sus arcos y muros altos, allí es el taller donde se trabajaba desfibrando el henequén, también allí en la parte superior o techo sobresale la chimenea, ésta la usaban para coser el henequén, para poder trabajar con él, también los desperdicios que ya no eran útiles, se quemaban para que no se generé basura, o sea podía servir como un horno de desechos. Observen que todo lo tenían bien organizado y distribuido por áreas.

Ahora entremos al salón principal.

Al ingresar al salón principal los niños, asombrados observaban lo alto de los techos, lámparas colgando, y cuadros en blanco y negro con algunos en sepia, que tenían imágenes del trabajo que se hacía en el pasado, también fotos antiguas de los dueños originales y sus familias…

-Su atención por favor, dijo la maestra, vamos a escuchar una explicación de la historia de la hacienda “EL LINAJE MAYA”, en qué año fue construida, a cuanta gente daba empleo, a que se dedicaba y porque terminó su función en la zona. Después de haber sido un centro de trabajo importante para el municipio y para el país.

– El gerente de Museos y sitios arqueológicos inicia su explicación…- ¿qué les parece el lugar? Pregunta. Las respuestas salen inmediatas, esta bonito, es muy grande, es muy viejo, esta feo. La risa del gerente fue espontanea… no esperaba la honestidad de los niños… es cierto, respondió, es todo lo que dijeron, pero aun así, tiene un valor incalculable, porque su historia es amplia y muy rica en anécdotas y cultura para el país… les voy a contar que el fundador de la hacienda Don Franco de la Torre, era de origen español, quien al ver la pobreza del pueblo decide industrializar la labor de los campesinos y darles fuente de trabajo…eso fue en el año…..

Mientras daba sus explicaciones e historia la carita de asombro, de los niños iba en aumento, algunos aburridos, pero atentos… el caso es que termina la historia e inicia el recorrido..

-Vamos a empezar en el siguiente salón, donde se contrataba al personal, y así; vamos a ir avanzando hasta llegar a donde están los talleres de desfibrado del henequén. Les dijo el gerente, todos los alumnos, se pararon como resorte para iniciar el recorrido, nuevamente se formaron en línea, ordenados y atentos.

Lo que iban descubriendo era novedoso, extraño, muy diferente a lo que estaban acostumbrados, era como retroceder en los siglos, su mundo moderno y dinámico estaba muy lejos, ¿les gustaba? No se sabe, ¿les interesaba? Tampoco se sabe, pero si era un día distinto a los demás. Así que había que disfrutarlo en lo que se podía.

– Hemos llegado al final del recorrido, espero que les haya agradado, o por lo menos les haya mostrado un poco de la historia del estado y las costumbres del pasado. Como agradecimiento a su buen comportamiento les tenemos un refrigerio en la sala principal, allí hay refrescos, jugos, tortas y galletas. Pueden comer lo que les guste… y luego nos despedimos. Gracias por su visita y disfruten sus alimentos.

El gerente de museos salió y la maestra tomo la palabra: niños, tomen lo que gusten, los que necesiten ir al baño háganlo también, para que nos vayamos directo a la escuela donde sus papitos, ya estarán esperándolos.

Todos corrieron a las mesas para calmar su sed y su hambre, corrieron como si no hubieran comido en varios días; se armó el bullicio, intercambiaban comentarios de lo que habían visto, de si les gusto o no, así pasaron un buen rato.

El chofer aún con comida en la boca le dice a la maestra: Maestra Tony, creo que ya debemos regresar, ya estuvimos aquí más tiempo del programado.

-Es verdad, respondió la maestra, con su refresco en mano, vamos a pedir a los niños que vayan al baño, se laven las manos y ya se alisten para subir a la camioneta, acércala, para aligerar el movimiento, mientras me despido del Gerente

Ya todos suben al vehículo y la maestra desciende la escalinata con el Gerente:

– Muchas gracias por todas sus atenciones, todo estuvo perfecto; espero y si no hay inconveniente que pronto podamos traer otro grupo de niños.

– Será un gusto poder recibirlos. Ya tiene mis datos y podemos estar en contacto para futuras visitas. Que tengan un retorno tranquilo…

La camioneta sale de la propiedad, dejando atrás un mudo distante de un pueblo maya, que aún se recuerda su linaje e historia.

Estando de regreso, pasan por la cabecera municipal, y con la mano saludan al vigilante que les orientó con la dirección… ya habiendo cruzado el municipio, se oye una vocecita… “maestra, maestra, necesito ir al baño.”

El chofer, la maestra y la asistente intercambiaron miradas, como diciendo, “¿Y porque hasta ahora se le ocurre? ¿Por qué no fue en la casona/hacienda?

La asistente dijo: pues si no queremos continuar el viaje con malos olores, tendremos que parar en alguna vereda o pedir baño en alguna casa… el chofer dijo, lo que encontremos primero, ya avanzamos como 2 kilómetros de la cabecera municipal, perderemos más tiempo si regresamos; ya está cerca el otro poblado…

“No aguanto más”… dijo la niña…

-Miren hay una casita cerca de la carretera, vamos a pedir que nos permitan el baño, dijo el chofer.

– De acuerdo, dice la maestra, vamos a entrar a esa pequeña vereda para parar… Yo entro con Liz, (el nombre de la niña) Vamos, no te despegues de mí. La tomó de la mano y tocaron la puerta de la casita. (Una casita, más bien choza, de pared de barro pegado a los palos que hacían el esqueleto de la casa, con techo de paja a muy desgastado y viejo, sus puertas sin color, desgastadas y ya por deprenderse de sus bases. Todo parecía abandonado) Buen día…dijo la maestra, sin respuesta…

Otra vez, buenos días, ¿hay alguien en casa?, de nuevo el silencio por respuesta, vamos a rodear la casa, no te alejes, dame la mano… los demás niños veían desde la camioneta. (a donde van, preguntaban)

-No sé, dijo el chofer, a lo mejor van a ver si hay alguien atrás de la casa, pero se ve vacío…

La maestra Tony y Liz, rodearon la casita que era únicamente dos piezas, iguales, derruidas y aparentemente abandonadas, solo por una ranura en la pared trasera (entre la puerta y pared de barro y palos) se veía sucio, abandonado, con trastes, sartenes, cucharones y vasijas, como si hubieran hecho limpieza, acomodado todo y se fueron y no volvieron…

-Liz dijo: aquí no vive nadie maestra…

-eso parece, pues… ¿¿qué hacemos?? Pregunta la maestra a Liz, al mismo tiempo viendo a su alrededor, el patio de la casa estaba por partes limpio y en otras con hierba alta, como que no habían podado recientemente. Liz, ¿que necesitas hacer pipí, o popo? Pipi, maestra, fue la respuesta de Liz. Bueno pues hazlo aquí detrás de la casa, porque ya es tarde y tenemos que continuar a hacia la escuela.

-Me da miedo maestro, me pueden ver,

-No te ve nadie, y además estoy aquí contigo. Baja tu ropita…

– De la vuelta maestra, no me vea…

-Ok, está bien,

-Me voy a alejar un poquito.

-No mucho Liz, solo a 2 mts. Que estés cerca. –

-Si maestra. (Liz se prepara para hacer sus necesidades… termina, se sube la ropa, y junto a donde estaba se oye, ruido que algo hay entre la hierba…

Liz voltea la mirada despacio, con temor y ve como a su misma altura se mueve un poco la hierba, oye pasos ligeros… con voz muy baja dice: maes… se calla, solo ve como se abre camino las hierbas. Surge una pequeña mano abriendo las hojas… una cabecita asoma entre las hojas; es una niña como de la misma edad de Liz, tal vez un poco más grande. Con un flequillo mal cortado, una coleta larga y cabello un poco sucio, igual su cara y su ropa, sucia y descuidada…

-Hola, le dice a Liz. – ¿Que haces en casa de mi abuelita? ¿Viniste a visitarla?

¿Tu abuelita? ¿Aquí vive tu abuelita?

– Si, vine a verla hace muchas horas que no está.

– No sé si aquí vive, no había nadie en que paramos. Contesta Liz.

– Debe haber ido al pueblo a comprar, pero no me llevó, dijo la niña.

– Ven vamos a ver si está en la cocina, le dijo la niña tomándola de la mano, y al mismo tiempo la jala hacia rodear la choza, para ver por una pequeña ventana. En eso la maestra pregunta desde donde estaba parada… Liz, ¿aún no terminas? Al voltear a donde debería estar Liz, no hay nadie…

Liz, donde te metiste, sacude la hierba, camina unos pasos, y hace lo mismo… rodea la casita, Liz no está.

¡Luis…!! grita al chofer.

– Mientras la niña y Liz, están paradas sobre una piedra acechando por la pequeña ventana de la cocina. No esta dice la niña. A lo mejor está en la cocina vieja…

– ¿Otra cocina más vieja? Dice Liz.

– Si, ven, y la toma de la mano y la jala hacia las hierbas y matorrales… por aquí esta; ya nadie la usa, solo mi abuelita. Pasa mucho tiempo allí, ven. Mientras desaparecen entre la maleza.

– Rápido se acerca a la camioneta y dice el chofer. ¿Qué pasa maestra? ¿ya nos vamos?

– No está la niña, desapareció…

– Como que desapareció, pues… ¿no estaba con usted, para hacer del baño?

– Sí, pero me pidió que me voltee, para no verla, pero cuando me dijo que ya estaba por terminar ya no la escuche más y al volver la mirada…. Ya no estaba, la busque en la hierba por si se escondió, pero no estaba… no estaba por ningún lado, dijo ya asustada…

– El chofer se dirige a la asistente. Quédate con los niños, ten la llave de la camioneta. Pon música o algo distrae a los niños con algo, voy con la maestra, y se regresan a la choza.

Rodean la casita, y se dirigen a la ventanita de la cocina… acechan, no hay nadie. El chofer revuelve la maleza, nada, tocan la puerta… nada. Dan una, dos vueltas a la casa, asomando por las rendijas, meten de nuevo la cabeza por la ventana… la maestra empieza a gritar: Liz, Liz, ya nos vamos… Liz, donde estas… Liz responde…

Mientras Liz va en la vereda espesa de hierba y maleza con paso apresurado con la niña… y de pronto se detiene… oye. Ya debo irme… la maestra Tony me está esperando…ya debo regresar a la escuela.

-¿Escuela? ¿Tú vas a la escuela? Pregunta la niña.

-Sí, ¿tú no?

– No, nunca he ido… mi abue dijo que me iban a llevar, pero no he ido…ningún niño del pueblo va… ya se me había olvidado que debería de estar llendo a la escuela. ¿Por qué será que no me llevan? La escuela de aquí está cerrada pero no sé porque…bueno, vamos a buscar a mi abuelita….

No. Debo regresar con la maestra…

-Yo no vi a ninguna maestra, estabas sola, creí que mi abuelita te había traído del pueblo, como hace a veces… se encuentra niñas o niños perdidos en el camino al pueblo.

– No, yo no me he perdido, estoy con otros niños de la escuela, venimos a conocer la hacienda grande, donde trabajaban el henequén hace muchos años….

¿Trabajaban el henequén? Mi papá eso hace… trabaja el henequén, hace las sogas para las hamacas, a veces me hace juguetes y muñecas del zosquil.

¿ZOZQUIL? ¿Qué es eso? Pregunta Liz.

Es del mismo henequén, forman con las fibras una como esponjas y las unen, para darle la forma de muñecas… ¿quieres verlas, yo tengo en mi casa.

-Sí, pero… tengo que ir con la maestra….

-No tardamos, vas a ver que le digo a mi abuelita que te regale algunas de las que vende. Ahorita te regreso donde estabas. Y de nuevo la toma de la mano para jalarla hacia ella y continúa caminando.

Mientras tanto la maestra Tony y Luis el chofer, ya no saben a dónde revisar, en realidad el lugar no es tan grande como para que una niña desaparezca.

– Debemos reportar al municipio… que nos ayuden a encontrarla. Dijo Luis

– Y que le vamos a decir a sus papás, ¿Qué perdimos a su hija? ¿Qué se esfumó mientras orinaba? Esto es un gran problema para mí, es un gran descuido.

– No tenemos otra alternativa. Respondió el chofer. Ya revisamos la casa, hasta el montecito y no esta. El terreno esta con muro de piedra, no creo que lo haya brincado. Ya tenemos más de 45 min esperando. Se nos hará más tarde.

Está bien… tienes razón, vamos al municipio. Y de camino preguntamos a quien este en el paso si la han visto. Sugirió la maestra Tony.

Se subieron a la camioneta e iban parando a preguntar a los peatones, si habían visto a una niña, deambulando con el uniforme de la escuela… nadie la había visto.

La asistente; que por cierto se llama rosita, dijo: que les parece si ven ustedes directo al municipio a reportar y yo voy caminando para preguntarle a más personas, alguien la debe haber visto.

-De acuerdo dijo Luis, el chofer.

¿Falta mucho para llegar a la cocina de tu abuelita? Solo veo hierbas y monte, dijo Liz.

-Ya estamos llegando, no estábamos lejos, solo son metros de distancia…

Llegan a la antigua cocina, que realmente no estaba lejos, las circunstancias y el descuido del lugar lo hacían ver muy lejos.

– Abue, abue, grito la niña. ¿Ya regresaste del pueblo?

– Buen díaaa… grito Liz. No hay nadie. Confirmó.

Ya se tardó mucho, no sé si fue primero a vender y luego a comprar cosas para la casa, y comida.

Oye amiga, y siiii…. ¿me acompañas a ver si le llevo algo para comer a mí papá en su trabajo?

No, ya es tarde mejor llévame con la maestra…deben estar molestos porque ya tarde.

Está bien, está bien… te llevo. ¿Pero me prometes que vas a volver?

– Te prometo que si me traen mis papás si regreso.

– Dale, entonces ya seremos amigas, yo aquí casi no tengo amigas… oye amiga, ¿Cómo te llamas?

– Me llamo Liz, ¿y tú?

-Mi nombre es Silvia… ahora ya somos amigas, y no quiero que te vayas…

Llegan a donde debía estar la camioneta, la choza inicial.

– No están, ya me dejaron, ya se fueron sin mÍ… y empezó a llorar Liz.

– No llores amiga, te puedes quedar en mi casa, seguro que luego regresan por ti. O cuando venga mi abue te lleva al pueblo.

– Llévame tú, dijo Liz.

– No puedo, no me dejan ir al pueblo… nadie va al pueblo, ni mi papá. Son pocos a los que les permiten ir al pueblo… por eso cuando mi abuelita va, tarda, y trae lo que necesitan todos en la casa… hasta lo que necesitan algunos vecinos. Pobre mi abue, carga muchas cosas y ya está viejita. Pero te aseguro que ella te llevará.

– Tengo miedo de no volver a ver a mi mamá.

– No tengas miedo, mi abue te llevará, y si no vuelves a ver a tus papás, te vas a acostumbrar, yo no he visto a mi mamá por mucho tiempo… por eso mi abue me cuida.

– Y ¿extrañas a tu mamita?

– Ya no.., antes sí, bueno, no es que la extrañé, pero como la deje de ver desde que era bebé… ya me acostumbré a no tenerla…. (Esto hizo llorar más a Liz) inmediatamente Silvia la abrazo para consolarla y le dijo, vas a ser como una hermana menor para mí; yo te cuidaré. Se quedaron así por algún momento.

Luego sentadas en las piedras que estaban a la entrada de la choza de la abuelita de Silvia, Liz estaba un poco más tranquila. Al ver esto Silvia le dice, vamos a donde trabaja mi papá él nos pude ayudar.

Retoman la vereda que esta entre la maleza y se van corriendo, pasan por la vieja cocina, que sigue cerrada, deteriorada y abandonada. Cerca de esta hay una albarrada (barda de piedra) que divide el terreno de la casa de la abuela y el terreno aledaño, este patio se ve un poco más limpio, podado, pero se ve como si ya hubiera pasado algún tiempo sin ser habitado.

Ya cansadas de su carrera, paran agitadas.

– Para, ya me cansé…(Liz)

– Ya mero llegamos dice Silvia. Pero descansa un rato… vamos a seguir caminando, ya estamos cerca de su trabajo, tenemos que llegar a donde está mi papá.

En su caminar, pasan junto a objetos viejos, tirados por todos lados, casitas casi cayéndose de antiguas, algún auto abandonado, algunos sin llantas o cristales, muy viejos y deteriorados, Liz un poco extrañada de lo que veía, cosas que no había visto al llegar al poblado, como si estuviera en otra época, había algunas personas limpiando la entrada de su casa, o solo sentadas en la entradas en sillas, algunos en bancos de concreto o mecedoras, pero pocos les prestaban atención, había algún viejillo deshierbando las entradas a su casa, con la coa tradicional de la península yucateca o con las manos.

Liz estaba muy asombrada de lo que veía; Silvia como si no pasará nada, muy acostumbrada a ese ambiente, a este vivir cotidiano para ella. Un ambiente gris, sin color, sin vida.

Continuará…

Una mirada al sur
Veneno extraído del corazón

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